Entrevista a Mónica Baltodano, excomandanta sandinista
Nodal
Las recientes protestas
en Nicaragua dividen aguas dentro y fuera del sandinismo, una fuerza
política que derrocó al dictador Anastasio Somoza en 1979 y que tuvo a
Daniel Ortega como presidente entre 1986 y 1990 de la llamada
“revolución sandinista”. Ese año Ortega entregó el poder después de
perder las elecciones generales frente a Violeta Chamorro y retornó a la
presidencia en el año 2007. Mónica Baltodano fue parte de la lucha
contra la dictadura en la clandestinidad y ocupó diferentes cargos
durante la revolución. Después de la derrota de 1990 el movimiento
sandinista se dividió en varias agrupaciones y Baltodano se convirtió en
dirigente del “Movimiento Rescate del Sandinismo.
-¿Por qué estallaron las protestas?
-Desde
antes del año 2007, en que subió a la presidencia Daniel Ortega, el
Frente Sandinista empezó a ser sustituido en sus mecanismos democráticos
internos por un aparato controlado directamente por la señora Rosario
Murillo, esposa de Daniel Ortega. En el nivel interno en el Frente se
fueron achicando los espacios y estableciéndose una lógica vertical,
autoritaria, unipersonal; eso se hizo también en el resto de la
sociedad. Desde el año 2007 fue evidente el atropello a las libertades
públicas. Todos los procesos electorales posteriores han estado plagados
de ilegalidades. En 2008 municipales fraudulentas. En 2011, Ortega se
presentó nuevamente a la presidencia a pesar de que la Constitución se
lo prohibía de manera clarísima porque estaba prohibida la reelección
continua, y además practicó un flagrante fraude a fin de controlar la
Asamblea Nacional. En 2016 ya con la Constitución reformada por una
mayoría parlamentaria proveniente del fraude se volvió a reelegir,
llevando a su esposa de vice y usando su control del Consejo Supremo
Electoral para eliminar administrativamente a partidos de oposición. En
consecuencia hubo una enorme abstención, que fue la manera de la gente
de expresar su rechazo al proceso.
Desde el 2007 el gobierno y su
fuerza política de facto establecieron que las calles eran de ellos y
que ninguna otra fuerza se podían expresar. Y después de varias
manifestaciones reprimidas violentamente consiguieron inmovilizar a
quienes les adversaban y a cualquier movimiento emergente. La represión,
además del uso de los anti-motines, se hizo con el uso de sus
simpatizantes y entre ellos iban elementos de fuerzas parapoliciales,
fuerza de civil entrenada como fuerza de choque, que se mete dentro de
la población, un procedimiento por demás, perverso.
-¿Cómo es la realidad social de Nicaragua?
-Cuando
luchábamos en la década del setenta del siglo pasado contra la
dictadura de Somoza sabíamos que éramos el país más pobre de América
Latina después de Haití. Esa condición no ha variado hasta la fecha, ni
antes ni después de la llegada de Ortega. Es un país evidentemente
agrario con muy poca inversión industrial. Ese fue el papel que siempre
tuvimos, de exportadores de materias primas: algodón, carne, café, oro, y
esa sigue siendo la dinámica predominante en el país. Es una nación
donde el índice de concentración de la riqueza que teníamos durante el
somocismo era brutal. La revolución hizo cambios, como la Reforma
Agraria, y se logró el acceso de los campesinos a la tierra. Cuándo
salimos del gobierno (1990) había una disminución de la concentración de
la tierra, y había un poco más de equidad; mejor distribución de la
riqueza. No hay que olvidar que fue una revolución muy presionada y
afectada por la agresión norteamericana que financiaba la “contra” y que
destruyeron puertos, instalaciones de servicios, plantas de energía; es
decir parte fundamental de la economía. Al terminar los diez años de la
revolución en 1990 el país estaba en serias dificultades económicas
Ahora,
actualmente con el gobierno de Daniel Ortega, hemos tenido mejorías de
los índices macroeconómicos. Hay crecimiento en la economía en virtud de
tres factores fundamentales: las mejoras de los precios de los
productos de exportación (sobre todo café, oro) y también por el aumento
de la inversión extranjera directa, y las remesas de los migrantes. El
gobierno de Daniel Ortega le dio una apertura total a la inversión de
capital externo, y a las zonas francas, y eso aparece como si hubiera
una mejoría del país. Pero si uno se mete a analizar la composición y la
distribución de la riqueza se ve que ha crecido enormemente la
concentración en los banqueros y en cierto sector de los capitalistas,
vinculados a los mercados mundiales y a las transnacionales. Este tipo
de inversiones, y la gran apertura generan grandes ganancias a las
transnacionales pero no dejan nada para el país. De manera que esos
índices de crecimiento macroeconómico no tienen grandes efectos
sociales. Es cierto que según sus estadísticas aparecen disminuyendo la
pobreza en un país donde la distancia entre ser pobre o extremadamente
pobre es la de tener un dólar más de ingreso diario. Eso lo han logrado
mediante programas de carácter asistencial, fundamentalmente la entrega
de bolsas, o un paquete agrícola que incluye dos cerdos, diez gallinas y
un gallo. Eso se pudo hacer porque cuando ganó Ortega se insertó en el
campo del ALBA (Alianza Bolivariana para los pueblos de nuestra América)
y obtuvo una ayuda muy importante del gobierno de Venezuela, de manera
que en un país que andamos por los dos mil millones de dólares por
exportaciones, entraban cerca de 500 millones por la ayuda de la
cooperación venezolana. Pero entraron directamente a manos del
presidente sin pasar por el presupuesto de la República. Con parte de
esos fondos se financió una serie de programas de combate a la pobreza
que, a mi manera de ver y de la mayoría de los economistas, no hicieron
cambios estructurales pero aliviaron la situación inmediata del pueblo.
