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jueves, 28 de junio de 2018

Inventamos o erramos: México, Colombia y Brasil


La arena política latinoamericana se está moviendo de manera vertiginosa este año. No hace menos de 12 meses, el discurso triunfalista de la derecha latinoamericana auguraba una derrota más al campo popular. Se decía que la restauración conservadora era una realidad en América Latina. Que los 20 años de gobiernos progresistas en la región no sirvieron más que para agudizar las contradicciones entre los que nada tienen, y los detentadores del poder económico y político en nuestros países. 
Este discursito nos decía que los gobiernos de carácter nacional populares habían demostrado que eran una caja de corrupción y que eran (son) una fábrica de pobres.
¿Evidencias? Solo demagogia e ideología
Dicen que Venezuela es el más claro ejemplo de esta bancarrota de la izquierda, pero no se dice que la nación de Bolívar vive acosada económica y políticamente por los capitales petroleros que quieren hacerse de la riqueza petrolera de la Cuenca del Orinoco. No dicen que la guerra económica es real, y en estos momentos sigue operando. Callan decir que, un país acosado, es muy difícil que de la noche a la mañana resuelva el atraso estructural en el cual los gobiernos aliados de EU lo tuvieron desde bien iniciado el Siglo XX.
La “derrota” de Rafael Correa en el Ecuador, en manos del traidor Lenin Moreno. Quien no bien se ponía la banda presidencial, persiguió política y judicialmente a Correa, apoderándose del partido Alianza País (fundado por Correa), para después ir corriendo a manos de la derecha ecuatoriana, espantada de que Rafael Correa pueda presentarse en un futuro a nuevas elecciones presidenciales.
Se presentó de manera espectacular, a los cuatro vientos, inundando medios de comunicación y redes sociales la “derrota” del referéndum en Bolivia en 2016, donde Evo Morales le preguntó a su pueblo, -ese que califica a Morales como el mejor presidente de la historia del país-, si querían que se presentara de nuevo como candidato en las elecciones presidenciales del 2020. La realidad es que, alejado de los reflectores de la derecha mediática, no dicen que apenas en noviembre pasado, el Tribunal Constitucional boliviano, autorizó a Morales presentarse a las elecciones presidenciales del 2020, dejando abierta la puerta para una posible reelección.
La “derrota” de Cristina Fernández en las presidenciales de 2015, donde más que una victoria del neoliberalismo clásico representado por Mauricio Macri, fue una derrota interna, ya que la presidenta Cristina fue incapaz de hacer una autocrítica al interior del kirchnerismo. Las medidas económicas de Macri, recicladas del menemismo, lo han puesto en niveles de aprobación bajísimos para un presidente argentino con un 62.7% ( https://www.pagina12.com.ar/114478-el-peor-de-los-momentos ) de desaprobación. El kirchnerismo y los restos del justicialismo de izquierda tienen muchas posibilidades de sacar al actual presidente de la Casa Rosada.
Las actuales protestas en Nicaragua, donde los jóvenes penetrados por las ONG´s patrocinadas por el Departamento de Estado norteamericano. Donde casualmente siguen el mismo guion que se presentó en Venezuela durante el momento más álgido de las guarimbas de 2014 a 2017 financiadas en su mayoría, por la Fundación Nacional Para la Democracia, con sede en Washington. Hacen pensar que, en realidad, el intento de desestabilización al gobierno sandinista, ya lo vimos montado con anterioridad en Venezuela y Ecuador.
La realidad fáctica derrumba como un castillo de naipes este discurso
Lo que sí existe en América Latina es, en términos absolutos, una lucha de clases, que se traduce en lucha política por la conquista del poder político en los Estados latinoamericanos. Era una quimera pensar que los gobiernos nacional populares de América Latina podrían sostener el ritmo de victorias electorales de manera indefinida.
Si bien es cierto que se han cometido errores importantes en la conducción de los procesos, también es cierto que después de una cierta sorpresa e inmovilismo, las fuerzas de la derecha se reagruparon para plantarle cara a las fuerzas populares. La correlación de fuerzas en América latina no ha dado para que los proyectos emancipatorios se consoliden, aunado a las fuerzas internas contrarias, y el injerencismo de organismo externos como el Departamento de Estado y una fuerte propaganda mediática contra estos gobiernos.
