Con
elecciones casi simultáneas, la similitud entre las dinámicas
electorales muestra que, más allá de las fronteras, lo que está en
juego es si la mayoría del electorado va a darse cuenta de las
ilusiones que el conservadurismo intenta hacer pasar por progresismo
Cada
país, en sus elecciones nacionales, entra en un alboroto absolutamente
comprensible y provechoso, referente a la campaña y al debate
electoral. Surge una infinidad de cuestiones específicas, con relación
a proyectos, obras, programas, propuestas, casos de corrupción,
principios ideológicos, morales, religiosos, etc. Sin embargo, cuando
se observan las elecciones en los países en general, queda claro que,
además de todo esto, existe un sustrato común a las elecciones,
especialmente acentuado cuando se trata de países vecinos. En las
elecciones de Brasil y Uruguay, que están ocurriendo casi
simultáneamente, este fenómeno está bastante nítido, y nos permite
percibir cuál es este sustrato común, que es la fuerza más influyente
en las elecciones de forma global.
En las elecciones en Uruguay,
¿qué situación tenemos? Hace 10 años está en el comando del Estado,
actualmente con el presidente José Mujica, el Frente Amplio (FA),
partido político progresista, que reemplazó a partidos conservadores en
la función. ¿Qué situación tenemos en Brasil? Hace 12 años está en el
comando del Estado, actualmente con la presidenta Dilma Rousseff, el
Partido de los Trabajadores (PT), partido político progresista, que
reemplazó a partidos conservadores en la función. En ambos países, la
situación económica y social mejoró intensamente en este período. En
ambos países, los sectores más conservadores cuentan con el hecho de
que ya hace una década o más el progresismo está en el poder, y por lo
tanto, el discurso del "cambio" ya se puede hacer, siempre que los
electores no se den cuenta de que este "cambio" seria del progresismo
al conservadurismo.
Para intentar que los electores no se den
cuenta de la posibilidad de que vuelva el conservadurismo, este sector
del espectro político invierte en candidatos y candidatas que de alguna
forma no parezcan conservadores. En Uruguay, el principal candidato
conservador, Luis Alberto Lacalle Pou, del Partido Nacional, es
relativamente joven, tiene 41 años, contrastando con los 74 años del
candidato progresista, Tabaré Vázquez, del FA. En Brasil, el artificio
utilizado para esconder el conservadurismo de la principal candidatura
presidencial de los sectores más conservadores de Brasil, la de Marina
Silva, del Partido Socialista Brasileño (PSB), es dar la impresión de
que Marina no va a tener una base de gobierno en el parlamento
brasileño. De esta forma, ella no necesitaría negociar con los
políticos, y podría simplemente indicar la persona que a ella le
pareciera más adecuada para cada cargo.
Por lo tanto, tanto en
Uruguay como en Brasil, vemos que es esencial que los sectores más
progresistas muestren las características conservadoras de las
candidaturas de Lacalle Pou y Marina Silva, exponiendo cuál es la
disputa más influyente en estas elecciones en los dos países. De un
lado, el progresismo, con Tabaré Vazquez y Dilma Rousseff, con foco en
la utilización del Estado para resolver las cuestiones que la sociedad
todavía no consigue resolver sin él, como la educación y la salud
masivas, la infraestructura energética y de Internet, la gestión
ambiental, la seguridad pública, la investigación científica, el
crédito habitacional, la moneda como medio de pago, entre otras. De
otro lado, el conservadurismo, con Lacalle Pou y Marina Silva, con foco
en la utilización del Estado para mantener privilegios económicos,
políticos y culturales, con la excusa de que todo eso sería para el
bien de la sociedad, lo que no es verdad.
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