La arena política
latinoamericana se está moviendo de manera vertiginosa este año. No hace
menos de 12 meses, el discurso triunfalista de la derecha
latinoamericana auguraba una derrota más al campo popular. Se decía que
la restauración conservadora era una realidad en América Latina. Que los
20 años de gobiernos progresistas en la región no sirvieron más que
para agudizar las contradicciones entre los que nada tienen, y los
detentadores del poder económico y político en nuestros países.
Este discursito nos decía que los gobiernos de carácter nacional
populares habían demostrado que eran una caja de corrupción y que eran
(son) una fábrica de pobres.
¿Evidencias? Solo demagogia e ideología
Dicen que Venezuela es el más claro ejemplo de esta bancarrota de la
izquierda, pero no se dice que la nación de Bolívar vive acosada
económica y políticamente por los capitales petroleros que quieren
hacerse de la riqueza petrolera de la Cuenca del Orinoco. No dicen que
la guerra económica es real, y en estos momentos sigue operando. Callan
decir que, un país acosado, es muy difícil que de la noche a la mañana
resuelva el atraso estructural en el cual los gobiernos aliados de EU lo
tuvieron desde bien iniciado el Siglo XX.
La “derrota” de
Rafael Correa en el Ecuador, en manos del traidor Lenin Moreno. Quien no
bien se ponía la banda presidencial, persiguió política y judicialmente
a Correa, apoderándose del partido Alianza País (fundado por Correa),
para después ir corriendo a manos de la derecha ecuatoriana, espantada
de que Rafael Correa pueda presentarse en un futuro a nuevas elecciones
presidenciales.
Se presentó de manera espectacular, a los
cuatro vientos, inundando medios de comunicación y redes sociales la
“derrota” del referéndum en Bolivia en 2016, donde Evo Morales le
preguntó a su pueblo, -ese que califica a Morales como el mejor
presidente de la historia del país-, si querían que se presentara de
nuevo como candidato en las elecciones presidenciales del 2020. La
realidad es que, alejado de los reflectores de la derecha mediática, no
dicen que apenas en noviembre pasado, el Tribunal Constitucional
boliviano, autorizó a Morales presentarse a las elecciones
presidenciales del 2020, dejando abierta la puerta para una posible
reelección.
La “derrota” de Cristina Fernández en las
presidenciales de 2015, donde más que una victoria del neoliberalismo
clásico representado por Mauricio Macri, fue una derrota interna, ya que
la presidenta Cristina fue incapaz de hacer una autocrítica al interior
del kirchnerismo. Las medidas económicas de Macri, recicladas del
menemismo, lo han puesto en niveles de aprobación bajísimos para un
presidente argentino con un 62.7% ( https://www.pagina12.com.ar/ 114478-el-peor-de-los-momentos )
de desaprobación. El kirchnerismo y los restos del justicialismo de
izquierda tienen muchas posibilidades de sacar al actual presidente de
la Casa Rosada.
Las actuales protestas en Nicaragua, donde los
jóvenes penetrados por las ONG´s patrocinadas por el Departamento de
Estado norteamericano. Donde casualmente siguen el mismo guion que se
presentó en Venezuela durante el momento más álgido de las guarimbas de
2014 a 2017 financiadas en su mayoría, por la Fundación Nacional Para la
Democracia, con sede en Washington. Hacen pensar que, en realidad, el
intento de desestabilización al gobierno sandinista, ya lo vimos montado
con anterioridad en Venezuela y Ecuador.
La realidad fáctica derrumba como un castillo de naipes este discurso
Lo que sí existe en América Latina es, en términos absolutos, una lucha
de clases, que se traduce en lucha política por la conquista del poder
político en los Estados latinoamericanos. Era una quimera pensar que los
gobiernos nacional populares de América Latina podrían sostener el
ritmo de victorias electorales de manera indefinida.
Si bien es
cierto que se han cometido errores importantes en la conducción de los
procesos, también es cierto que después de una cierta sorpresa e
inmovilismo, las fuerzas de la derecha se reagruparon para plantarle
cara a las fuerzas populares. La correlación de fuerzas en América
latina no ha dado para que los proyectos emancipatorios se consoliden,
aunado a las fuerzas internas contrarias, y el injerencismo de organismo
externos como el Departamento de Estado y una fuerte propaganda
mediática contra estos gobiernos.
