Página 12
Este mismo año,
cuando ya estaba claro que la proscripción de Lula para las
presidenciales de octubre era la segunda fase del golpe (la primera
había sido, en 2016, el derrocamiento de Dilma Rousseff) la Editorial
Boitempo de Brasil convenció a Luiz Inácio Lula da Silva que brindara su
testimonio en un libro. Acaba de ser editado en Brasil con el título de
“La verdad vencerá” como fruto de muchas horas de conversación de un
grupo de periodistas con el ex presidente que asumió el 1° de enero de
2003. De inmediato PáginaI12, la Editorial Octubre, la Universidad
Metropolitana para la Educación y el Trabajo y el Consejo
Latinoamericano de Ciencias Sociales (CLACSO), decidieron publicar el
libro en español. Con prólogo de Nicolás Trotta y Pablo Gentili y
traducción de Iván Granovsky, será presentado en la Feria del Libro por
dos ex presidentes: Dilma Rousseff (que solo pudo completar su primer
mandato) y Ernesto Samper. A continuación, reproducimos algunos
fragmentos de la conversación que el ex presidente brasileño mantuvo los
días 7, 15 y 28 de febrero en el Instituto Lula de São Paulo con Ivana
Jinkings, Gilberto Maringoni, Juca Kfouri y Maria Inês Nassif.
Gilberto Maringoni.–
Usted está ganando en las encuestas por una gran diferencia. Al mismo
tiempo, existe una cultura de odio en la sociedad. Existe una enorme
brecha. El que no gusta de Lula quiere matarlo. ¿Cree que la sociedad es
más conservadora? ¿Qué podría haber hecho el gobierno al respecto?
Lula.- Pero
quien no vota a Fernando Henrique Cardoso o a Serra también tiene odio.
Eso es producto de que Internet simplificó las relaciones humanas.
Permite que el odio sea viralizado con una rapidez inmensa.
Antiguamente, si alguien pensaba algo de mí tenía que buscar a otro para
contarle personalmente sus malos pensamientos. Tenía que hablar mal de
mí por teléfono o ir a tomar una cerveza con un grupo de compañeros y
ahí criticarme. Hoy agarrás tu celular, entras a WhatsApp, insutás y
listo. Esto facilitó que el odio se propagara. Cuando era presidente,
había un blog que se llamaba “Muerte a Lula”. Así que obviamente sé que
hay un tercio de la población que no quiere saber nada del PT, así como
hay un tercio que no quiere saber nada del PSDB. Estas cosas sólo
cambian con el ejercicio de la política.
Gilberto Maringoni.– Pero el gobierno podría haber hecho algo, una campaña...
Lula.– No
sé, no sé… Creo que grupos sectarios como el Movimiento Brasil Libre
existen desde hace muy poco. Mucha gente tiene vergüenza, todavía. Ellos
ya casi no tienen la capacidad de movilizar porque exhiben una
hipocresía y una imbecilidad que nadie puede tomar en serio. Hay
radicalización pero también pasa que la gente se va cansando. Yo suelo
recomendar que no se enojen tanto, porque se van a morir jóvenes. ¿Por
qué la gente está enojada? ¿Por qué? Usan el celular para todo. Para
comprar comida, para viajar, para pagar las cuentas... Cuando salen a la
realidad y se encuentran con alguien en un ascensor, ya creen que esa
persona los está estorbando. La humanidad va a tener que trabajar ese
problema.
Juca Kfouri.– ¿Usted cree que nadie más va a golpear una olla?
Lula.–
Creo que incluso pueden golpear otra vez las cacerolas, protestando,
pero hoy tienen vergüenza. Algunos que salieron a golpear las sartenes
contra Dilma hoy se golpean la cabeza contra la pared. Pasé treinta años
de mi vida criticando al FMI. De repente, gano las elecciones para
presidente y tengo que lidiar con un alemán llamado Horst Köhler,
director general del FMI. Me encontré con ese tipo en París. Comenzamos a
conversar y, de repente, el tipo me abraza y empieza a llorar. Nunca
había escuchado la verdadera historia de un obrero que se hizo de abajo y
llegó a la presidencia de la República. Puedo decir que en ese momento
un representante del FMI comenzó a respetarme. Y comenzó a hablar bien
de Brasil en varios lugares. Salió del FMI y fue presidente de Alemania.
Entonces entró Rodrigo Rato, el español. Lo llamé y le dije: “Rato
querido, quiero terminar con esa deuda que Brasil tiene con el FMI. No
quiero seguir debiendo”. Respondió: “No, presidente Lula, el Fondo lo
quiere a Brasil, el Fondo no tiene problemas con Brasil…”. Y le dije:
“No, Rato, no estoy hablando de si nos quieren o no nos quieren, quiero
dejar de deberles”. Tardó en aceptarlo. Para ellos era importante
retener a Brasil como deudor. Y logramos que Brasil se librara del FMI.