La esperanza colombiana
Este año tres acontecimientos políticos van hacer cambiar el mapa político de América latina.
Tenemos los resultados electorales en Colombia. Donde el candidato de la izquierda, el carismático Gustavo Petro, consiguió la mayor votación para la izquierda colombiana. En segunda vuelta electoral, Petro consiguió la histórica votación de 8, 034, 189 votos, contra los 10,362, 080 votos del candidato del uribismo Iván Duque.
Nunca en la historia reciente de Colombia la izquierda alcanzó tal cantidad de votación. La esperanza de cambio y la profundización del proceso de paz, fue lo que atrajo las simpatías nacionales e internacionales, intelectuales de la talla Noam Chonsky, John Maxwell Coetzee, Thomas Piketty, Boaventura de Sousa Santos, Antonio Negri, Slavo Zizek, Ignacio Ramonet, Piedad Córdoba, e Ingrid Betancourt entre otros.
Gustavo Petro volverá al Senado donde anunció que será una verdadera oposición al gobierno uribista: “volver al senado para dirigir un pueblo que debe mantener activo y movilizado”. En campaña, Petro prometió una defensa férrea del acuerdo de paz que el año pasado desarmó a la exguerrilla de las FARC, y una serie de reformas políticas y económicas para terminar con la hegemonía derechista en el país cafetalero.
Con el abanderado de Colombia Unida en el Senado y la ex guerrilla de las FARC, hoy partido político con registro, el escenario político colombiano es más que complejo y augura una lucha política abierta y frontal contra el nuevo gobierno de Duque, hijo político del genocida Álvaro Uribe Vélez. Esperemos como se desarrollan los acontecimientos.
El miedo a Lula
En Brasil, el gobierno de facto de Michel Temer a hecho hasta lo imposible para inhabilitar a Luis Inacio Lula Da Silva. Temer y la camarilla que se ha despachado a Dilma Rousseff en 2016, a través del uso faccioso de la ley brasileña, ha querido borrar políticamente al ex líder metalúrgico y referente del PT y la izquierda amazónica.
En una intensa votación, el Tribunal Supremo de ese país condeno a 12 años de cárcel a Lula por los delitos de corrupción leve, lavado de activos y tráfico de influencias. De inmediato el apoyo a Lula se hizo presente en las calles, y esta semana se presentó otro recurso para la excarcelación del líder del PT, se espera que, en los próximos días, Lula salga de su prisión en Curitiba y pueda presentarse a las elecciones generales en octubre próximo.
Michel Temer, el presidente más impopular de la historia reciente del Brasil, y la oligarquía brasileña, saben que Lula representa la esperanza de cambio, el pueblo intuye que, con Lula las clases populares brasileñas podrán aspirar al mejoramiento de sus condiciones materiales y retomar la senda del progreso iniciada en el primer gobierno del ex líder obrero.
La esperanza de López Obrador
Después de tres intentos presidenciales, y un fraude descarado en 2006, el candidato de la coalición “Juntos Haremos Historia” (MORENA-PT-PES), Andrés Manuel López Obrador se encamina a ser el próximo presidente de México. López Obrador ha logrado concitar las voluntades de la mayoría del pueblo mexicano.
Desde 2006, gracias a la injustificada guerra contra el narco desatada por Felipe Calderón, México se ha convertido en un cementerio. Mayo de 2018 se convirtió en el mes más violento en la historia del país, con 2.890 víctimas por homicidio doloso, según datos del Sistema Nacional de Seguridad Pública. Del mismo modo, lo que va del año, se han registrado 13.298 víctimas, e imponiendo nuevo récord para administración de Enrique Peña Nieto, convirtiendo su sexenio en el más sangriento incluso por delante del de Felipe Calderón, con 109, 557 asesinatos.
López Obrador ha dicho que, de confirmarse las diversas encuestas presidenciales, como presidente iniciara un proceso de amnistía y pacificación del país. La lucha anticorrupción ha sido su bandera de campaña y un discurso moderado en comparación de 2006. Los críticos de AMLO han señalado su acercamiento con el empresariado nacional, las figuras de Alfonso Romo y Tatiana Clouthier en primera línea de la campaña confirman esta moderación del discurso.
