La Jornada
A México lo atacan desde afuera y desde adentro.
Desde afuera, el nuevo presidente de Estados Unidos lidera una feroz
ofensiva contra la soberanía y la dignidad de la nación mexicana. Donald
Trump parece haber encarnado todas las obsesiones racistas y coloniales
de un importante sector de las élites estadunidenses. Unas élites que
siempre han contado con sumisos, complacientes y generosos aliados en la
derecha política mexicana y en los sectores empresariales o mediáticos
más poderosos del país.
Desde adentro, México sufre las gravísimas consecuencias de una larga
secuencia de gobiernos neoliberales que han multiplicado la pobreza, la
exclusión, el abandono y la violencia que carcome la vida de millones
de mexicanos y mexicanas todos los días. Así, a pesar de las promesas de
prosperidad que acompañaron la firma del Tratado de Libre Comercio con
Estados Unidos y Canadá, desde 1993, se mantuvieron o aumentaron los
niveles de pobreza, la desigualdad y la injusticia social. Este proceso
explica que, en medio de tanta miseria y abandono, México posea el
cuarto hombre más rico del planeta y 35 multimillonarios en la lista de
las fortunas más poderosas del mundo. Pero el caso mexicano pone
trágicamente en evidencia que la desigualdad extrema no vulnera sólo los
ingresos y las oportunidades de consumo de los más pobres. La
desigualdad corroe las bases de la democracia.
México es una de las naciones más violentas del mundo sin guerras (¿o
será que hay guerras en México?), donde el homicidio es la principal
causa de muerte de los jóvenes más pobres, donde se siguen ejerciendo
brutales violaciones a los derechos humanos de las poblaciones indígenas
y campesinas, donde se multiplican las altísimas tasas de feminicidio y
se amplía una ya persistente y estructural violencia política que acaba
con la vida de dirigentes, líderes y lideresas sociales. También, con
altísimos niveles de violencia contra los periodistas que denuncian los
delitos, abusos y atropellos que cometen las élites políticas locales,
amparados y protegidos por el narcotráfico y, no pocas veces, por las
propias fuerzas de seguridad. Desde que comenzó el gobierno de Enrique
Peña Nieto, ya han sido asesinados más de 100 periodistas
independientes. Miroslava Breach fue una de las más recientes.
La violencia es una de las facetas más brutales de la desigualdad.
Como también lo son los altísimos niveles de injusticia de género,
generacional y ambiental, de injusticia educativa y cognitiva que no han
parado de crecer en México durante las últimas décadas. La coyuntura
mexicana es extremadamente compleja y, al mismo tiempo, desafiante. Sus
perspectivas presentes son altamente preocupantes para los que defienden
la democracia en América Latina y el mundo. Asimismo, se abren grandes
posibilidades de transformación y de cambio en las elecciones nacionales
que se realizarán el año que viene.
México siempre ha sido un país de enormes contrastes. Una dinámica
que, como no podría ser de otra manera, se expresa también en sus luchas
políticas y sociales. Si el país es un doloroso ejemplo de élites
políticas y empresariales corruptas que han saqueado la nación sin otro
control que su inagotable avidez de despotismo; también es el escenario
en el que se despliegan gran diversidad de dinámicas de organización
democrática y ciudadana, un vigoroso y creativo movimiento indígena y
campesino, activas formas de movilización de las mujeres, de los
maestros, de los estudiantes y de los movimientos y organizaciones que
luchan contra el extractivismo y en defensa de los bienes comunes. Hay
un México de la opresión, feudal y prepotente. Pero también hay un
México que renace con la movilización democrática, con el compromiso y
la vitalidad de luchas que se multiplican, construyendo un nuevo
presente y un nuevo futuro para ésta, que siempre ha sido la cuna de la
libertad americana.
Por estos motivos, el Consejo Latinoamericano de Ciencias
Sociales (Clacso), una red internacional que reúne más de 600
instituciones académicas en 47 países del mundo, ha decidido comenzar en
México los festejos por el cincuentenario de su creación. Nos
reuniremos aquí 24, 25 y 26 de abril con un gran coloquio internacional
sobre el futuro de América Latina. Nuestra invitada especial será la
presidenta electa de Brasil, Dilma Rousseff.
Pero nos reuniremos aquí también para agradecer a México el
permanente compromiso que siempre ha tenido con las ciencias sociales
latinoamericanas. México ha sido el país de América Latina más abierto y
generoso con las ciencias sociales y las humanidades. Fue aquí donde
llegaron decenas de cientistas sociales que escapaban de las dictaduras
del sur e, incluso, antes de ellas, de la dictadura franquista. Es
México el país latinoamericano que ha mantenido una activa cooperación,
movilidad e intercambio de profesores, investigadores y alumnos de las
ciencias sociales y las humanidades. Un ejemplo de ello es el gran
programa que llevan a cabo el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología
(Conacyt) y Clacso, iniciativa que ha permitido que centenares de
jóvenes de toda América Latina hicieran sus maestrías y doctorados en
instituciones académicas mexicanas.
Nos reuniremos en México para decir que estamos con ustedes y que nos
sumamos a su lucha por un país mejor, más justo y democrático. Nos
reuniremos aquí para decirles gracias por todo lo que siempre han hecho
por las ciencias sociales y por las humanidades en América Latina. Nos
reuniremos aquí porque la hora de México ha llegado. Como tantas otras
veces, México volverá a iluminar el camino de la esperanza y de la lucha
por la emancipación social en nuestra América. Como tantas otras veces,
México nos ayudará a recomponernos para ganar la fuerza que necesitamos
para organizarnos y luchar mejor.
Por eso, hoy más que nunca, estamos con México y nos multiplicamos en
los millones de mexicanos y mexicanas que sueñan y trabajan cada día
por un futuro de justicia e igualdad.
*Secretario ejecutivo de Clacso. Profesor de la Universidad del estado de Río de Janeiro
No hay comentarios:
Publicar un comentario