Por: Silvio Rodríguez
Acabo
de hablar con un compañero de la televisión, que me pedía uno de los
temas del concierto, para usarlo hoy en algo de la Cumbre de Panamá.
Explicándole que aún no había podido escuchar el sonido que salió en la
transmisión y que antes de dar luz verde debía revisarlo, me acordé del
agudo comentario del segund@citero Romeo el que no escribe,
y pensé que valdría la pena empezar esta nota explicando que autorizar
a que un concierto salga en directo al aire, al menos a mi me genera un
conflicto interno. Y no es por falta de facilidades de la televisión,
con la que tenemos muy buenas relaciones. Ha habido casos en que yo
mismo he certificado el sonido que la mesa nuestra le entrega al camión
de la TV, pero cuando después lo han trasmitido la música se ha
escuchado chillona, horrorosa.
Un compañero técnico del ICRT me dijo una vez que el criterio de
transmisión se hacía pensando en que la mayoría de los televisores de
Cuba eran rusos, con bocinas de pocos centímetros, que reproducen
muchas frecuencias medias y altas, y que por eso se cortaban las bajas.
Además de dudar de que actualmente la mayoría de los televisores
cubanos sigan siendo rusos, a mi el razonamiento de este compañero me
pareció un despropósito, porque para una bocina pequeña yo enfatizara
precisamente las bajas frecuencias, para tratar de compensar el
diámetro que le falta a la bocina. Misterios de este mundo.
Pero, yendo a sustancia: Yo participé en la Cumbre de Mar del Plata,
con Chávez y Kirchner frente a Busch, la que acabó con el intento de
imponernos el ALCA y lanzó el ALBA. Hace apenas unos días no sabía que
iba a participar en la de Panamá, y hoy, ya en casa, puedo contar el
vértigo en pasado.
No esperaba la invitación, pero dije que sí enseguida, como
siempre he respondido a este tipo de llamados. La verdad es que he
defendido mucho que se acabe el bloqueo. Si he sido soldado de algo, ha
sido de eso. Primero por lo injusto, por lo cruel, por el enorme daño
que ha hecho al pueblo de Cuba y al desarrollo del país. Y es que ha
sido un bloqueo llevado a niveles exquisitos, una tortura de tuercas
que no han parado de apretar, lo que nos ha alimentando el básico
instinto de la supervivencia.
“Soy enemigo de mi, y soy amigo de lo que he soñado que soy”. Fue algo que canté hace mucho, y aún suscribo.
Vaya si hay cosas más importantes que el sonido de un concierto. Ese
es uno de los mínimos costes que suelen tener estos grandes eventos,
donde los músicos acaso somos detalles de color en escenarios de
verdaderos dramas. Pero qué privilegio participar en un evento que
resume verdades trascendentes para millones de personas. Qué bien
saberse parte de un esfuerzo que honra a la Historia continental, la
que testimonia el afán de justicia y los puros deseos de que todo,
aunque sea a pasitos, cada vez sea mejor.
Suscribo el discurso de Raúl, no sólo por respeto al compañero
octogenario que se ha jugado por su pueblo desde que era un
adolescente. Es que sólo dijo verdades. Así lo ratificará la Historia,
como lo hicieron varios presidentes, entre ellos Cristina, que me aguó
los ojos cuando dijo: Cuba está aquí porque luchó por más de
60 años con una dignidad sin precedentes, con un pueblo que sufrió y
sufre aún muchas penurias, y porque ese pueblo fue dirigido por líderes
que no traicionaron su lucha. En ese momento, como dicen
que pasa cuando uno se muere, desfilaron en el recuerdo situaciones
extremas, vividas en todos estos años, rostros de conocidos y
desconocidos que cayeron en distintos frentes o se fueron luchando para
que llegáramos a un día como hoy… que no sé si logrará ser un fin o un
comienzo, pero sé que se va a recordar.
Aquí les van algunas pobres fotos que alcancé a hacer en las 36 horas que pasamos en Panamá.
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