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martes, 9 de junio de 2015

De Bandung a los BRICS: dos estilos, un objetivo


“Estaban reunidos los despreciados, los insultados, los dolientes, los desposeídos, en breve, los avasallados de la raza humana. Allí se encontraba la conciencia clasista, la racial y la religiosa en una escala global. ¿Quién había pensado en organizar una reunión como esa? ¿Y qué tenían esas naciones en común? Nada, a mí me parecía, salvo su relación pasada con el mundo occidental los había hecho sentir. Esta reunión de los denegados era en sí misma una especie de juicio sobre el mundo occidental!”
Richard Wright - The Color Curtain: a Report on the Bandung Conference. The World Publishing Company, Cleveland and New York, 1956

La Conferencia realizada en Bandung, Indonesia, del 18 al 24 de abril de 1955 reunió a líderes de unos 30 estados asiáticos y africanos, responsables por el destino de 1.350  millones de seres humanos.  En 2015, sesenta años después, muchos de los problemas que fueron objeto de análisis y debates en aquella conferencia pionera continúan desafiando a un enorme segmento de la Humanidad.  Esa constatación ya justifica una reflexión sobre el sentido y las proyecciones de Bandung y nos invita a pensar hasta qué punto mantienen vigencia algunos de los diagnósticos y de las propuestas de ese evento, que constituyó un hito en la historia de las relaciones internacionales del siglo XX.

Al consagrar la emergencia del Movimiento de Países No Alineados y del propio concepto de Tercer Mundo, la reunión de Bandung representó, simbólicamente, el momento en que un significativo sector de la Humanidad tomaba consciencia de su papel y hacía oír su voz.  El “espíritu de Bandung” marcó el proceso de liberación del mundo colonial y definió el camino para la inserción internacional de los países que se organizaron en el Movimiento No Alineado, con una condena explícita al racismo, al colonialismo y al imperialismo.

Guiado por el ideal de crear un espacio propio – ¿una comunidad imaginada? - en el mundo bipolar de la época, ese conglomerado de naciones definió diez principios que orientarían su actuación a favor de la promoción de la coexistencia pacífica.  En el explosivo escenario de la Guerra Fría, los diez principios de Bandung definían el rechazo a la participación en cualquier tipo de pacto militar y la defensa de la no intervención y de la no interferencia en los asuntos internos de los demás países, a partir del respeto a la soberanía e integridad territorial de todas las naciones, colocando en primerísimo lugar el respeto a los derechos humanos fundamentales.  Se reconocía la igualdad de todas las razas, el derecho de toda nación a defenderse individual o colectivamente, en el marco de las definiciones de la Carta de la ONU; se rechazaban los acuerdos de defensa colectiva, entendiendo que los mismos estaban “destinados a servir a los intereses particulares de las Grandes Potencias”, y se defendía la solución de todos los conflictos por medios pacíficos, con respeto a la justicia y a las obligaciones internacionales.

En los años setenta, en el auge de su actuación, los No Alineados adoptan dos nuevas banderas de lucha: la implementación de un Nuevo Orden Económico Mundial (NOEM) y de un Nuevo Orden Mundial de la Información y la Comunicación (NOMIC).  Esta última reivindicación fue incorporada por la UNESCO, que en 1977 nombró una comisión internacional para estudiar los problemas de los flujos informativos.  Tres años después, esa comisión lanzó el documento conocido como Informe MacBride (Sean MacBride era el presidente de la comisión) — con propuestas concretas tendientes a equilibrar la producción y el acceso a la información entre los países desarrollados y el Tercer Mundo, a partir de una condena a los grandes monopolios informativos internacionales.  La reacción de Estados Unidos y de Inglaterra fue drástica: ambos países abandonaron la UNESCO y retiraron los fondos que aportaban a esa agencia de la ONU, que enfrentó años de crisis y acabó forzada a dejar de lado la discusión del tema.