Pasado un tiempo, fui a Alemania y recibí un homenaje. ¿De quién? De
Köhler. El discurso que di lo hizo llorar. Pensé: “Mierda, soy un tipo
jodido, porque para lograr que un alemán llore...” (Risas.) Ese tipo se
hizo amigo mío. Aprendí de mi madre analfabeta, que me decía: “No gastes
lo que no tenés. Y si te endeudás, hacé lo posible para pagar.”
Juca Kfouri.– Usted va a ser un peligro en la cárcel. Va a sublevar a los presos...
Lula.– No,
no. ¿Qué sucedió cuando fui arrestado, cuando fui detenido por (el
delegado de la seguridad pública Romeu) Tuma en 1980? Fue divertido,
porque Tuma iba hasta allí para tomarme declaración. Traía las preguntas
por escrito, yo respondía, él se las llevaba, traía más preguntas, yo
respondía, y así. Había un tipo con un Rolex, y le pregunté cuánto
costaba. Me dijo que tanto. Le pregunté si no pensaba que teniendo ese
Rolex otro no se iba a dar cuenta de que se lo robó. Que por qué no
armaba una organización, hacia una huelga y pedía aumento de salario
(Risas.) Y en ese momento llega Tuma. Estaba nerviosísimo (Risas.)
Gilberto Maringoni.–
Presidente, después de todos estos años pasó mucha agua debajo del
puente. Fue presidente dos veces, eligió a Dilma y, cuando todo parecía
ir bien, apareció la crisis del golpe…
Lula.–
Pocos de nuestro lado creían que habría un impeachment. Recuerdo que,
cuando terminaba 2015, hablé con Dilma. Le dije “Teníamos 39 grados de
fiebre, la bajamos a 37, y ahora hay que decidir si queremos bajarla a
36 o subir a 40. Tenés enero para decidirlo, porque el Congreso recién
vuelve en febrero”. El punto es que mucha gente decía que no iban a
animarse a un juicio político, que no había clima para algo así. Y eso
que (el presidente de la Cámara de Diputados Eduardo) Cunha venía
“avisando”.
Ivana Jinkings.– ¿Qué cree usted que debería hacerse para evitar su arresto?
Lula.– No
creo que lo más importante sea impedir mi arresto. Si Getúlio Vargas
hubiera tenido en vida un tercio de la gente que después fue a su
velorio en las calles, no se habría matado. No quiero confundir la
conmoción con la conciencia política. No quiero. Ya me doy por
satisfecho. Si después de doce años, con todo el cerco mediático que se
propició, sólo con mis caravanas y mis reuniones con el pueblo aparezco
liderando las encuestas, tengo que estar agradecido a Dios, y agradecido
por todo. Lo que más orgullo me da es haber sido un presidente del
pueblo. Cambié la relación del Estado y del gobierno con la sociedad. Lo
que quise como presidente fue hacer que los más pobres de este país se
imaginaran en mi lugar. Y lo logramos.
Juca Kfouri.– ¿Y cuál es la razón de todo ese odio contra usted?
Lula.– Me
gustaría saberlo. Siempre pensé una cosa sobre la Presidencia. Siempre
fui y seré presidente de todos. Pero los que más necesiten tendrán la
mano del gobierno. Y quienes necesitan son los trabajadores, los que
ganan menos, los desheredados que no tienen ni empleo. Debemos ser
conscientes de que esa gente tiene que comer, tiene que volver a
trabajar, tiene que poder seguir contando con la chance de ir a la
universidad. Yo escuchaba siempre lo mismo: “Lula, el problema de Brasil
es el atraso, el problema de Brasil es que no tiene escuela”. Junto a
(su entonces ministro de Educación Fernando) Haddad empezamos una
historia maravillosa: vamos a sentar a los pobres en la universidad. ¿Y
cuál fe el milagro? Hay universidades que le deben dinero al Estado, por
los impuestos. Transformamos ese dinero que nos debían en becas de
estudio. Y eso hoy ya es una política pública. Son casi 2 millones los
jóvenes que pasaron por la universidad. Ahora, entonces, cuando oigo que
un empresario dice sobre algo que “es una cuestión de educación”, ya sé
que no quiere educar a nadie. Si siempre los empresarios hubieran
querido crecer gracias a la educación, Brasil no habría sido el último
país de América del Sur en tener una universidad. Y encima cuando
decidimos sentar en la universidad a los de abajo no se pusieron
felices... Intento descubrir la razón del odio, aunque no sé si es odio,
no sé si es odio.
