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miércoles, 26 de abril de 2017

El retorno del neoliberalismo en AL trajo de nuevo la corrupción, afirma Rousseff


Brasil siempre ganó cuando fue democrático; perdió cuando no lo fue, expresa

La región no vivió una etapa populista, sino gobiernos que abatieron las desigualdades

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Dilma Rousseff, ex presidenta de Brasil, y el ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano, en el contexto de la conferencia de prensa de ayer en Ciudad de MéxicoFoto María Luisa Severiano
Blanche Petrich
 
Periódico La Jornada
Martes 25 de abril de 2017, p. 15
Cuando se habla de escándalos de corrupción y de lucha anticorrupción casi siempre se habla de los políticos y no siempre de los empresarios, de los dueños el dinero, que son los que canalizan recursos obtenidos de un lucro ilegítimo y de la evasión de impuestos para obtener ventajas y beneficios de los políticos. Con este enfoque, Dilma Rousseff, la presidenta depuesta de Brasil, donde las acusaciones de prácticas corruptas cruzan hoy día todo lo largo y ancho del espectro político, ligó este tema con la gran oleada del retorno a las políticas neoliberales en América Latina y con el riesgo que esto significa para la democracia.
En una conferencia de prensa con la que inició su agenda de un día de visita a México, la ex presidenta sintetizó: La corrupción es un rasgo de las sociedades dominadas por la mercantilización y por el uso del dinero, por parte de quien lo tiene, para conseguir ventajas. Esa es la lógica de la corrupción. La concentración de dinero en pocas manos es lo que permite su mal uso.
Y remató que en el combate de este problema, que hoy sacude a varios países del hemisferio, México incluido, no basta con investigar: Hay que sancionar. Y hay que suprimir principalmente los paraísos fiscales y la evasión de impuestos de los grandes capitales, porque son éstos, y no los trabajadores y las clases medias, quienes no pagan la tributación debida. Y para ello, añadió, se requiere voluntad política, leyes adecuadas e instituciones.
Rousseff, didáctica y paciente, literalmente bateó al reportero que le preguntó sobre la forma en que han afectado a la región latinoamericana los gobiernos populistas.
–¿Usted qué entiende por populismo? –preguntó la ex ­presidenta.
–Gobernantes paternalistas que basan sus políticas en el asistencialismo y el paternalismo.
–No –respondió–. No concuerdo con usted de que América Latina hubiera tenido una etapa de políticas populistas. Tuvo un momento en que coincidieron va­rios gobiernos que aplicaron políticas que elevaron inequívocamente la ampliación de oportunidades para toda la población; que abatieron las desigualdades, la precarización de trabajo. No puedo caracterizar esta última década como populista, porque después del largo ciclo de gobiernos neoliberales, que privilegiaron su relación bilateral con Estados Unidos, de un periodo llamado de décadas perdidas, por primera vez vi gobiernos latinoamericanos que pusieron atención a los más pobres en uno de los continentes más desiguales del mundo. Todos los organismos multilaterales reconocieron estas políticas de combate de la miseria y el hambre.
En otro momento, Dilma Rousseff, economista de profesión, ministra de Energía y Minas y jefa de gabinete durante los periodos de gobierno del ex presidente Lula da Silva, negó que el golpe de Estado en su contra fuera necesario porque tenía al país en quiebra. Y manifestó su fuerte convicción en los valores democráticos.
Brasil siempre ganó cuando fue democrático. Sólo perdió cuando no lo fue. Recordó que en su ya larga vida –tiene 71 años– vivió dos golpes de Estado. El primero, el golpe militar de 1964, cuando fue detenida, torturada y encarcelada durante 13 años, cuando era muy joven. Y el segundo, que la depuso de la presidencia, el año pasado.
Recordó que la derecha aprovechó una crisis política fabricada por los partidos conservadores para dar el golpe. Cuando se inició el debate para desaforarla y destituirla, se decía que ella había llevado a su país a la quiebra. Pero Brasil estaba muy lejos de estar en quiebra.
Para probarlo, recordó que Michel Temer, actual presidente asignado por el Congreso, afirmó apenas dos meses después de asumir el mando que el gran gigante sudamericano goza de una economía robusta.
Rousseff comentó: Una economía robusta no se construye en dos meses. Explicó que fueron 13 años de políticas populares y responsables las que dejaron a esa nación con una de las reservas monetarias más grandes del mundo, con una tasa de desempleo que fue la más baja históricamente, con un colchón de liquidez que le permite hoy día recaudar impuestos y endeudarse y que logró que Brasil quedara, por primera vez en su historia, fuera del mapa de los países con mayores índices de hambre.

La razón de fondo
Agregó que a partir de la oleada de gobiernos de derecha que retomaron el control en buena parte del hemisferio, veo una vuelta muy grave al neoliberalismo, esto es muy grave para la democracia y también es muy grave para el combate a la corrupción, que con estos gobiernos populares se estaba frenando.
Y a la postre, enfatizó, esa fue la razón de fondo de su desafuero y su destitución por parte de un sector de congresistas que, paradójicamente, hoy están enjuiciados por corrupción.
“La causa de mi impeachment no fue, como ellos decían, porque yo tenía la economía de Brasil estancada. Uno de los componentes fue que a ese grupo le urgía detener las investigaciones de corrupción que ya les estaba llegando muy cerca. Pero creo que el motivo principal fue encuadrar a Brasil en las políticas neoliberales, incluso en lo regional. Nosotros impulsamos una fuerte relación multilateral, no sólo porque tenemos la misma razón, sino porque tenemos ahí mismo uno de los mercados más importantes. También pusimos el esfuerzo en nuestra relación con África, porque fuera de ese continente Brasil es el país negro más grande del mundo, apenas después de Nigeria. Ese es el componente racial, íntimamente ligado al de la exclusión. Esto se resume en un pacto fundamental: mujeres negras.”

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