En
medio de un sufrimiento y angustia tremendos, niños, niñas, mujeres,
hombres, adolescentes, ancianas y ancianos escapan de bombas, masacres,
degüellos, persecuciones. Cárcel y tortura siguen siendo motivo de huida
en muchos lugares del mundo. Existen 65 millones de personas que han
dejado de manera forzada su hogar. Esto que se reduce a estadísticas y
cifras, significa perder la casa de la abuela, que parecía eterna, y que
hoy es un agujero bordeado de negro por el fuego de la bomba maldita;
dejar sus colores, sus olores, los amigos del barrio hoy destruido, el
árbol aquel dónde te enamoré, el panadero y la vendedora de dulces; el
parque y sus juegos infantiles, el autobús en el que íbamos al colegio y
el carro de papá o el huerto de la vecina; el canto del gallo o la
campana del colegio para el recreo.
Muchas veces perder al
papá y la mamá, o la hermanita, o caer en el camino y jamás volverlos a
ver. Y nos acostumbramos a ver esas fotografías de tragedia sin llorar.
Todo ello han debido de abandonar sesenta y cinco millones de personas
incluyendo la protección, aunque endeble, de sus estados y su país de
origen, para irse a vivir a campamentos o en el mejor de los casos, a
poblados y aldeas donde son mejor o peor recibidos por los lugareños.
Según
cifras del Alto Comisionado para los Refugiados (ACNUR) cada 3 segundos
una persona deja su hogar por causas de conflicto. Estas cifras ya
parecen no asustar a nadie. Vemos barrios de ciudades preciosas como
Bagdad, Trípoli o Damasco convertidos en tétricos esqueletos de
edificios. La OTAN y los EEUU se empeñaron en la destrucción de países
que habían alcanzado importantes niveles de desarrollo en la región como
Libia, Irak, Siria y ahora los EEUU buscan la confrontación con Irán.
África
saqueada, sigue pagando ser el continente que despierta codicias
ilimitadas. América Latina no se queda atrás. Colombia con 7 millones de
desplazados internos y medio millón de refugiados reconocidos en el
exterior. Venezuela cercada, genera migraciones forzadas y ahora
Nicaragua agredida a más no poder, con violencia creada por una
contrarrevolución resurrecta, parece ser de nuevo el campo experimental
de la CIA, para la destrucción de las nuevas democracias populares.
En
la Embajada de Ecuador en Londres está asilado un ser humano, se llama
Julián Assange. Él es merecedor de la protección internacional, porque
desde WikiLeaks, reveló miles de documentos que revelan la decisión de
afectar, dañar, conspirar, contra muchos países del mundo. Publicó,
gracias a la filtración de uno o varios agentes, lo que la CIA preparaba
en sus maquinaciones contra gobiernos y partidos progresistas.
Los
principales diarios del mundo recogieron esta información y la
publicaron para compartir con su público, con sus lectores, temas de
interés universal y por supuesto para aumentar sus tirajes y ventas.
Este es el delito de Assange. El delito de transparentar y compartir
información, que todos absolutamente todos consideramos importante y
preocupante. Por ello Julián Assange fue merecedor de la protección
internacional a través del gobierno soberano del Ecuador, que en ese
momento dirigía el Presidente Rafael Correa. (Aparecieron contra
Assange, dos acusaciones en Suecia por haber hecho el amor sin
preservativo, que allá es delito si no es mutuamente consentido. Una de
ellas fue retirada, la otra ha prescrito.) Aquí en Quito hemos visto por
la televisión y la prensa, cómo se trata de ridiculizar la figura del
Asilo (el Asilo en una Embajada es un instrumento de protección
latinoamericano). Hemos visto cómo se desmerece el enorme servicio que
entregó Julián Assange en defensa de la soberanía de este y muchos otros
países. Hemos escuchado desde las voces más retrógradas que Assange
debe salir de la Embajada de Ecuador, ser consignado a las autoridades
inglesas, quienes a su vez lo entregarán a los Estados Unidos (qué duda
cabe) dónde será juzgado por traición (él es ciudadano australiano y
ecuatoriano, por lo tanto no hay traición alguna) y seguramente
condenado a muerte o a cadena perpetua. Todo ello si no lo asesinan o
desaparecen por la calle.
Julián Assange merece la
Protección Internacional como cualquier ser humano y en particular la
merece por sus servicios prestados en defensa de la soberanía de países y
gobiernos. (Me refiero a los gobiernos a los que les preocupa la
soberanía)
Estados Unidos, bajo la presidencia de ese
personaje demoniaco llamado Donald Trump, síntesis de la codicia y la
maldad, anuncia su salida del Consejo de Derechos Humanos de la ONU y
defiende el hecho de separar a niños y niñas de sus padres y mantenerlos
en jaulas. En este contexto, hoy más que nunca debemos reafirmar la
necesidad de defender los Derechos Humanos y entre estos derechos, el
derecho al refugio y al asilo. Hoy que 65 millones de personas requieren
de protección internacional y hoy en el Día Mundial de los Refugiados y
de las Refugiadas reafirmamos esta necesidad, justamente en defensa de
una Patria Altiva y Soberana, desde la militancia de la Patria Grande.
Hoy
más que nunca, Assange debe ser protegido y los miles de refugiados y
solicitantes de refugio en Ecuador deben tener esas garantías de esa
protección.
Luis Varese fue durante 24 años funcionario del ACNUR
https://www.alainet.org/es/articulo/193628
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