Las
hostilidades de la Segunda Guerra Mundial, en el teatro de operaciones
de Asia y el Pacífico, concluyeron el seis de agosto de 1945 con la
explosión de una bomba atómica aerotransportada que Estados Unidos
lanzó sobre la ciudad japonesa de Hiroshima asesinando a 80.000 seres
humanos. La cifra llegó a ser en 1950 de 200.000 difuntos a causa de
los efectos ulteriores de la radiación nuclear. Pocos días más tarde,
una segunda bomba atómica, también lanzada por Washington, cayó sobre
otra ciudad japonesa aún más poblada. En Nagasaki, fueron asesinadas
unas 300.000 personas más.
En diciembre de 1941, el
imperio japonés había ocupado una parte considerable de las costas de
China, Corea y las colonias francesas de Indochina (Vietnam, Laos y
Camboya) cometiendo atrocidades en gran parte de las Indias Orientales
Holandesas (Indonesia). En 1944 atacó a Hawái, una posesión de Estados
Unidos.
El gobierno del Japón era entonces una dictadura
militar que nominalmente encabezaba un Emperador que había aplastado
toda disidencia democrática, proscrito al partido comunista y
practicado una política exterior muy agresiva contra sus vecinos. Pero
en 1945 Japón era ya un imperio derrotado. Había perdido sus reservas
de petróleo y su flota naval había sido destruida. Alemania nazi, su
mayor aliado, se había rendido en mayo.
En junio de ese
año, el régimen de Japón había comunicado a los gobiernos de Suecia,
Suiza y la Unión Soviética su intención de rendirse, poniendo como una
única condición a negociar que el Emperador Hiroito se mantuviera como
jefe nominal del Estado. No obstante, a fines de 1945, ya el gobierno
estadounidense había tomado la decisión de hacer una demostración de su
poderío y de su voluntad de asumir el liderazgo mundial partiendo de
saberse único poseedor de un arma nueva y terrible.
El
mensaje sería evidente y claro: Estados Unidos posee un arma terrible y
está dispuesto a usarla contra cualquier nación que se oponga a su
dominación global.
El entonces presidente
estadounidense, Harry Truman, justificó la utilización del arma atómica
tras el genocidio. "Hemos utilizado (la bomba atómica) para acortar la
agonía de la guerra, con el fin de salvar las vidas de miles y miles de
jóvenes norteamericanos". Al ser informado de la destrucción total de
Hiroshima por aquel bárbaro crimen, el presidente se limitó a
calificarlo textualmente como “lo más grande que ha ocurrido en la
historia”.
Desde 1945 hasta hoy, Estados Unidos ha venido manipulando la cuestión nuclear como amenaza estratégica para su dominación.
Durante
gran parte de la posguerra, Washington logró imponer a la Unión
Soviética una onerosa carrera armamentista a la que fueron incorporadas
otras novedades de la técnica militar como los misiles
intercontinentales.
Washington, que había concluido la
segunda guerra mundial (IIGM) con menos daños materiales que las demás
potencias y, por tal motivo, relativamente enriquecida respecto a éstas
tenía todas las de ganar en esa carrera.
El presupuesto
militar estadounidense, que sobrepasa la suma de los presupuestos
militares combinados de todos los demás países del mundo, ha hecho que
la deuda total del gobierno estadounidense también supere la deuda
externa total del resto de los países del globo.
Washington
ha sido capaz, hasta ahora, de evadir las pavorosas consecuencias de
tan desastroso manejo de su economía gracias a que goza del privilegio
único de poder imprimir su moneda, ventaja que le permite dilatar
indefinidamente la liquidación de su enorme deuda y transferir los
nocivos efectos de ello al conjunto de la economía global.
El
mundo vive hace algunas décadas pendiente de probables desenlaces
nucleares de los “conflictos” que desata o suscita Washington en
cualquier lugar del mundo ya sea para provocar un cambio de régimen,
imponer algún Tratado de libre comercio por medios violentos; aplastar
los llamados gobiernos "fallidos" y los movimientos populares que
resisten el imperio corporativo mundial; promover el despojo del
petróleo y otros recursos en los países más débiles, u otros fines
incalificables.
Aunque la Guerra Fría concluyó hace un
cuarto de siglo, las armas nucleares siguen estando en el núcleo de la
estrategia imperialista. La doctrina militar de Estados Unidos, aunque
evidencia una política de constantes guerras, agresiones y ocupaciones
contra diversos países, según todo parece indicar, apunta a
preparativos para una guerra contra Rusia y China que a todas luces
sería a escala mundial, sería nuclear y la última de la vida en la
Tierra.
Agosto 4 de 2015.
http://www.alainet.org/es/articulo/171549
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