Desde
hace algún tiempo y con mayor frecuencia en estos últimos años, es
normal que deportistas de países pobres o menos desarrollados se
nacionalicen y compitan por otros. Los motivos suelen ser diversos:
salarios más altos, la oportunidad de estudiar fuera, contar con
entrenadores de élite, los malos manejos del deporte en sus países de
origen o la oportunidad de competir en unos Juegos Olímpicos. No es, por
tanto, de extrañar que, con el nivel de los cubanos, algunos de ellos
se sumen a esta lista.
A
estos se suman los bronces conseguidos por Yasmani Copello, en los 400
metros vallas, representando a Turquía, y el del luchador del estilo
libre Frank Chamizo en los 65 kilogramos, para Italia.
Y
esto se vio en parte reflejado en el resultado final de la isla en Río,
pues, aunque Cuba cumplió la meta de terminar entre los 20 primeros
países en la tabla de posiciones al alcanzar el puesto 18 (cinco de oro,
dos de plata y cuatro de bronce), dejó un déficit de preseas y
resultados como delegación olímpica. Hace cuatro años, en Londres, se
sumaron 14 (5-3-6); en Pekín 2008, se lograron 24, pero solo dos títulos
(2-11-11).
Lo que no hay dudas es que un país que hizo tanto esfuerzo en desarrollar el deporte hasta alcanzar el estrellato, no merece esto. Si no se hace algo pronto para llegar al 2020 con mejores expectativas y posibilidades reales en muchas disciplinas, seguiremos viviendo la salida de muchas figuras y nos convertiremos en un número más en las estadísticas olímpicas.
LA OPINIÓN DEL AUTOR NO COINCIDE NECESARIAMENTE CON LA DE SPUTNIK
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En Río 2016, casi una
veintena de nacidos en la isla representó a otras naciones, empezando
por el corredor de 110 metros vallas Orlando Ortega, quien compitió por
Cuba hasta el año 2013 y en la cita suramericana ganó la medalla de
plata corriendo por España, tras llevar un tiempo entrenando y viviendo
en la península ibérica.
A
su vez, el boxeador cubano Lorenzo Sotomayor logró la plata para
Azerbaiyán en la división de los 64 kilogramos, tras superar en cuartos
de final a su compatriota Yasniel Toledo, quien competía por Cuba y lo
había derrotado en sus anteriores combates.
Mientras, Osmany
Juantorena (sobrino del célebre campeón Alberto Juantorena), se agenció
la plata olímpica con el combinado de voleibol de Italia, tras caer en
la final ante el plantel local.
Osmany Juantorena, el voleibolista cubano de Italia
Otros
cubanos también estuvieron en la lid brasileña, con mejores o peores
resultados, pero todos con la particularidad de hacerlo bajo la bandera
de un país que no es el suyo de nacimiento y de formación.
Algunos
de estos deportistas dejaron Cuba hace unos años, pero otros lo
hicieron recientemente, en su mayoría para buscar un beneficio económico
y conseguir mejores opciones fuera de un país lleno de talentos, pero
con condiciones actuales que dejan mucho que desear para el
entrenamiento de atletas de alto rendimiento.
Ahora,
ni el atletismo, ni el judo, ni el canotaje, ni el taekwondo pudieron
acercarse a los pronósticos previos a la competencia, haciendo de este
el peor resultado en total de medallas desde Múnich 1972.
Siempre
podemos ver el vaso medio vacío o medio lleno, por lo que, mientras unos
nos comparan con los resultados de otros países subdesarrollados, otros
lo ven como una ratificación del mal estado general del deporte cubano.Lo que no hay dudas es que un país que hizo tanto esfuerzo en desarrollar el deporte hasta alcanzar el estrellato, no merece esto. Si no se hace algo pronto para llegar al 2020 con mejores expectativas y posibilidades reales en muchas disciplinas, seguiremos viviendo la salida de muchas figuras y nos convertiremos en un número más en las estadísticas olímpicas.
LA OPINIÓN DEL AUTOR NO COINCIDE NECESARIAMENTE CON LA DE SPUTNIK
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