Trump y el proteccionismo
Traducido para Rebelión por Paco Muñoz de Bustillo |
Introducción
El mundo está desgarrado por la lucha de clases en América Latina, por
conflictos políticos entre angloamericanos y rusos y conflictos
económicos entre Washington y Europa y Asia.
Estos conflictos
han puesto en tela de juicio la capacidad de las élites gobernantes para
promover la riqueza, asegurar estabilidad internacional y fomentar la
cooperación global.
Para comprender la causa profunda de los
conflictos es esencial identificar y desenmascarar los intereses
políticos y económicos subyacentes, que difunden y profundizan las
confrontaciones de clases regionales y global.
América Latina: Reformas que deforman
En décadas recientes y a lo largo y ancho de América Latina, los
gobiernos han insistido en la necesidad de efectuar reformas para
estimular y mantener el crecimiento, así como para fomentar la igualdad y
sostenibilidad. Estas supuestas reformas implican la puesta en marcha
de “cambios estructurales” que exigen privatizaciones a gran escala para
estimular el espíritu emprendedor y acabar con la corrupción en el
Estado; la desregularización de la economía para facilitar la inversión
extranjera y nacional; la flexibilidad laboral, para liberalizar los
mercados laborales y aumentar el empleo; y la reducción de los impuestos
a las empresas. Según los reformistas, todo esto llevará al libre
mercado y promoverá los valores democráticos.
En los últimos
treinta años, las élites dirigentes de América Latina han puesto en
marcha reformas estructurales promovidas por el Fondo Monetario
Internacional (FMI) y el Banco Mundial en dos periodos: entre 1989 y
1999 y, más recientemente, entre 2015 y 2018. En ambos casos, estas
reformas han empeorado la situación económica, política y social.
Durante el primer ciclo de reformas, la privatización sirvió para
concentrar la riqueza al transferir medios de producción públicos a los
oligarcas e incrementar monopolios privados que profundizaron las
desigualdades y acentuaron las diferencias de clase.
La desregulación provocó especulación financiera, evasión de impuestos, evasión de capitales y corrupción pública y privada.
Las “reformas” deformaron la estructura de clases existente provocando
revueltas sociales, que precipitaron el desmoronamiento de las reformas
promovidas por las élites y el advenimiento de una década de gobiernos
populistas y nacionalistas.
Los populistas restauraron y
ampliaron las reformas sociales pero sin cambiar la “deformación”
política y económica, integrada en el Estado.
Una década más
tarde (2015), los reformistas regresaron al poder y restauraron los
programas regresivos de libre mercado de la anterior élite gobernante
neoliberal. En 2018 se ha producido un nuevo ciclo de luchas de clases
en Brasil y Argentina, que amenaza con acabar con el orden existente de
mercado libre centrado en Estados Unidos.
Los rusófobos angloamericanos fabrican falsos milagros y logran resurrecciones
Como parte de la campaña de propaganda para desacreditar y aislar a
Rusia, Reino Unido y Ucrania, lacayos incondicionales de Washington,
acusaron a Moscú de cometer asesinatos con veneno y balas en sendos
episodios. Pero ¡las supuestas víctimas aparecieron sanas y salvas a su
debido tiempo!
El 4 de marzo de 2018, la primera ministra
británica, Theresa May, afirmó que Sergei Skripal y su hija Yulia habían
sido envenenados por agentes secretos rusos. El secretario de asuntos
exteriores Boris Johnson, “Bobo”, dijo en relación al veneno que “era el
agente más letal conocido por el hombre” (sic): Novichok. Se supone que
el veneno mata en 30 segundos. Dos meses más tarde, Sergei y Yulia
estaban paseando por un parque.
La falsa acusación fue
promovida por el conjunto de los medios de comunicación de masas
angloamericanos. Reino Unido acusó a Putin de “crímenes contra la
humanidad”, apoyó la imposición de nuevas sanciones diplomáticas y
económicas, incrementó el gasto público en defensa nacional y urgió al
presidente Trump a adoptar medidas enérgicas. Cuando las “víctimas” se
levantaron de la tumba, los medios no cuestionaron las afirmaciones del
gobierno según las cuales todo había sido una conspiración rusa planeada
al más alto nivel.
Reino Unido consiguió ganar algunos puntos
frente a Washington, lo que no evitó que el presidente Trump impusiera
aranceles de dos dígitos a las exportaciones británicas de aluminio y
acero (¡y los que vendrán!).
Ucrania se unió a las filas de los
aduladores que intentan lograr la aprobación de Trump urdiendo otra
supuesta trama rusa de asesinato. En esta ocasión, los dirigentes
ucranianos declararon que agentes del Kremlin habían asesinado a Arkady
Babchenko, periodista antirruso autoexiliado en Kiev.
El 29 de
mayo, Arkady fue hallado “muerto”, o al menos eso es lo que declaró el
presidente ucraniano Petro Poroshenko y repitieron, adornaron y
publicaron todos los medios de comunicación occidentales.
El 31
de mayo, un pasmado Arkady apareció vivo y clamando que el asunto de su
“resurrección” ¡había sido un complot planeado para atrapar a un agente
secreto ruso!
El uso sistemático de mentiras, complots y
conspiraciones por parte de los regímenes occidentales es fundamental
para el impulsar el poder imperial.
En Siria, EE.UU. acusó a
Damasco de utilizar gas venenoso contra su propio pueblo con el fin de
justificar el bombardeo terrorista de la OTAN sobre la población civil
de Alepo.
En Libia, Obama y Clinton afirmaron que el presidente
Gadafi repartía Viagra entre sus tropas para obligarles a violar a
inocentes civiles, lo que sirvió para precipitar los bombardeos sobre el
país y la violación y asesinato del presidente Gadafi.