Juca Kfouri.– ¿Usted cree que la
élite brasileña se ha molestado con el hecho de que otros estén ocupando
un lugar que históricamente fue sólo de ella?
Lula.– Todo
el mundo escuchó esa frase de que “los aeropuertos parecen una
carretera”. Un pobre subiéndose a un avión los ponía incómodos. Si el
que se sube es un americano, les parece genial. Cuando los gringos
entran al avión en shorts, a los demás eso les encanta. Cuando es un
negro brasileño el que entra con una bermuda, dicen: “No sabe vestirse
para viajar en avión”. Me acuerdo de una vez que estaba en un
restaurante con Jacó Bittar y Mino Carta, en la calle 13 de Mayo. No era
para nada fino el lugar. Entramos para comer una feijoada. Fui al baño.
Cuando paso por delante de una mujer, escucho: “Dice que defiende al
trabajador, pero está en nuestro restaurante”. Me frené y le dije:
“Señora, ¿usted va a pagar mi cuenta? No. Entonces, por favor…” Es eso.
Mucha gente no entiende que a los más pobres también les gusta vivir
bien. Todavía sueño con ver muchos gerentes de banco negros, ver muchos
negros dentistas... Pero es un proceso largo. Miren a los Estados
Unidos. Todavía existe el racismo. La gente no abandonará el prejuicio
contra los negros en Brasil porque lo dice la Constitución. El prejuicio
está en la cabeza. Si en Brasil no enseñamos Historia de Africa el
racismo no terminará nunca.
Gilberto Maringoni.– ¿Qué hay que hacer ahora?
Lula.–
Ellos saben que, si vuelvo, voy a hacer más cosas todavía. Cuando uno
gobierna y después está cuatro años fuera del Estado tiene tiempo para
pensar lo mucho que puede hacer. .
Maria Inês Nassif.– ¿Cree que es posible volver? ¿Pensando en el escenario de hoy, en febrero de 2018?
Lula.–
Quiero volver. Depende de que Dios me mantenga vivo, me dé salud. Y
depende de la comprensión de los miembros del Poder Judicial que van a
votar. Depende de si se preocupan por leer las causas y entender la
patraña que se está ejecutando.
Ivana Jinkings.– ¿Y qué peso tiene la movilización popular?
Lula.–
La movilización no resuelve todo. Nosotros hicimos la movilización más
importante de la historia de este país, en las Directas Ya. Fuimos al
Congreso Nacional y perdimos las elecciones directas por 22 votos.Y no
pasó nada. Esperamos al Colegio Electoral en 1985. Hoy no hay nadie
movilizándose contra los procesos iniciados contra mí. La gente está a
la espera de que las cosas funcionen correctamente, de que las
instituciones funcionen y tomen decisiones. Si ocurre algo considerado
anormal veremos qué hace la sociedad.
Ivana Jinkings.– ¿No cree que ha hecho demasiadas concesiones en los otros dos gobiernos?
Lula.–
No, hice las concesiones que el momento exigía. Fui elegido presidente
con 10 senadores y 91 diputados, en una cámara de diputados de 513
escaños. Y con ese balance desfavorable promoví el ascenso social de los
más humildes. Saqué a 36 millones de brasileños de la miseria, llevando
otros 40 millones a un nivel de vida de clase media baja, llevé luz
eléctrica a más de 15 millones de personas, inicié la transposición del
río San Francisco, cosa que Don Pedro intentó hacer en los tiempos en
que era emperador. Conciliación es cuando uno puede hacer y no lo hace.
Si tuviera la fuerza que tuvo el PMDB en 1988, con 23 gobernadores y 306
constituyentes, habría concedido menos y realizado mucho más. Hemos
dado al pueblo un nivel de vida que muchas revoluciones armadas no han
logrado En apenas ocho años. Mucha gente me pregunta: “Lula, ¿no creés
que el PT necesita hacer autocrítica?”. ¿Saben lo que pienso? Si los que
gobernamos y criticamos somos los mismos, ¿de qué sirve la oposición?
¡Entonces, dejen la crítica para los opositores! ¡Voy a defender lo que
hice! Si no, no habría oposición (Risas.) Déjenme contarles algo. Una
alianza política es algo menos trivial de lo que algunos compañeros de
izquierda consideran. No se arma una alianza política porque a uno le
gusta. (...) La democracia es buena porque es un aprendizaje todo el
santo día. Es tan buena que voy a grabar un vídeo apoyando a Guilherme
Boulos, precandidato del PSOL a la Presidencia. ¡Voy a grabar el apoyo!
Fui al congreso del PCdoB a apoyar a (la precandidata) Manuela d’Avila,
¿por qué no voy a grabar uno para Boulos?
María Inés Nassif.– Pero es un ejercicio esa actividad política ...
