Emir Sader
Después de largos procesos de discusión entre
las múltiples tendencias internas del Partido de los Trabajadores (PT)
de Brasil, la organización llegó finalmente a dos candidaturas a su
presidencia. Son dos nombres de la nueva generación de dirigentes, de
los más activos en la lucha contra el golpe y en la oposición al
gobierno de Michel Temer.
Los dos nombres presentados a la militancia del PT son los de dos
jóvenes senadores: Gleisi Hoffman y Lindbergh Farias. Ambos defienden
posiciones similares: el planteamiento de que el PT vuelva a centrar su
accionar a partir de las bases, de los movimientos populares, que tenga
una posición combativa respecto del gobierno surgido del golpe. Los dos
proponen un balance de la actuación del PT que parta de los
extraordinarios resultados positivos logrados a lo largo de los dos
gobiernos, pero a la vez una autocrítica y la búsqueda de formas de
superación de graves problemas no resueltos.
Entre éstos están la democratización de los medios de comunicación,
la superación de los desvíos cometidos por el partido y por algunos de
sus miembros, como consecuencia de la adopción de los métodos de
financiamientos privados de las campanas electorales. Hay en los dos
plena conciencia de cómo la imagen del PT fue revertida del partido de
la ética en la política para una imagen pública de un partido que se ha
dejado involucrar en casos de corrupción.
Ambos han sido proyectados en la vida política durante los gobiernos
del PT; los dos senadores, una por Paraná, otro por Río de Janeiro,
ambos procesados en alguno de los procesos con que intentan criminalizar
la acción política del PT.
La crisis del PT es tema del congreso del partido, que se celebrará
los días 1º, 2 y 3 de junio. Pero hay conciencia de que el futuro de PT,
así como de Brasil, depende del futuro de Lula. En caso de que sea
candidato y, en ese caso, tiene todas las posibilidades de ganar y
volver a ser presidente de Brasil, el partido tendrá la perspectivas de
superar, en la práctica, los errores que ha cometido. De lo contrario,
los balances que se hagan servirán para cambiar las formas de acción del
partido, pero sin recuperar la capacidad de volver a trasformar el
país.
¿Qué diferencias hay entre los dos candidatos? Muy pocas en las
posiciones políticas, al punto de que Lula, que ha convencido a Gleisi
que saliera candidata, consciente de que es la mejor posibilidad para
dirigir el PT en estas circunstancias, crea que con su nombre lanzado,
Lindbergh retiraría su candidatura. Lo llamó para intentar convencerlo
de apoyarla, pero no lo logró.
En el estilo sí hay diferencias entre los dos. Lindbergh se
caracteriza por ser más individual, mientras Gleisi tiene formas más
colectivas de actuar, una de las razones que probablemente ha llevado
Lula a preferirla; en un momento en que el PT requiere direcciones
colectivas, necesita la movilización de toda su militancia para superar
su crisis.
El PT sigue siendo, de lejos, el partido de más adhesión, de mayor
prestigio, de mayor cantidad de militantes. Pero indudablemente perdió
mucha influencia, así como el conjunto de la izquierda, incluyendo a los
movimientos sociales. La izquierda brasileña en su conjunto, incluyendo
partidos y movimientos sociales, no está dividida, tiene posiciones muy
similares; no hay temas que la dividan centralmente, pero tiene
bastante menor capacidad de influencia que hace algunos anos. La
derecha, con su ofensiva política e ideológica, ha logrado aislar, en
gran medida, a la izquierda, de grandes sectores de masa.
Lo único que rompe ese aislamiento es la popularidad de Lula,
fenómeno que no sólo se mantiene, como se extiende, en la medida en que
el gobierno de Temer desarrolla políticas intensamente antipopulares,
quitando derechos de las personas en masa, así como provocando recesión y
desempleo a gran escala. Si logra ser candidato –y hay movimientos en
la misma política tradicional que se pronuncian de que no hay derecho de
sacarlo de la disputa electoral–, gana. Si no, lanza algún otro nombre
del PT, al cual pueda transferir todo el caudal de prestigio que tiene
Lula.
Mientras, el PT presenta a dos nombres de dirigentes jóvenes, de gran
prestigio, que deben desarrollar debates de alto nivel sobre el futuro
del país y del partido, en los próximos meses, hasta el congreso del
partido. Antes incluso del congreso debe ser lanzada la precandidatura
de Lula, como otra forma de garantizar su candidatura, con elaboración
de lo que debe ser su nueva plataforma para Brasil. Los que daban al PT y
a Lula como cadáveres políticos se han equivocado una vez más.
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