Lo que
aún no sabemos es si los líderes occidentales solicitarán al Papa que
reconozca el papel de la CIA en estas resurrecciones.
El apaciguamiento y el “triunfo de la voluntad” de Trump
El hecho de que la UE se doblegue abiertamente a las ansias de poder
global de Trump ha servido para estimular su deseo de dominar los
mercados europeos, dictar las relaciones comerciales de los países de la
UE y decidir sobre sus gastos de defensa. Trump exige a los europeos
que acepten que sus enemigos son los de la UE.
Trump cree en la
doctrina de comercio unilateral y de “acuerdos” basados en el principio
de que EE.UU. debe ser quien decida lo que vende Europa, lo que compra y
cuánto debe pagar por ello. La gigantesca petrolera francesa Total, que
se había comprometido a invertir en Irán, se ha sometido a Trump y ha
roto dicho acuerdo, haciendo oídos sordos al presidente francés.
El presidente Macron ha caído de rodillas ante la imposición de
aranceles estadounidenses a las exportaciones francesas. París está
dispuesto a apoyar “esfuerzos conjuntos para reducir sobrecapacidades,
regular subvenciones y proteger la propiedad intelectual”. Trump escuchó
el tintineo del cacito de pedir de la UE y ha impuesto aranceles, solo
para empezar.
La UE se “comprometió” a tomar represalias ante
los aranceles de EE.UU... al tiempo que secundaba sumisamente la guerra
comercial de Trump con China. La Comisión Europea (CE) anunció la
apertura de una querella... ¡contra China! Haciéndose eco de las
alegaciones de Trump, en el sentido de que Pekín había cometido el
“delito” de insistir (“forzar”, según la retórica de EE.UU.) en que los
inversores extranjeros aportaran tecnología como parte del trato para
hacer negocios conjuntos.
Trump, además, se ha vuelto contra México y Canadá, sus aliados lacayos del NAFTA, abofeteándoles con aranceles.
El primer ministro canadiense, Justin Trudeau, se mostró consternado
tras agasajar a Trump, quien comió, bebió y luego le lanzó a la cara los
aranceles que pensaba imponer al acero y al aluminio, además de
amenazarle con abandonar el Tratado de Libre Comercio de América del
Norte (NAFTA).
En respuesta, Trudeau mencionó el siglo y medio
de respaldo canadiense a las guerras imperiales estadounidenses. Pero
fue en vano. Para Trump, el pasado, pasado está, y es el momento de dar
un paso adelante y que los canadienses compren productos de EE.UU.
Y cuando Trudeau mencionó la posibilidad de imponer aranceles
recíprocos a las exportaciones de EE.UU., Trump contraatacó amenazando
con romper todos los tratados comerciales, momento en el cual, Trudeau propuso seguir negociando.
El gravamen impuesto por Trump a las exportaciones de aluminio y acero
mexicanas provocó la contundente respuesta de un verdadero lacayo: el
presidente mexicano Peña Nieto afirmó que las negociaciones “seguían su
curso” ¡con la participación de empresas estadounidenses!
Cuanto más presiona Trump, mas se retiran la UE y los aliados de
Norteamérica. Frente a la retórica revanchista de la UE, el presidente
Trump tuiteó a la canciller alemana Angela Merkel amenazándola con
imponer aranceles por valor de 20.000 millones de dólares a los coches
alemanes. Merkel y el presidente de Volkswagen rompieron filas con la UE
y descartaron cualquier mención a represalias y a la unidad de la UE.
Se mostraron partidarios de abrir negociaciones y propusieron “acuerdos
bilaterales trasatlánticos” ¡en los términos dictados por Trump!
Trump no está improvisando, ni tiene una conducta errática. Hace uso
del poder; sabe que la debilidad de sus competidores va acompañada de
puñaladas traperas entre ellos y se dedica a explotar su apaciguamiento
animándoles a que se arrastren a sus pies.
El presidente Trump muestra una gran “voluntad de poder”.
El apaciguamiento en la década de los treinta del siglo pasado permitió
a los alemanes derrotar a Europa y ocuparla. En el siglo XXI, el
presidente Trump está derrotando a la UE y conquistando sus mercados.
Conclusión
El lenguaje de la política es el de las potencias dominantes. Las
“reformas” de Trump han deformado todos los tratados, alianzas y
acuerdos pasados y presentes, en su campaña por la dominación mundial.
Mientras Reino Unido y Ucrania le hacen los recados, inventando
asesinatos rusos y resucitando a las víctimas, Trump mantiene sus ojos
fijos en la recompensa: los mayores mercados del mundo, China y la UE.
Lo cierto es que Trump puede agradecer a los canadienses que mueran en
sus guerras de Asia, Oriente Medio y América Latina, pero eso no quita
que declare al primer ministro Trudeau: “El negocio es el negocio,
Justin, así que inclínate y canta, `Dios bendiga América´”.
Lo
mismo puede decirse para Theresa May y Boris Johnson: “Cerrad los ojos y
disfrutad viendo cómo nuestros aranceles cierran vuestras acerías ahora
y vuestras fábricas de automóviles mañana”.
Trump conoce bien a sus postrados aliados y predica: “¡Cuanto más les jodes más les gusta!”.
Así es la doctrina Trump. Y no se trata solo de su opinión personal; al
mercado de valores le encanta; los multimillonarios de Silicon Valley y
los fabricantes sacan tajada de las medidas proteccionistas internas y
los mercados libres en el exterior.
A Trump le divierte que el
cuarteto formado por Trudeau, Macron, Merkel y May entone una original
composición: “Hagamos fuerte a Estados Unidos en un mundo de peleles”.
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