La esperanza colombiana
Este año tres acontecimientos políticos van hacer cambiar el mapa político de América latina.
Tenemos los resultados electorales en Colombia. Donde el candidato de
la izquierda, el carismático Gustavo Petro, consiguió la mayor votación
para la izquierda colombiana. En segunda vuelta electoral, Petro
consiguió la histórica votación de 8, 034, 189 votos, contra los 10,362,
080 votos del candidato del uribismo Iván Duque.
Nunca en la
historia reciente de Colombia la izquierda alcanzó tal cantidad de
votación. La esperanza de cambio y la profundización del proceso de paz,
fue lo que atrajo las simpatías nacionales e internacionales,
intelectuales de la talla Noam Chonsky, John Maxwell Coetzee, Thomas
Piketty, Boaventura de Sousa Santos, Antonio Negri, Slavo Zizek, Ignacio
Ramonet, Piedad Córdoba, e Ingrid Betancourt entre otros.
Gustavo Petro volverá al Senado donde anunció que será una verdadera
oposición al gobierno uribista: “volver al senado para dirigir un pueblo
que debe mantener activo y movilizado”. En campaña, Petro prometió una
defensa férrea del acuerdo de paz que el año pasado desarmó a la
exguerrilla de las FARC, y una serie de reformas políticas y económicas
para terminar con la hegemonía derechista en el país cafetalero.
Con el abanderado de Colombia Unida en el Senado y la ex guerrilla de
las FARC, hoy partido político con registro, el escenario político
colombiano es más que complejo y augura una lucha política abierta y
frontal contra el nuevo gobierno de Duque, hijo político del genocida
Álvaro Uribe Vélez. Esperemos como se desarrollan los acontecimientos.
El miedo a Lula
En Brasil, el gobierno de facto de Michel Temer a hecho hasta lo
imposible para inhabilitar a Luis Inacio Lula Da Silva. Temer y la
camarilla que se ha despachado a Dilma Rousseff en 2016, a través del
uso faccioso de la ley brasileña, ha querido borrar políticamente al ex
líder metalúrgico y referente del PT y la izquierda amazónica.
En una intensa votación, el Tribunal Supremo de ese país condeno a 12
años de cárcel a Lula por los delitos de corrupción leve, lavado de
activos y tráfico de influencias. De inmediato el apoyo a Lula se hizo
presente en las calles, y esta semana se presentó otro recurso para la
excarcelación del líder del PT, se espera que, en los próximos días,
Lula salga de su prisión en Curitiba y pueda presentarse a las
elecciones generales en octubre próximo.
Michel Temer, el
presidente más impopular de la historia reciente del Brasil, y la
oligarquía brasileña, saben que Lula representa la esperanza de cambio,
el pueblo intuye que, con Lula las clases populares brasileñas podrán
aspirar al mejoramiento de sus condiciones materiales y retomar la senda
del progreso iniciada en el primer gobierno del ex líder obrero.
La esperanza de López Obrador
Después de tres intentos presidenciales, y un fraude descarado en 2006,
el candidato de la coalición “Juntos Haremos Historia” (MORENA-PT-PES),
Andrés Manuel López Obrador se encamina a ser el próximo presidente de
México. López Obrador ha logrado concitar las voluntades de la mayoría
del pueblo mexicano.
Desde 2006, gracias a la injustificada
guerra contra el narco desatada por Felipe Calderón, México se ha
convertido en un cementerio. Mayo de 2018 se convirtió en el mes más
violento en la historia del país, con 2.890 víctimas por homicidio
doloso, según datos del Sistema Nacional de Seguridad Pública. Del mismo
modo, lo que va del año, se han registrado 13.298 víctimas, e
imponiendo nuevo récord para administración de Enrique Peña Nieto,
convirtiendo su sexenio en el más sangriento incluso por delante del de
Felipe Calderón, con 109, 557 asesinatos.
López Obrador ha
dicho que, de confirmarse las diversas encuestas presidenciales, como
presidente iniciara un proceso de amnistía y pacificación del país. La
lucha anticorrupción ha sido su bandera de campaña y un discurso
moderado en comparación de 2006. Los críticos de AMLO han señalado su
acercamiento con el empresariado nacional, las figuras de Alfonso Romo y
Tatiana Clouthier en primera línea de la campaña confirman esta
moderación del discurso.
