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lunes, 22 de agosto de 2016

American Curios: ¿El fin de la libertad?



David Brooks
La Jornada
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El presidente estadunidense, Barack Obama, acompañado de su esposa, Michelle, y sus hijas Malia y Sasha (ambas a la derecha), al bajar del Air Force One en Cape Cod, Massachusetts, en el regreso de sus vacaciones de verano. Al jefe de la Casa Blanca le espera una agenda apretada, que incluye presionar al Congreso para destinar recursos a la protección contra el virus del zika, entre otros asuntos Foto Ap

El libre comercio es un concepto casi sagrado en la cúpula económica y política de Estados Unidos, parte de un consenso que ha logrado imponer la tesis de que la libertad se define por el libre mercado/libre comercio. Es el pilar del modelo neoliberal que ha imperado durante las últimas tres décadas, pero ahora ese consenso dentro de Estados Unidos se está derrumbando; algo que podría tener serias implicaciones para los socios de este país, incluido Mexico.
Y eso, alertan algunos, podría marcar el fin del consenso neoliberal en Estados Unidos.
Nunca antes los candidatos presidenciales de ambos partidos nacionales han cuestionado el libre comercio y expresado su oposición a los tratados comerciales tanto los que están en negociación como los existentes, entre ellos el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN).
En cada uno de sus discursos, casi sin excepción, el candidato presidencial republicano Donald Trump ha destacado su crítica contra el TLCAN y demás acuerdos, y ha prometido que si es electo los renegociará y si no se aceptan sus propuestas Estados Unidos se retirará del TLCAN, entre otros. A menudo este punto se pierde entre los exabruptos y las posiciones extremistas antimigrante y antimusulmán, pero ha sido fundamental desde que arrancó su campaña presidencial hace un año y explica en gran medida el apoyo que ha recibido de varios sectores, como el de trabajadores blancos en zonas industriales y pequeños comerciantes y otros empresarios que han sido directa y adversamente afectados por los tratados de libre comercio.
Hillary Clinton, la candidata presidencial demócrata, quien hasta hace unos momentos era una gran campeona y promotora del libre comercio –su esposo Bill fue quien promulgó en ley el TLCAN y como secretaria de Estado de Barack Obama dedicó parte de su tiempo a promover los acuerdos ahora en negociación (el Transpacífico o TPP y otro con Europa)–, se ha visto obligada a pronunciarse en contra del TPP y resaltó como las promesas del TLCAN no se han cumplido.
Este giro se debe en gran parte a la competencia con Trump por el voto en zonas industriales, y, por otro lado, al reto desde su flanco izquierdo, hasta hace poco representado por Bernie Sanders, pero que sigue presente por sus millones de votantes.
Vale repetir que a pesar de la constantemente comentada división y polarización política en este país y en Washington, las cúpulas de ambos partidos siempre lograron unirse para defender el libre comercio. De hecho, la gran prioridad del presidente Obama en sus últimos meses en la Casa Blanca es lograr la aprobación del ATP, y todos saben que la única manera que el mandatario demócrata puede lograr esto es con el voto de la mayoría de los legisladores republicanos (el presidente no cuenta con la mayoría del voto de su propio partido). Así, como si fuera un milagro, de repente el presidente y sus supuestos opositores republicanos pueden trabajar conjuntamente para promover el libre comercio, ovacionados por la Cámara de Comercio de Estados Unidos, Wall Street, y otras partes de la cúpula económica del país.
Mientras la cúpula económica y política ha impuesto su consenso, nunca ha contado con el apoyo de la opinión publica (esto a pesar de décadas de invertir millones para convencer al pueblo de que el libre comercio es para su bien). Hace unos meses Bloomberg Politics reportó que la oposición al libre comercio es un concepto unificador aun entre un electorado profundamente dividido, con más de dos tercios favorables a imponer mayores restricciones sobre bienes importados, algo que consideró un rechazo asombroso de lo que ha sido una piedra angular de las políticas económicas y exteriores de posguerra.
La oposición popular al libre comercio no se ha superado en los últimos 30 años y tiene sus expresiones en ambos partidos, tanto entre filas ultraconservadoras como en las liberales y progresistas. El gran debate popular que se detonó en los países de America del Norte sobre el TLCAN a principios de los 90 alimentó lo que sería una rebelión trasnacional contra el libre comercio, y a fin de cuentas del propio modelo neoliberal que sigue resonando en amplios sectores de este país.
Como han repetido sus críticos más agudos, el libre comercio tiene poco que ver con libertad o comercio. Lora Wallach, directora del proyecto sobre comercio global de Public Citizen, ha insistido durante décadas que estos acuerdos son más bien convenios que establecen una serie de derechos supranacionales para las empresas y el capital trasnacional. Noam Chomsky ha reiterado que los llamados acuerdos de libre comercio no son acuerdos de libre comercio; son acuerdos de derechos de inversionistas.
Algunos creen que este desmoronamiento del consenso sobre el libre comercio más bien marca el fin del neoliberalismo.
El economista premio Nobel Joseph Stiglitz se atrevió a comentar la semana pasada que el neoliberalismo ha muerto tanto en los países en desarrollo como en los desarrollados. En comentarios a Business Insider, afirmó: “hemos pasado de una euforia neoliberal de que ‘los mercados funcionan bien casi todo el tiempo’ y que sólo necesitábamos que los gobiernos siguieran este curso, a ‘los mercados no funcionan; y el debate ahora es cómo lograr que los gobiernos funcionen para aliviar eso”.
Stiglitz, y por separado, varios economistas reconocidos, y más sorprendentemente, analistas en instituciones como el Fondo Monetario Internacional, han expresado que la generación de la desigualdad económica tan marcada como resultado de este modelo neoliberal pone en riesgo a las economías.
Aparentemente, tanta libertad de mercado y comercio resulta en grandes injusticias económicas (¡qué sorpresa!)
Tal vez el fin de este tipo de libertad definida por el libre comercio/el libre mercado abra una posibilidad de una libertad definida ya no por el consenso entre unos pocos, sino por casi todos.

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