En directa relación con la propuesta de un cambio profundo en las reglas de juego de la economía y de la producción y distribución de informaciones a nivel mundial, los No Alineados cuestionaban la división del mundo según la lógica de la Guerra fría, una lógica apoyada en opciones ideológicas, y proponían como verdadera la división que determinaba una desigual capacidad de las naciones de disponer de sus propias riquezas naturales.  O sea, la división real no sería entre el Este y el Oeste, sino entre el Norte y el Sur.  Por esa razón, para los Países No Alineados, la economía y las comunicaciones eran los sectores estratégicos para viabilizar la meta más determinante de su actuación: el desarrollo pleno de todos los países.  Sólo metas ambiciosas de desarrollo podrían llevar a la erradicación definitiva de todo tipo de explotación y de dominación.

Aunque el diagnóstico del Movimiento No Alineado era correcto, la correlación de fuerzas en aquel momento histórico no permitió la implementación de ese tipo de alternativa, ni en el plano económico ni en el terreno de las comunicaciones.  El propio movimiento se fue debilitando, ante los impases políticos y económicos y perdió protagonismo en el escenario internacional.

Sin embargo, en las primeras décadas del siglo XXI, en un mundo marcado por la globalización, bien diferente, por lo tanto, del escenario de las décadas de 50 a 90 del siglo pasado, se fue delineando una nueva realidad.  Algunos países del que fuera llamado Tercer Mundo – una designación que fue progresivamente sustituida por otra, el Sur Global - pasaron a ser identificados como líderes de sus respectivas regiones, en función de avances relativos conquistados en los años recientes que los transformaban en potencias de mediano porte.  Comenzaron a ser llamados países “emergentes” en los medios de comunicación y ellos, a su vez, pasaron a identificar intereses comunes en su actuación internacional.

El proceso que derivó de esa convergencia es conocido: en setiembre de 2006 los cancilleres de Brasil, Rusia, India y China se reunieron durante la realización de la 61ª Asamblea General de las Naciones Unidas y definieron una agenda propia, que aspiraba a ser ampliada y consolidada en los años siguientes.  En 2011 Sudáfrica se incorporó formalmente a ese mecanismo de concertación, que pasó a ser conocido como BRICS.

Los BRICS reúnen a las cinco mayores economías emergentes – con grandes disparidades entre sí, evidentemente, si consideramos que la economía china ostenta el segundo PIB del mundo (aproximándose rápidamente a Estados Unidos) y la India el tercero y que Brasil y Sudáfrica aparecen bien distanciados - y representan el 40% de la población mundial, aproximadamente 3 mil millones de personas.  Por mucho tiempo mantenido en la informalidad, ese mecanismo previsto inicialmente para propiciar la cooperación en sectores específicos viene consolidándose durante cada una de las reuniones y ha dado pasos importantes tendientes a su institucionalización.

La IV reunión de nivel presidencial, realizada en julio de 2014 en la ciudad brasileña de Fortaleza, ratificó un importante acuerdo económico cuyo principal resultado fue la fundación de un nuevo Banco de Desarrollo, cuya sede será en Shanghái y cuya presidencia le corresponde a la India.  El capital inicial autorizado para el banco es de 100 mil millones de dólares y se creará un Fondo de Garantías Mutuas, también con 100 mil millones de dólares.  El objetivo del nuevo banco es transformarse en una fuente de financiamiento para las economías emergentes y en desarrollo y entre sus metas se incluye la creación de condiciones que permitan acabar con la actual dependencia del dólar como principal reserva de divisas global (está previsto el impulso de la convertibilidad entre el real brasileño, el rublo ruso, la rupia india, el renminbi chino y el rand sudafricano).

Estos proyectos del grupo BRICS permiten trazar un paralelo con las metas – frustradas – del Movimiento No Alineado.  La propuesta de los años 70 de un Nuevo Orden Económico Mundial dependía, en gran medida, de consensos que pudiesen ser construidos con algunas de las potencias del mundo desarrollado, ya que los países del Tercer Mundo no tenían la fuerza política para imponer cambios en el funcionamiento de la economía mundial por sí mismos.  La única excepción talvez fue la existencia de la Organización de Países Exportadores de Petróleo, OPEP, que en 1973, pocos días después de la Conferencia de los No Alineados de Argel y de la Guerra de Yom Kippur, determinó el aumento de hasta 300% en el precio del crudo y la imposición de embargos de venta para los países occidentales aliados de Israel, dando origen al llamado “choque del petróleo”.

