Emir Sader
La Jornada
La izquierda del siglo
XX fue una izquierda del Estado, que se valió del Estado para organizar
proyectos de nación, para hacer que el Estado empujara el desarrollo
económico, garantizara derechos sociales. Tuvo un rol fundamental, sobre
todo si pensamos que antes había un Estado estrictamente de las élites
dominantes, de las oligarquías primario exportadoras, que hacían del
Estado un instrumento estricto de sus intereses.
Cuando se agotó el ciclo largo expansivo del capitalismo
internacional y, con él, el modelo desarrollista, dos perspectivas se
presentaban en el horizonte. Ronald Reagan enarboló una, la vencedora:
el Estado habría dejado de ser solución, para ser problema. Y la forma
de enfrentar ese problema era reducirlo a sus proporciones mínimas, al
Estado mínimo, promoviendo el mercado a un rol de centralidad. El viejo
adagio del liberalismo recobraba nueva fuerza: el mercado es el mejor
asignador de recursos.
Aparentemente de forma contrapuesta a esa versión, surgió un relato
que también pretendía superar el agotamiento del Estado, pero
proponiendo a la
sociedad civilcomo su sucedáneo. Condenaba tanto o incluso más que la versión anterior al Estado. Toni Negri alcanzó a tildarlo de conservador, como pieza de museo. Holloway tenía esperanzas de que se podría cambiar el mundo sin el tomar el poder, sin el Estado.
Los primeros han realizado su sueño y han llevado el mundo a sus
desastres actuales, resultado de la centralidad de un mercado
descontrolado, mercado dominado por el capital especulativo y por los
grandes bancos privados. Los segundos han quedado relevados a la
intrascendencia, prisioneros de la trampa liberal de una sociedad civil
en contra del Estado.
La versión alternativa era otra. No era el abandono del Estado, sino
su democratización. No era ni el abandono a la esfera mercantil, ni el
retorno puro y simple a la esfera estatal, sino la construcción, a
partir del Estado y de organizaciones sociales, la esfera pública. Una
esfera de la ciudadanía, una esfera de los derechos iguales para todos,
la verdadera esfera democrática.
Lo gobiernos que han revertido el modelo neoliberal de la centralidad
del mercado son aquellos que se han valido del Estado para promover los
derechos sociales de todos, para rescatar el rol activo del Estado como
inductor del crecimiento económico y proyector de políticas externas
soberanas. Fueron los gobiernos antineoliberales de America del Sur.
Pero incluso éstos han recuperado al Estado, sin trasformarlo,
defendiendo a la sociedad de las consecuencias negativas de un mercado
descontrolado, pero sin democratizar al Estado, con la centralidad en la
esfera pública. Los aparatos de Estado han resistido, desde adentro,
con las alianzas con las fuerzas conservadoras desde afuera, para frenar
un amplio proceso de democratización política, social, económica y
cultural, de que carecen las sociedades contemporáneas.
Cuando los gobiernos antineoliberales se enfrentan a
obstáculos no deben ceder pura y simplemente al liberalismo tradicional,
al mercado, sino, al contrario, avanzar hacia la transformación radical
de los estados con la centralidad de la esfera pública. Porque la
contradicción fundamental en la era neoliberal es la que se da entre la
esfera mercantil –el afán de mercantilizar a todo, de trasformar
derechos en mercancías y ciudadanos en consumidores– y la esfera
publica, la esfera de los derechos para todos, la esfera de los
ciudadanos.
Se puede medir cuánto se ha avanzado en la superación del
neoliberalismo por la medida en que se ha avanzado en la extensión de
los derechos para todos y en la restricción de la mercantilización de la
sociedad. La medida en que se han fortalecido la educación pública, la
salud pública, por ejemplo, a expensas de la educación mercantil, de la
salud mercantilizada, el fortalecimiento de los bancos públicos a
expensas de los bancos privados.
La esfera pública no representa sólo la democratización de la
sociedad actual, sino apunta hacia una dinámica anticapitalista, en la
medida en que el eje y el proyecto central del capitalismo son la
mercantilización generalizada de todas las esferas de la sociedad,
transformar todo en mercancías, que todo tenga precio, que todo se pueda
vender y comprar. La esfera pública, por el contrario, promueve el
derecho de todos, la promoción de todos los individuos a ciudadanos,
esto es, a sujetos de derechos.
Para llegar a tener una izquierda de la esfera pública es
indispensable, antes que todo, además de una crítica radical de todos
los efectos negativos de la centralidad del mercado, desarrollar una
profunda conciencia pública, radicalmente democrática, un espíritu de la
centralidad de los bienes públicos, de las empresas públicas, de los
servicios públicos, del Estado como un instrumento en las manos de toda
la sociedad, ante todo de los trabajadores y del pueblo. El Estado no es
así ni la solución por sí solo ni el problema. Es un espacio de disputa
entre la esfera mercantil y la esfera pública. Cabe a la izquierda del
siglo XXI ser una izquierda de la esfera pública –que es la forma actual
de ser anticapitalista– para la construcción de sociedades
profundamente democráticas y de un mundo apropiado por sus pueblos a
partir de esos estados nacionales democratizados y centrados en la
esfera pública.
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