Los fondos venezolanos a la vez sirvieron para incrementar los capitales
de la cúpula orteguista, convertida en parte innegable de los
capitalistas de Nicaragua.
-¿Qué pasó desde 1990 hasta el
2007 que Daniel Ortega regresó a la presidencia? ¿Ese Daniel Ortega que
vuelve al gobierno es el mismo que el que se va en los 90´ después de
diez años de revolución? ¿Es una continuidad de la revolución
sandinista?
-Eso es indispensable comprenderlo para analizar
lo que pasa hoy. En los años 90 del siglo pasado hubo un período de
resistencias a las políticas neoliberales y la destrucción de las
transformaciones que había hecho la revolución como la reforma agraria.
Es decir, resistencias a la reprivatización de todo. Hubo un proceso de
resistencia que empujaron los sindicatos, las organizaciones campesinas,
las mujeres. Y parte de ese proceso compareció Daniel Ortega. Pero
llegó un momento en que, Ortega, que había sido candidato a las
elecciones de 1996, las pierde de nuevo, y partir de eso hizo un viraje.
Para mí es un viraje en el que realmente se pierde la revolución. Él
argumenta que las masas ya estaban cansadas, que la resistencia no podía
continuarse e hizo un pacto con el presidente de entonces -Arnoldo
Alemán-, uno de los presidentes más corruptos de la historia de
Nicaragua, que era antisandinista y provenía de las filas del antiguo
somocismo, pero no era un oligarca de las élites más adineradas. Y ese
pacto tuvo como esencia el reparto de las instituciones: la Corte
Suprema de Justicia, el poder electoral, la Contraloría; y tuvo un
componente económico que fue de afianzar dos nuevos estamentos
económicos. Por un lado fortalecer la burguesía con un sector emergente
de Arnoldo Alemán. Por el otro, el sector emergente del orteguismo;
antiguos sandinistas que se hicieron burgueses. Se trata en buena medida
de lo que se llamó “la piñata” que fue la apropiación privada de muchos
bienes que eran de carácter colectivo o social después de las
elecciones de 1990 cuando dijeron algunos: “¿Nos vamos a ir con las
manos vacías?”. La Piñata, que fue muy repudiada por los intelectuales o
por figuras de la talla de Ernesto Cardenal, se constituyó en el
capital originario o la forma originaria con la que se creó este nuevo
sector de la burguesía, que es la burguesía orteguista. De esa manera no
solamente hubo una transformación en la lógica política con el reparto
de las instituciones, sino una transformación de fondo: los intereses de
este sector de la burguesía orteguista convergen obviamente con la
burguesía tradicional, el capital, los banqueros y ellos empiezan a
explorar esos campos. De manera que, en 2007 cuando llegamos a las
elecciones Daniel Ortega ya no es el revolucionario que se había
conocido. Es más, toda su campaña, y su discurso giró alrededor de la
paz y la reconciliación; la conciliación con los intereses de clase, sin
abandonar un cierto discurso izquierdoso. Él gritaba que seguía siendo
antiimperialista, sandinista. Eso, a mi manera de ver, es lo que ha
confundido a nivel internacional a mucha gente de izquierda, y que
también ha confundido a una parte de la base sandinista histórica que lo
respalda.
También se hizo una alianza con la parte más
reaccionaria de la iglesia católica y se abolió el aborto terapéutico
que existía en Nicaragua desde el siglo XIX como parte de la revolución
liberal. En fin, hemos visto una serie de retrocesos desde el punto de
vista de las concepciones originales que nos impulsaron a luchar contra
la dictadura somocista. Porque no solo queríamos quitar al dictador sino
que éramos portadores de una propuesta de transformación radical de la
sociedad nicaragüense.
-¿Cómo se puede dar en este contexto una respuesta desde la izquierda?