Según la última encuesta del periódico el PAIS (https://elpais.com/internacional/2018/06/20/mexico/1529493769_777639.html), AMLO roza el 50% de las preferencias electorales, seguido de lejos por el candidato de la derecha Ricardo Anaya con 27%, hoy sumido en escándalos de corrupción y uso indebido de las funciones públicas cuando fue Diputado Federal. Muy atrás se encuentra el abanderado del PRI José Antonio Meade con 20% de las preferencias.
López Obrador ha logrado lo impensable, ha facturado a la clase política mexicana históricamente unificada en su contra. Aunque la sombra del fraude electoral sigue rondando, la estructura de MORENA y simpatizantes de la candidatura de AMLO, deberán estar atentos ante cualquier anomalía el próximo 1ro. De julio. Exigir al Consejero Presidente del Instituto Nacional Electoral, Lorenzo Córdova, claridad en el proceso y limpieza en los resultados electorales.
AMLO ha logrado construir en el sentido común de la gente la idea del cambio político posible, logró fracturar el bloque hegemónico, haciendo una crisis política al interior de los partidos políticos tradicionales. El pueblo sabe y está dispuesto a terminar con este sistema de sangre y explotación, sabe que no puede seguir operando en el México del Siglo XXI.
Si bien es cierto, la sola llegada de AMLO a Palacio Nacional no es garantía de transformación, si posibilita la mejora de las condiciones políticas, económicas y de seguridad en el país. La izquierda electoral en México está a muy poco de conquistar –por primera vez en la historia del país-, la presidencia. Podría conseguir la mayoría simple en la Cámara de Diputados, y en ese momento iniciara la lucha de clases para conquistar el poder político de la nación azteca.
La presidencia de AMLO abre la puerta para tener un mejor escenario de batalla contra el neoliberalismo en México, pero no se dará de forma automática. El propio programa de López Obrador es un recetario de medidas neo keynesianas moderadas. El tabasqueño pretende dar un impulso al desarrollo capitalista en México, a la manera del General Lázaro Cárdenas en el pasado, o de Lula en la historia moderna de América Latina. Esto de entrada no está mal, solo que, al ser tibias, no rompe con la histórica dependencia económica del país.
De llegar el tabasqueño a la presidencia de México, las tareas para la izquierda electoral y no electoral, y para los hombres y mujeres de buena voluntad en México son muchas y en distintos niveles:
A) Apoyar las movilizaciones en las calles del campo y la ciudad, toma de tierras del campesinado pauperizado por 30 años de neoliberalismo, la insurgencia sindical que en varios sectores se prevé.
B) Ayudar y estar atentos a la unificación de las distintas luchas medioambientales, de derechos humanos, LGBTTTI, las madres y padres de desaparecidos y la voluntad de terminar resta guerra civil interna.
C) Recuperar la soberanía energética del país, echando para atrás la reforma energética de Peña Nieto, que entrego a las compañías extranjeras la explotación y riqueza económica del petróleo mexicano. Que PEMEX vuelva a las manos de sus dueños originales, el pueblo mexicano.
D) Reorientar la política exterior, de servil con los gobiernos del PAN y del PRI, a una política enérgica contra los ataques del presidente Donald Trump. Recuperar la visión latinoamericanista que durante años siguió la diplomacia mexicana, rota desde la puesta en marcha del TLC.
E) Y no menos importante, rescatar al partido MORENA de la desbandada de oportunistas de derecha e izquierda, aduladores y cargaportafolios que quieren apoderarse del instituto político.
López Obrador significa la esperanza de un pueblo, el hartazgo de las clases populares y la necesidad de construir un futuro mejor para las y los mexicanos. 
América latina vive momentos de cambio, o como diría Correa, cambio de época. Serán los pueblos movilizados en las calles del campo y la ciudad, aquí y allá, que conquisten por sus propios medios la soberanía, la independencia y la posibilidad de tener futuro. La moneda está en el aire.
Daniel Ríos Rocha. Latinoamericanista. Miembro de la Cátedra Socialista Antonio Gramsci – México 

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