Hoy en día, los BRICS comienzan a modificar las reglas de juego de la macroeconomía mundial simplemente haciendo uso de sus propios recursos y actuando con voluntad política clara.  Por no contar con espacio apropiado de diálogo ni de negociación en las estructuras de Bretton Woods, en particular en el FMI y el Banco Mundial, las potencias emergentes optan por utilizar su poder creando alternativas que no les exigen entrar en una disputa abierta con los poderes hegemónicos y les permiten crear las condiciones de un crecimiento global más inclusivo.

La presencia de China y de Rusia en los BRICS, en alianza con India, Brasil y Sudáfrica, explica, en parte, la diferencia de peso específico en el escenario mundial entre el grupo BRICS y el Movimiento No Alineado.  La proximidad de China y de Rusia con los No Alineados estuvo esbozada en la época de la Guerra Fría, pero la propia lógica de aquel momento dificultaba una actuación coordinada.  Es fácil comprender que el no alineamiento no implicaba, de parte de los países miembros, una equidistancia en relación a uno u otro bloque.  Salvo algún país que por razones históricas defendía abierta o veladamente una alianza prioritaria con el campo occidental, la mayor parte de los Países No Alineados tenía plena conciencia de que sus aliados potenciales estaban en el campo socialista y que lo mismo no podía esperarse en relación a la mayoría del bloque capitalista, en el cual estaban las antiguas potencias coloniales.  Pero en el contexto bipolar no se podía avanzar mucho más.

Por eso es importante colocar la alianza de los BRICS en el contexto de un proceso histórico de cuestionamiento de las reglas de juego que emergieron de la Segunda Guerra Mundial.  Los BRICS hoy pueden avanzar en un proyecto de sustitución gradual de la arquitectura de Bretton Woods por su propio peso en la economía mundial.  Esa era la esencia de la propuesta de los No Alineados al reivindicar un nuevo orden económico internacional.  La diferencia está en las posibilidades concretas de unos y otros para alcanzar las metas de ayer y de hoy.

¿Y en las comunicaciones?  El bloque de los BRICS no busca desafiar a los grandes conglomerados mediáticos.  No es en ese terreno que dará su batalla.  En cambio, se propone alterar las reglas de juego en el ciberespacio: los BRICS definieron un proyecto tendiente a garantizar el acceso a Internet, enfrentando la hegemonía norteamericana en la red.  Actualmente, el sistema de internet está conectado a través de centros situados en Europa y Estados Unidos.  El proyecto definido por los BRICS – llamado BRICS Cable – prevé la creación de una infraestructura alternativa: un sistema de cables de fibra óptica interoceánicos de 34 mil kilómetros con capacidad de 12,8 terabits por segundo, que empezará en la ciudad rusa de Vladivostok, pasará por Shantou, Singapur, Ciudad del Cabo y Fortaleza, conectando Rusia, China, India, Sudáfrica y Brasil antes de llegar a los Estados Unidos.  El principal objetivo del proyecto – además de abaratar costos - es asegurar la autonomía de las comunicaciones de internet de los BRICS en relación a los Estados Unidos.

No Alineados, BRICS: los diagnósticos coinciden.  Las acciones y, sobretodo, los resultados, no.  La correlación de fuerzas internacional desde la Conferencia de Bandung a los años dorados de los No Alineados no permitió viabilizar ni la bandera del nuevo orden económico ni la que se proponía alterar las reglas de juego en el terreno de las comunicaciones.

Los BRICS no definieron grandes banderas; comenzaron con movimientos modestos, pero avanzan hacia la adopción de medidas estratégicas que los aproximan de las definiciones de los No Alineados.  Son dos momentos, dos estilos y un mismo objetivo: un mundo menos desigual, con oportunidades de desarrollo, prosperidad y justicia social para las grandes mayorías, en un clima de cooperación y paz.

- Beatriz Bissio, uruguaya-brasileña, es profesora Adjunta y Jefe del Departamento de Ciencia Política, Universidad Federal de Río de Janeiro.  Coordinadora del Núcleo Interdisciplinario de Estudios sobre África, Asia y las relaciones Sur-Sur (NIEAAS).

Artículo publicado en la edición 504 (mayo 2015) de la revista América Latina en Movimiento, “60 años después: Vigencia del espíritu de Bandung”, http://www.alainet.org/es/revistas/169851
http://www.alainet.org/es/articulo/170222  

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