Lula.–
La política es así. Me gusta mucho. Cuando hablo de mezclar política
con fútbol y política con historias de matrimonio, es porque es lo
mismo. Siempre digo que el mejor ejemplo del ejercicio de la democracia
es el matrimonio. Cuando uno se casa (no estoy hablando de casarse en la
Iglesia sino simplemente de cuando uno se va a vivir con una compañera,
con Iglesia o sin Iglesia), comienza a ejercitarse en lo que es una
democracia. Porque es una política de concesión y de conquista todo el
santo día. El “dar para recibir” vale para una pareja. Si uno tiene que
lavar los platos podrá incluso romper un plato y gritar. Pero lava los
platos. O bien, cuando el marido o la mujer le dicen al otro que van a
salir, y que se quede cuidando a los chicos, también es un proceso de
concesión. Esto es lo que permite mantener la pareja unida. Cuando no
funciona, llega la separación. A los dos años. O a veces incluso a a los
seis meses. Yo ya fui padrino de matrimonios que a los seis meses se
terminaron. En fútbol es lo mismo. Es necesario un puntero derecho y uno
que juegue por la izquierda. Normalmente los mejores juegan en el
medio. Son los del centro los que juegan mejor.
Ivana Jinkings.– Hay controversia…
Juca Kfouri.– Ivana cree que el mejor es el puntero izquierdo [risas].
Lula.–
Depende. Si fueran un Canhotero, un Rivellino en la selección de 1970,
ahí sí. La democracia es buena porque es un aprendizaje todo el santo
día.
Juca Kfouri.– Volviendo a Boulos. ¿Usted cree que va a ser candidato?
Lula.–
Sí. Es una pena que haya elegido al PSOL. Boulos vino a conversar
conmigo. También habló con Dilma, con (el senador del PT por Río de
Janeiro) Lindbergh Farías y con (el editor de Opera Mundi) Breno Altman.
Y con Dilma habló una vez más. Estaba inquieto. Cuando vino a verme le
dije: “Boulos, querido, yo soy el único tipo con quien no tenés que
charlar. Primero, porque no voy a decir ni una palabra para que no seas
candidato. Lo único que lamento es que, sabiendo lo que pensás sobre un
partido político soñado, hayas entrado al PSOL. No deberías haberlo
hecho. Deberías construir algo nuevo. Si querés ser candidato,
presentate. De mi parte no vas a tener ni un gramo de confrontación. Soy
tu compañero.” Y él fue muy solidario conmigo. Me parece bueno para
Brasil que alguna gente comience a arriesgarse. Es noble para Brasil
tener a Manuela, a Boulos. Marina Silva ya no es tan noble. Pero será
bueno para Boulos. Va a darse cuenta de que a la gente no le gustamos
tanto como creemos que le gustamos. Va a darse cuenta de que no todos
los que nos saludan con amor, después nos votan.
Ivana Jinkings.– Presidente, retomando, para concluir: ¿por qué considera importante que usted sea otra vez candidato?
Lula.–
Estoy obligado a dejar mi humildad de lado y decirles una cosa con
mucha seriedad y serenidad. En este momento de la historia del país,
ante la ausencia de gente mejor hay que tener a alguien con
credibilidad. Alguien en quien la sociedad confíe. Alguien que recupere
la credibilidad internacional. Yo usaría 100 mil millones de reales de
las reservas para hacer que el país vuelva a crecer. Y sólo puede
proponerlo quien crea en lo que está haciendo. Si confío en mi propio
programa le puedo decir al pueblo brasileño: “Miren, no pueden continuar
así. El BNDES va a volver a financiar el crecimiento económico, la
Caixa Económica volverá a financiar la vivienda, el Banco do Brasil
volverá a financiar al pequeño productor y este país volverá a crecer”.
¿Aumentará la deuda? Sí. Pero la vamos a pagar. Y vamos a pagar cuando
el PBI crezca. ¿Alguien tiene el coraje de decir esas cosas en voz bien
alta? Yo tengo la credibilidad suficiente como para decirlo. Creo que
soy la persona con más credibilidad para hablarle a una persona de 80
años y a una de 20. Por eso que quiero volver. Estoy convencido de que
puedo ayudar a resolver los problemas del país. Así como estoy
convencido de otra cosa: la verdad vencerá.
Enlace a la presentación del libro Lula. La verdad vencerá,
en la Feria del Libro de Buenos Aires el pasado 1 de mayo en la que
intervinieron Dilma Rousseff, Ernesto Samper, Estela de Carlotto, Adolfo
Pérez Esquivel, Cuauhtémoc Cárdenas, Nicolás Trotta, Víctor Santa
María, Pablo Gentil e Ivana Jinkings.:
No hay comentarios:
Publicar un comentario