El 6 de abril, durante su comparecencia
ante el Comité de Servicios Militares del Senado, el jefe del Comando
Sur de Estados Unidos, almirante Kurt Tidd, amenazó con una intervención
militar directa en Venezuela bajo la falaz doctrina de la
seguridad colectiva regionalde la Organización de los Estados Americanos (OEA).
En la entrega de su informe de posición sobre las
redes de amenazasen América Latina y el Caribe, la advertencia del máximo jefe militar del Pentágono para la región parece inscribirse en una escalada de la operación Libertad Venezuela (Venezuela Freedom), que a nivel político-ideológico cuenta con el accionar concertado del secretario general de la OEA, Luis Almagro, un bloque de gobiernos de derecha liderado por el presidente mexicano, Enrique Peña Nieto −nuevo
socioen las aventuras belicistas de Donald Trump−, y grandes corporaciones petroleras y de la industria del entretenimiento, como Exxon Mobil y CNN.
Articulado con la orden ejecutiva de Barack Obama que declaró a Venezuela una
amenaza inusual y extraordinaria a los interesesde EU, el guión de Tidd es el mismo que diseñó su antecesor, general (r) John Kelly, actual secretario de Seguridad Nacional de la administración Trump. Fue Kelly, quien ante un comité del Senado el 12 de marzo de 2015, expuso que la primera fase de la operación Libertad Venezuela había conseguido parte de sus objetivos, al lograr generar una situación de caos y desestabilización política en territorio venezolano, combinando las guarimbas (acciones callejeras y el empleo dosificado de violencia armada que dejó medio centenar de muertos) con asesinatos selectivos, sabotajes contra instalaciones estratégicas y acciones paramilitares en la frontera colombo-venezolana.
Dos años después Tidd repite el mismo guion: la situación política y económica, y la creciente
crisis humanitariaen Venezuela podrían derivar en una
respuesta regional. El objetivo a corto y mediano plazos de la acción instrumentada por el Pentágono y el Departamento de Estado bajo cobertura de la OEA, es echar a andar de manera escalonada las medidas de fiscalización, injerencia coercitiva y sanción introducidas en la Carta Democrática Interamericana el 11 de septiembre de 2001, lo que podría derivar en un bloqueo y la suspensión de Venezuela como Estado parte del organismo, como fase previa para
legitimaruna intervención multilateral bajo el tutelaje militar de Washington por razones
humanitarias.
Desde su llegada a Washington en marzo de 2015, la gestión de Luis
Almagro ha logrado rescatar de las cloacas de la historia el verdadero
espíritu injerencista del organismo hemisférico, aquel que en enero de
1962, cuando la conjura contra Cuba en Punta del Este, Uruguay, llevó a
que la OEA fuera definida por el diplomático cubano Raúl Roa −
el canciller de la dignidad− como ministerio de colonias de Estados Unidos.
En noviembre siguiente, Almagro recibió en la OEA a Lilian Tintori,
esposa de Leopoldo López −encarcelado en Venezuela por ser uno de los
principales promotores del plan golpista La salida, que en 2014
causó 43 muertos y 900 heridos−, con lo que tácitamente se inscribía en
el cronograma del Pentágono dirigido a derrocar a Nicolás Maduro. Hasta
entonces Almagro había corrido con bandera de
izquierdista, por haber sido el canciller del ex presidente y actual senador uruguayo José Mujica, quien lo promovió a la secretaría de la OEA.
La prueba fehaciente del viraje político de Almagro fue cuando su nombre apareció en un
papel de trabajodel almirante Tidd, fechado el 25 de febrero de 2016. Diseñado por la llamada
comunidad de inteligenciae inscrito en la estrategia de rollback −de dominio y vuelta atrás−, el informe afirmaba haber
convenidocon Almagro la aplicación de la Carta Democrática de la OEA contra Venezuela, en el contexto de una guerra de espectro completo elaborada en junio de 2000 por la Dirección de Políticas y Planes Estratégicos del Ejército de Estados Unidos (ver Documento Joint Vision 2020), que es la matriz doctrinaria de todos los manuales y proyectos de guerra no convencional desarrollados hasta el presente contra el proceso bolivariano y otros países del área con gobiernos progresistas.
Según la propia descripción del almirante Tidd, la estrategia
subversiva estaba siendo ejecutada por agentes encubiertos del Comando
de Operaciones Especiales, la Fuerza Conjunta Bravo, con asiento en la
base de Palmerola (Soto Cano), en Comayagua, Honduras, y la Fuerza de
Tarea Conjunta Interagencial Sur (inteligencia), y era concebida como
una
operación de amplio espectro, conjunta y combinadaque contemplaba una
fase terminalhacia julio-agosto de 2016. Para ello, el plan requería del posicionamiento mediático de que en Venezuela existía una
crisis humanitariay una matriz de opinión que manejara a escala internacional el escenario de que el país estaba
cerca del colapsoy una
implosión.
Sustento de las guerras asimétricas (o híbridas) y los
golpes blandoso
institucionalesde nuestros días (como el golpe de Estado parlamentario contra Dilma Rousseff en Brasil), la doctrina de espectro completo −citando a Tidd− emplea
recursos diplomáticos, militares, económicos, financieros, de inteligencia, jurídicos y de información(una vasta plataforma comunicacional que incluye televisión, circuitos radiales, prensa escrita, redes digitales) y echa mano de grandes corporaciones y lobbys empresariales, operadores políticos de la derecha internacional y sus intelectuales orgánicos, actores no estatales (ONG), jerarcas religiosos y agrupaciones estudiantiles.
Es en ese contexto que hay que inscribir el papel de Almagro como
peón de Washington, que cobraría vuelo a partir de mayo de 2016, cuando
en vísperas de la 46 Asamblea General de la OEA calificó al presidente
Maduro de
dictadorzueloe intensificó sus labores de cabildeo con la finalidad de echar a andar la aplicación de la Carta Democrática contra Venezuela, como vía para imponer la tutela de Washington.
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