El
sistema político mexicano hace tiempo dejó de reafirmarse en sus
periodos electorales con el fervor que le caracterizó durante la mayor
parte del siglo XX, su desenvolvimiento es ahora tan inestable como
complicado, sin embargo, se ha mantenido a flote aún en sus crisis.
Sin
duda a partir de la elección presidencial de 1988 las dificultades se
acrecentaron, en medio de grandes cambios en su estructura y de los
procesos en que éste se rige, lo cual elevó su vocación arbitraria.
Aquél fue un momento electoral explosivo en el que repercutió con fuerza
la crisis económica previa con el primer paquete neoliberal de
austeridad delamadridista en medio de la cerrazón de un régimen
irreducible a base del fraude, frente a lo que faltó una fuerza social y
dirección popular consecuente capaz de resistirle.
Por su
parte, en éste momento asistimos a la quiebra de la política, la
ideología y la economía neoliberal, al igual que al descrédito de un
régimen corrompido internamente y a instancias exteriores. Esta es,
dicho sea de paso, la diferencia entre Estado corrupto y Estado
corruptor, uno paga las consecuencias en su agonía y el otro disfruta de
su hegemonía.
Las comparaciones son difíciles, cada
elección da el pulso de diferentes circunstancias en el ejercicio de un
poder ya socialmente deslegitimado; es una larga cadena de procesos en
que se acumula el deterioro social y estatal. En aquel momento (1988) se
suscitó una explosividad social conducida por una “tibia” línea
propositiva de alteraciones en el orden de la política dominante que se
vio frustrada y desplazada tras el fraude y paulatinamente fue asimilada
al sistema. En tanto a éste 2018 le caracteriza un claro agotamiento
del régimen, el desgaste de su política de masas, la infectividad
completa en su mediática comunicacional, la ruina que generó por 30 años
el programa neoliberal, y el rechazo social a dicha continuidad;
enfrentándose de momento con un planteamiento de necesidad en el abrir
otra perspectiva, particularmente en lo que respecta al “desempeño” del
Estado con acento en el tema de la corrupción.
En esos 30
años de la línea hegemónica neoliberal y el despojo que significó, se
acumulan represiones sistemáticas y achicamiento de derechos sociales,
con una ola de resistencias y combates populares de lo más granado,
gracias a los cuales muchas de las acciones de la clase burguesa se
paralizaron o postergaron, contribuyendo a elevar el espíritu de
combatividad social y la referencia de otras soluciones populares a los
grandes problemas.
La oligarquía financiera no quiere
cambiar el rumbo, pero está en situación vulnerable en la primera línea
de sus acciones, ya Enrique Krauze adelantó posiciones para salvar del
desastre mitigando con consejos su posible fracaso electoral, a efecto
precisamente de administrar la derrota moral y política e impedir todo
proceso alterno a la dominancia prevaleciente. Con todo ello hacia
adelante nada está dicho, pero la situación se verá sujeta al empeño de
la oligarquía, sus dirigencias, intelectuales y operadores políticos por
restablecer el orden contra todo intento de alteración o de que las
cosas se salgan de control. Así pues todo se cocinó a fuego lento en
medio de las penurias del pueblo mexicano y la escandalosa opulencia de
sus clases gobernantes.
En fin, pronto arribarán otras
definiciones, sobre todo circunstancias diferentes, en torno a los
procesos de la lucha de clases y la atención a las tantas crisis de las
izquierdas. Por supuesto, una tentativa derrota a los neoliberales y
rapaces no es todavía la derrota del neoliberalismo; recordemos que éste
ha sido inyectado en el torrente de la vida económica y política del
país, asimismo en la profundización, recreación y proliferación de las
relaciones de poder opresivo, junto a toda su reserva de individualismo
mezquino posesivo en el cual se apoya nuestra sujeción al sistema.
Aunque ni duda cabe que dicha posibilidad marca un punto de inflexión,
quizá no sea el que se quiere, sino el que se puede, pero bueno por
ahora, así son las cosas en nuestras circunstancias.
Estas
nuevas circunstancias en desarrollo, con un pueblo en espera para
cobrar una primer factura al gran capital, obligan a tomar una serie de
posiciones: a) sobre el modo en que la burguesía dispone del país, b)
así también con respecto a la política desde abajo, c) en torno a la
posición frente al capitalismo depredador, d) en torno al Estado y las
formas del poder imperantes, e) en cuanto al impulso masivo de la lucha
consecuente por el socialismo, f) sobre el reconocimiento de los nuevos
liderazgos populares, g) en las formas de democracia de nuestro pueblo y
sus clases integrantes, h) en la resistencia y combate que habrá que
hacérsele a la oligarquía y sus burocracias que se preparan para
persistir en sus apetitos, i) en las manifestaciones de la ideología
dominante tan extensamente difundida en la vida social, j) y del cómo
empujar la larga serie de demandas políticas, sociales y económicas que
abren perspectivas de lucha en otras condiciones.
Hay
muchos planes, pero ni uno de ellos puede ejecutarse al modo de antes,
con esto, viene una lucha política masiva y compleja inaugurando otro
proceso no escrito en la historia del país, que involucra a todo el
pueblo mexicano, en lo que hay mucho por hacer, particularmente en
contribuir a las siguientes luchas y la formación política masiva de las
clases populares para enfrentar las siguientes tareas y retos que el
proceso demandará.
No sabemos lo que sucederá en lo
inmediato, por jotas o por erres la cuestión está en la importancia de
que éste sistema (al menos para los intereses populares) es totalmente
disfuncional dados los fondos y algoritmos burgueses sobre que está
basado pese a la textura compleja de sus relaciones de poder. La
insuficiencia en los proyectos regulatorios, sancionatorios o puramente
éticos es contundente si no se aborda el problema de la explotación
capitalista del trabajo, la extirpación de la burocracia depredadora, la
resistencia a la dominación imperialista, la desposesión de nuestros
recursos y medios de subsistencia de nuestros pueblos.
Si
bien es necesaria una victoria popular que golpee a la oligarquía
financiera que nos gobierna, a continuación se muestra esta otra gran
necesidad que hace parte de la nueva perspectiva para otro tipo de
gobierno; la de una constitución fundada en el poder originario, que
cambie el panorama de la actual que está hecha y remendada para las
operaciones del capitalismo. México necesita ejercer poder popular en
todos los sentidos, y en este asunto, dicho constituyente con delegados
directos del pueblo con restricciones a los partidos neoliberales, con
debate popular y protagonismo de masas que alteren el orden establecido
en la concepción del país. Si se renuncia de hecho a la tutela del gran
capital sólo se podrá avanzar bajo una nueva constitucionalidad y
correlación de las fuerzas del pueblo para el control directo y
fundamental de los actos del país.
Bajo cualquier
circunstancia cabe replantearse la configuración y formación de un nuevo
bloque de las fuerzas del pueblo, de las organizaciones populares,
sindicales, democráticas, estudiantiles, progresistas y revolucionarias
en un contexto cambiante, así como de las perspectivas claras de su
devenir concreto.
Si se presentan nuevas circunstancias
para la clase obrera, el campesinado, magisterio, y todos los sectores
populares, en vista de las presiones que siguen existiendo, una de las
emergencias consiste en golpear a la gerontocracia charra, la
plutocracia patronal, y los sectores retrógrados que componen las clases
dominantes, ganando espacios de lucha más allá de los tradicionales.
Nada debe impedir el aprovechar las posibilidades de acción social,
política y lucha.
https://www.alainet.org/es/articulo/193525
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