Si
en los Panamericanos de 2011, a los que sirvió de sede, México obtuvo
un honroso cuarto lugar con 42 medallas de oro, 41 de plata y 50 de
bronce (133 en total), cuatro años después descendió hasta el sexto con
22 de oro, 30 de plata y 43 de bronce (95 en total), superado por las
potencias del hemisferio, Estados Unidos, Canadá, Brasil y Cuba (en ese
orden), y por una sorprendente Colombia que recogió los 27 frutos
dorados de una política deportiva pensada a largo plazo, la misma
política que en Río 2016 la llevó al puesto 23 del medallero (38 en
Londres 2012).
Las razones para explicar el olímpico fracaso
mexicano en Río —no cabe otro calificativo: las tres preseas conseguidas
en un solo día, la víspera de la clausura, fueron tres batallas ganadas
en una guerra ya perdida— van más allá del culpable de ocasión, dígase
Alfredo Castillo, actual director de la Comisión Nacional de Cultura
Física y Deporte (Conade), y de los puntuales desencuentros de esa
entidad con varias federaciones deportivas nacionales y el Comité
Olímpico Mexicano (COM) que encabeza Carlos Padilla.
La
ausencia de medallas es el resultado de años de bregar con estructuras
disfuncionales, recursos deficiente o corruptamente manejados e
instalaciones deportivas inapropiadas que impiden el progreso sostenido
de las posibilidades deportivas latentes en un país con casi 120
millones de habitantes. Es resultado además, en tanto espejo del
entramado social de la nación, de los mismos males que han hecho de
México un territorio en el que conviven la riqueza y la pobreza extremas
(del multimillonario Carlos Slim al drama del hambre en la sierra
Tarahumara), un país en el que las contingencias de su sistema
educativo, rehén de las pugnas Gobierno — sindicatos, terminan por
filtrase hasta la educación física y su eventual corolario, el deporte
de alto rendimiento, rehén de las hostilidades Conade — COM —
Federaciones deportivas.
Lea más: La tristeza y vergüenza de México por el desempeño en RíoEn esa subordinación del deporte a la política habita otro factor que ilustra el fracaso mexicano en Río 2016. Ello explica que puestos directivos estén ocupados por personas sin la formación idónea para ello como pago a favores de naturaleza extradeportiva. El ya mencionado titular de la Conade, se sabe, es abogado de profesión y se ha desempeñado, entre otros cargos, y con más sombras que luces, como procurador de Justicia en el estado de México y como titular de la Comisión para la Seguridad y el Desarrollo Integral de Michoacán.
Ello
explica entonces su preocupación por el oscuro manejo de los recursos
que reciben del Gobierno las federaciones deportivas nacionales, como si
todos los males del deporte mexicano fueran de índole financiera.
Mucho
se ha publicitado la recolecta de dinero por parte de púgiles aztecas
para asistir al Mundial de Boxeo celebrado en el 2015 en Doha, Catar,
donde algunos obtendrían su pase a los Juegos Olímpicos, luego de que la
Conade le retirara el apoyo a la Federación Mexicana de Boxeo por
diferencias con su directiva. Sin embargo, la medalla de bronce lograda
por Misael Rodríguez en esas condiciones habla más de su capacidad
boxística que de la idoneidad de los dirigentes deportivos que lo
llevaron a 'mendigar' su boleto a Río.'Citius, altius, fortius' (más rápido, más alto, más fuerte)
Para
cambiar drásticamente el actual panorama del deporte mexicano, resulta
una verdad de Perogrullo que las transformaciones no deben limitarse al
entramado directivo y financiero del deporte de alto rendimiento. Es un
problema de raíz y no de podas decorativas en el follaje oficinesco de
la 'arboladura' deportiva. La eventual detección de talentos apenas si
sería el inicio de un trabajo para el que se necesitan profesores de
Educación Física que desde la base trabajen con niños y niñas con
aptitudes especiales para la práctica del deporte, así como entrenadores
capaces de encauzar correctamente esas aptitudes.
En ese sentido,
una encuesta del primer trimestre de 2016, cuyas cifras no creo que
hayan variado mucho, dibujaba un panorama más bien desolador en cuanto
al número de especialistas deportivos existentes y la población del país
a la que debían atender: un especialista para 9.404 personas. Aunque
signifique una mejoría respecto a lo existente tres años atrás —un
especialista para 14.574 personas—, resulta aún una estadística
insuficiente para detonar el talento deportivo en un país que en muchas
ocasiones apoya a sus atletas solo después que estos hayan alcanzado
cierto nivel de competitividad a nivel internacional, toda vez que el
financiamiento público es relativamente exiguo (para el 2014 fue de
37,61 pesos por habitante al año) y el proveniente de la iniciativa
privada casi inexistente.Más aquí: México lamenta el fracaso de su delegación olímpica en Río
Sin una política que permita la pronta detección de talentos (citius), sin recursos para desarrollar al máximo sus competencias (altius), sin capacidad para retenerlos y consolidarlos ante las urgencias que a muchos les impone la vida (fortius), México seguirá siendo un país en deuda con la frase pronunciada por el barón Pierre de Coubertin, el padre del olimpismo moderno, al inaugurar los juegos de Atenas 1896, un país donde a trechos aparecerán figuras capaces de brillar en las más importantes justas del orbe, pero nunca la potencia deportiva que se insinúa en su vastedad demográfica y el poder de su economía en el concierto de las naciones.
LA OPINIÓN DEL AUTOR NO COINCIDE NECESARIAMENTE CON LA DE SPUTNIK
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