Según la última encuesta del periódico el PAIS (https://elpais.com/ internacional/2018/06/20/ mexico/1529493769_777639.html) ,
AMLO roza el 50% de las preferencias electorales, seguido de lejos por
el candidato de la derecha Ricardo Anaya con 27%, hoy sumido en
escándalos de corrupción y uso indebido de las funciones públicas cuando
fue Diputado Federal. Muy atrás se encuentra el abanderado del PRI José
Antonio Meade con 20% de las preferencias.
López Obrador ha
logrado lo impensable, ha facturado a la clase política mexicana
históricamente unificada en su contra. Aunque la sombra del fraude
electoral sigue rondando, la estructura de MORENA y simpatizantes de la
candidatura de AMLO, deberán estar atentos ante cualquier anomalía el
próximo 1ro. De julio. Exigir al Consejero Presidente del Instituto
Nacional Electoral, Lorenzo Córdova, claridad en el proceso y limpieza
en los resultados electorales.
AMLO ha logrado construir en el
sentido común de la gente la idea del cambio político posible, logró
fracturar el bloque hegemónico, haciendo una crisis política al interior
de los partidos políticos tradicionales. El pueblo sabe y está
dispuesto a terminar con este sistema de sangre y explotación, sabe que
no puede seguir operando en el México del Siglo XXI.
Si bien es
cierto, la sola llegada de AMLO a Palacio Nacional no es garantía de
transformación, si posibilita la mejora de las condiciones políticas,
económicas y de seguridad en el país. La izquierda electoral en México
está a muy poco de conquistar –por primera vez en la historia del país-,
la presidencia. Podría conseguir la mayoría simple en la Cámara de
Diputados, y en ese momento iniciara la lucha de clases para conquistar
el poder político de la nación azteca.
La presidencia de AMLO
abre la puerta para tener un mejor escenario de batalla contra el
neoliberalismo en México, pero no se dará de forma automática. El propio
programa de López Obrador es un recetario de medidas neo keynesianas
moderadas. El tabasqueño pretende dar un impulso al desarrollo
capitalista en México, a la manera del General Lázaro Cárdenas en el
pasado, o de Lula en la historia moderna de América Latina. Esto de
entrada no está mal, solo que, al ser tibias, no rompe con la histórica
dependencia económica del país.
De llegar el tabasqueño a la
presidencia de México, las tareas para la izquierda electoral y no
electoral, y para los hombres y mujeres de buena voluntad en México son
muchas y en distintos niveles:
A) Apoyar las movilizaciones en
las calles del campo y la ciudad, toma de tierras del campesinado
pauperizado por 30 años de neoliberalismo, la insurgencia sindical que
en varios sectores se prevé.
B) Ayudar y estar atentos a la
unificación de las distintas luchas medioambientales, de derechos
humanos, LGBTTTI, las madres y padres de desaparecidos y la voluntad de
terminar resta guerra civil interna.
C) Recuperar la soberanía
energética del país, echando para atrás la reforma energética de Peña
Nieto, que entrego a las compañías extranjeras la explotación y riqueza
económica del petróleo mexicano. Que PEMEX vuelva a las manos de sus
dueños originales, el pueblo mexicano.
D) Reorientar la
política exterior, de servil con los gobiernos del PAN y del PRI, a una
política enérgica contra los ataques del presidente Donald Trump.
Recuperar la visión latinoamericanista que durante años siguió la
diplomacia mexicana, rota desde la puesta en marcha del TLC.
E) Y no menos importante, rescatar al partido MORENA de la desbandada de oportunistas de derecha e izquierda, aduladores y cargaportafolios que quieren apoderarse del instituto político.
López Obrador significa la esperanza de un pueblo, el hartazgo de las
clases populares y la necesidad de construir un futuro mejor para las y
los mexicanos.
América latina vive momentos de cambio, o como
diría Correa, cambio de época. Serán los pueblos movilizados en las
calles del campo y la ciudad, aquí y allá, que conquisten por sus
propios medios la soberanía, la independencia y la posibilidad de tener
futuro. La moneda está en el aire.
Daniel Ríos Rocha. Latinoamericanista. Miembro de la Cátedra Socialista Antonio Gramsci – México
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