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jueves, 2 de diciembre de 2010

ALEPH: La diplomacia nunca será la misma

Carolina Escobar Sarti

Después del WikiLeaks, la diplomacia mundial jamás será la misma. Y dentro de este lío que plantea, para algunos, interrogantes sobre la veracidad o no de la “mayor filtración de la historia” (El País, 29/11/2010), hay una cuestión que parece decir mucho acerca de la doble moral que cruza la política y la diplomacia tantas veces: muchos condenan la “salida del clóset” de más de 250 mil cables diplomáticos secretos, y no los hechos por los cuales han permanecido ocultos, debido a su implicación en el orden geopolítico mundial.


Cuando Hillary Clinton dijo, en nombre de su gobierno, que se habían tomado fuertes medidas “para que este tipo de filtraciones no vuelvan a ocurrir jamás”, no dijo nada acerca de las prácticas de una política exterior muy cuestionada. Una cosa es guardar estratégicamente cierta información por un lapso determinado, cuando es un asunto de Estado del cual depende la seguridad de millones de personas; otra muy distinta es tener pruebas de una política exterior basada en prácticas maquiavélicas que han puesto al mundo en jaque. Quizás lo que ahora está en juego es la misma diplomacia; en este mundo globalizado que plantea nuevos órdenes geopolíticos y nuevos balances, es momento de repensar la diplomacia desde su misma etimología y epistemología, desde sus formas, modelos, métodos, prácticas, tradiciones seculares y resultados.

Aunque ese cuarto de millón de documentos confidenciales del Departamento de Estado de los EE. UU. no le diga muchas cosas nuevas a los expertos en política exterior y asuntos relacionados, nadie puede negar que constituyen el corpus de una historia que ahora se confirma y es paralela a la “oficial”. Sospechar algo, saberlo “de oídas” y exponerlo en reuniones de iguales, no es lo mismo que verlo escrito en cada rincón del planeta; si no hubiera tanto temor a la palabra escrita, no habría existido un Diego de Landa y nadie habría quemado la biblioteca de Alejandría. Lo que se nombra existe, dijo Wittgenstein, uno de los grandes pensadores del lenguaje.

WikiLeaks marca un parteaguas en la historia de la diplomacia mundial y le ha impuesto a Washington una altísima cuota de descrédito y vergüenza que podría dañar profundamente sus relaciones con varios países. ¿Cómo verá esto China, como potencia emergente? ¿Quién estará detrás de todo este asunto? ¿Dirán que el fundador del portal de Internet WikiLeaks, el australiano Julian Assange, es un terrorista virtual o algo por el estilo?. Por cierto, parece que Interpol ya ha emitido una orden internacional de detención contra Assange, por supuestos delitos sexuales denunciados desde agosto pasado, a solicitud de la Oficina Internacional de la Fiscalía Pública de Gotemburgo, en Suecia.

Este WikiLeaksgate sale a luz en un momento difícil para la humanidad, cuando EE. UU. apenas comienza a salir de la crisis que hizo sentir sus coletazos en los cinco continentes; cuando la tensión entre las dos Coreas aumenta y amenaza con un conflicto de mayores dimensiones para la complacencia de los dueños de la industria armamentista; cuando las habituales y renovadas tensiones en Medio Oriente se hacen más evidentes; y cuando comienza a dibujarse un orden tripolar en el planeta. Estamos siendo testigos de profundas transformaciones en la historia del mundo.

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