Cuando cambian las relaciones
jurídicas sin que cambien las relaciones sociales de producción y el
Estado pasa a ser propietario de todo, los obreros siguen siendo
asalariados y están subordinados a los administradores que deciden como
si fuesen patrones, estamos en presencia de un capitalismo de Estado,
según la calificación que dio Lenin a la Prusia en guerra en 1870 y a la
Unión Soviética mientras él vivió.
El lento proceso de construcción de un régimen de abundancia que haga
posible el socialismo requiere –durante un largo periodo– el mercado
controlado por los trabajadores y su Estado, y en los países
tecnológicamente atrasados por fuerza será necesaria una larga
convivencia entre la producción precapitalista, la capitalista
comercial, la artesanal y la industrial avanzada.
La adopción por Cuba del modelo de la Unión Soviética le impuso la
estatización de todo, una planificación económica desde arriba y sin
control de los trabajadores y el usufructo de la propiedad común por la
burocracia, que cada vez más tiende a identificar sus intereses privados
y su bolsillo con los del Estado y a decidir privadamente sobre los
bienes comunes.
La identificación del partido con el Estado aún capitalista de Estado
y el predominio de éste sobre el primero, que se fija objetivos
anticapitalistas, se vio agravada considerablemente por la carencia
antes de la revolución democrática de un partido socialista
revolucionario. No hubo así quien preparase previamente sus cuadros para
la construcción de un poder democrático mediante una libre y
democrática discusión interna y mediante balances públicos de lo
planeado y lo realizado.
El Che describió –en 1960, fresco aún el triunfo, dos años
antes de la fundación del Partido Comunista Cubano (PCC)– lo que según
él era el equipo revolucionario. Decía Guevara:
Al fin y al cabo, Fidel Castro era un aspirante a diputado por un partido burgués tan respetable como podía ser el partido Radical en la Argentina, que seguía las huellas de un líder desaparecido, Eduardo Chibás, que podríamos hallar parecidas a las del mismo (Hipólito) Yirigoyen; y nosotros, que lo seguíamos, éramos un grupo de hombres con poca preparación política, solamente una capa de buena voluntad y una ingénita honradez(carta del 12 de abril de 1960 a E. Sábato, reproducida por Fernando Martínez Heredia; Che, el argentino, Buenos Aires, 1997, pág. 68, Ed. De Mano en Mano). (Martínez Heredia, muy ligado al Che, dirigió la revista marxista cubana Pensamiento crítico y recibió recientemente el premio nacional cubano de Ciencias Sociales).
Como resultado de la identificación del partido, que debería ser
independiente, con la administración estatal a la que debería dirigir,
la burocracia, que el bloqueo imperialista fomenta y aumenta, no tiene
control, como pasó en la Unión Soviética.
Eso hace que existan tres economías, una oficial y dos florecientes,
pero ocultas: la del mercado negro y la delincuencia y corrupción y la
de quienes realizan privadamente tareas formalmente ilegales o trabajos
legales, pero con materia prima, instrumentos y maquinarias estatales o
trabajan sin respetar los controles y las leyes, como las jineteras y jineteros
de turistas. Las dos monedas de curso legal –la de los privilegiados y
la de la gente común– impulsan estas dos últimas economías ocultas, sin
las cuales no podrá funcionar la economía. Existe también la parte
exógena de la economía, las remesas del 17 por ciento de la población
emigrada, las cuales dependen de la economía de otros países. Esto
requiere una solución urgente, pero una reforma burocrática hecha por la
burocracia y contra los privilegios de ésta es impensable.
Queda, pues, como esperanza, la posibilidad de que la parte no
burocrática del Partido Comunista y los revolucionarios
antimperialistas e incluso socialistas que no forman parte de éste
rompan la costra de resignación y pasividad de una parte de la juventud y
de los trabajadores, separen el partido del Estado y den vida a una
ampliación y profundización de la democracia en Cuba.
Para lograr al menos la seguridad alimentaria el Estado debería
fomentar mercados regionales directos, orientar a los campesinos sobre
qué cultivar, pero dejar que ellos decidan lo que producen y venden,
concederles el uso de la tierra en enfiteusis durante 99 años y fomentar
su producción sin imposiciones de ningún tipo y con ayuda técnica. Eso
implica mercados de las cooperativas y los cultivadores directos
orientados por precios de fomento estatales y apoyo tecnológico y
educativo. Para moderar el clima es necesaria una intensa campaña de
reforestación, con creación de bosques madereros y frutales y el
desarrollo de los planes para la creación libre de huertos municipales,
que ayuden a reducir el problema del abastecimiento y de los fletes.
La elevación de la productividad y el estímulo a las innovaciones
tecnológicas requieren que los trabajadores se sientan protagonistas de
su propio destino y del de Cuba; es decir, una plena democracia sindical
y el control obrero en las empresas estatales para evitar la corrupción
y los despilfarros.
En cada empresa los trabajadores deben poder elegir libremente,
incluso por listas concurrentes, quién es su dirigente sindical y las
asambleas deben discutir no sólo las condiciones de producción y de
trabajo, sino todo para hacer propuestas al respecto. El sindicato debe
dejar de ser correa de transmisión de las órdenes del partido para
representar a los trabajadores.
Para enseñar a la población a pensar políticamente es indispensable
una prensa que informe realmente, que critique, que investigue y en la
que haya debate de ideas.
En Cuba existen hoy tendencias no declaradas en el PCC y otros
partidos(el de la Iglesia católica y el socialdemócrata son los principales). La revolución ganaría si pudieran discutir abiertamente sus ideas y propuestas. La oscuridad política actual impide participar a la población, desperdicia su creatividad y sirve a las maniobras del imperialismo, que sabe muy bien con quién tomar contacto (sigue).
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