-Es
complicado porque la realidad es confusa y llena de interrogantes. En
realidad, yo siempre dije que el caso de Nicaragua no debe ser
introducido igual al régimen de Lula, Chávez o Correa porque cada uno
tiene su propias particularidades. Cuando uno los mete a todos en un
mismo saco se suelen cometer equivocaciones. En el caso particular de
Nicaragua el modelo que implementó Daniel Ortega desde el 2007 es el de
la alianza público-privada. El llego a decir que el consejo popular más
importante era el que tenía con el Consejo Superior de la Empresa
Privada (COSEP). Efectivamente, ha logrado que la mayor cantidad de
leyes del país se aprueben en consenso con el COSEP de tal manera que
partidos de la derecha prácticamente desaparecieron. No solo por las
presiones (quitar personería jurídica, por ejemplo ) sino porque
realmente los intereses del capital aquí están representados por Daniel
Ortega; en todo sentido, en términos del capital extranjero. El discurso
sigue siendo un discurso radical, pero por ejemplo, la relación con
Estados Unidos nunca ha sido mejor, Ortega respalda completamente la
política de seguridad de los Estados Unidos. Aquí, la política
migratoria que se aplica en Nicaragua es de carácter brutal. Incluso, el
muro está construido realmente en la frontera de Costa Rica. Aquí la
policía ha asesinado migrantes, porque el gobierno tiene una política
migratoria exactamente como la de Donald Trump. Usando el tema de la
lucha contra las drogas tiene un ejército en disposición de los grandes
planes de los Estados Unidos. Pero el discurso, la retórica, es
antiimperialista. Como una vez dijo una embajadora norteamericana aquí,
después de unas furibundas declaraciones de Ortega contra el imperio “a nosotros no nos importa lo que diga el señor Ortega sino lo que hace el señor Ortega.”
Y lo que hace no le crea mayores problemas a los Estados Unidos. De
manera que las protestas de hoy son resultado de la indignación de la
ciudadanía cansada del modo con el que ellos han dirigido, no solo el
país, sino a su propia fuerza votante. Esta insurrección cívica, es
contra el modelo, eso es lo que estalló aquí. Y advierto no es ningún
modelo como él dice “socialista” o “solidario”. Para nada. Tampoco es
una conspiración de la derecha. No hay fuerzas de derecha que estén
detrás de esta protesta.
Ahora bien, no niego que todas las
fuerzas, como corresponde en política, quieren aprovecharse, conducir y
quieran llevar agua para su molino. Eso va a ser así siempre. Uno de los
problemas de la izquierda latinoamericana es creer que la derecha, o
que los adversarios no están trabajando. Claro que ellos van a tratar de
usufrutuar el movimiento. Pero… ¿qué culpa tiene la gente de los
errores y las arbitrariedades que cometen estos gobiernos de izquierda?
En el caso de Nicaragua es clarísimo, pues estamos frente a un régimen,
desconectado de la sociedad, que no habla con la gente. Imagínate que
desde 2007 solo Ortega y su esposa pueden hablar, y solo lo hacen con
los medios que controlan. Ni siquiera pueden hablar los ministros o el
presidente de la asamblea nacional; este es un régimen que constriñe de
forma brutal las libertades más esenciales.
En todos los lugares
los medios de comunicación y las grandes cadenas están en manos de la
derecha. Aquí en Nicaragua eso no existe. La familia de Ortega, usando
los fondos que donó el gobierno de Venezuela, compró por lo menos cuatro
canales de televisión. Y los otros pertenecen a un gran empresario
mexicano cuyos acuerdos con todos los gobiernos hace que toda su
programación sea basura, que no contribuye en nada a la formación, ni al
desarrollo de valores. Eso sí, no tiene ni un solo noticiero, porque
los noticieros están prácticamente prohibidos en Nicaragua. Entonces son
cosas y detalles que te permiten entender que este régimen no es un
régimen para nada ni progresista ni de izquierda y es un régimen que
está, realmente, no solo reproduciendo y ampliando el régimen
capitalista, sino también constriñendo de manera brutal las libertades
esenciales por las que tenemos que luchar.
Ahora ya es más claro
para una buena parte del mundo que estamos oprimidos por un régimen
dictatorial, absolutista y despótico… y ahora criminal. Las
organizaciones de derechos humanos de Nicaragua, y ahora la Comisión
Interamericana de Derechos Humanos (CIIDH) han establecido que un mes
después de iniciadas las protestas se contabilizaban más de 76 muertos
en las protestas. La mayoría jóvenes estudiantes que fueron asesinados
por disparos certeros a la cabeza, ojos, corazón, garganta. Es decir,
Daniel Ortega y Rosario Murillo mandaron a reprimir las protestas que se
desarrollaron a partir del 18 de abril, no solo con bombas lacrimógenas
y balas de goma, sino con balas de plomo. Más de 800 heridos y 600
capturados, los cuales fueron víctimas de torturas y tratos infamantes.
Se ha establecido que había ordenes de la Ministra de Salud para que los
heridos no fuesen atendidos en hospitales públicos. Así pereció un
adolescente herido en la garganta que no fue atendido en dos centros
hospitalarios por esa criminal orden.
De ahí que la apertura de
un Dialogo Nacional, mediado por la Conferencia Episcopal de Nicaragua,
sea visto con escepticismo por las mayorías que participan en la
protesta, pues realmente lo que la gente está pidiendo es que la pareja
presidencial salga del gobierno, y que el diálogo sea realmente una
negociación para encontrar cauces democráticos para este cambio, con el
afán de evitar más derramamiento de sangre.
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