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lunes, 10 de octubre de 2011

ALEPH: El voto, la clase y la mentira

Carolina Escobar Sarti 
Creo que estas elecciones no nos ofrecen ninguna opción de cambio real y que, si de verdad anheláramos la democracia, lo pertinente sería refundarla negándonos, colectivamente, a ejercer el voto. Pero eso es utopía. La realidad es que tenemos como candidatos a un general retirado y a un subteniente de reserva en el área de infantería; uno implicado en actos de genocidio, aunque haya signado los acuerdos de paz, y otro apostándole a la pena de muerte en una campaña electoral. Ambos con pasados cuestionados, ambos con relaciones incestuosas con el capital tradicional y emergente, lícito e ilícito. En estas elecciones, el país parece ser lo de menos.

Creo que estas elecciones no nos ofrecen ninguna opción de cambio real y que, si de verdad anheláramos la democracia, lo pertinente sería refundarla negándonos, colectivamente, a ejercer el voto. Pero eso es utopía. La realidad es que tenemos como candidatos a un general retirado y a un subteniente de reserva en el área de infantería; uno implicado en actos de genocidio, aunque haya signado los acuerdos de paz, y otro apostándole a la pena de muerte en una campaña electoral. Ambos con pasados cuestionados, ambos con relaciones incestuosas con el capital tradicional y emergente, lícito e ilícito. En estas elecciones, el país parece ser lo de menos.

Por un lado, 12 partidos y un comité cívico han levantado juntos los brazos en apoyo al partido populista de derecha encabezado por un bufón megalómano, no porque este tenga un plan de nación maravilloso o porque todos los socios de tal aventura tengan un noble fin común. Es, sencillamente, porque muchos de ellos tienen motivos personales para permanecer en el juego del poder, por aquello de que la venganza es un plato que sabe mejor cuando se sirve frío. Además, esta alianza ha sabido capitalizar las debilidades de una sociedad de castas, donde se vota a favor o en contra de un candidato, según la clase a la cual se pertenece y a los intereses que él o ella dicen representar.

Por el otro lado, el partido naranja, asociado al capital tradicional y a toda su lógica de expropiación, terror y muerte, le abre la puerta a esos 13 “cruzados” para aprovechar la necesidad —real, nadie lo duda, pero en este contexto, una farsa— de equilibrar los poderes en Guatemala. Así, los 13 parecen representar el voto del pueblo, de la gente sencilla, de esas muchas y muchos que conocen y padecen los abusos del gran capital. Se enciende la alarma y suena, porque ninguno de los dos candidatos tiene las posibilidades o la voluntad real de poner en su lugar al empresariado tradicional de este país que, si bien ha sufrido fragmentación y debilitamiento, aún pone de rodillas a una clase política que sabe hacer buen uso de la mentira.

Mendax ab initio, la mentira es tan vieja como el mundo. La mentira política nace con las ciudades y es sistematizada y codificada desde Platón hasta convertirse en la propaganda política de hoy, tan maquiavélica y persistente. Pero en sociedades clasistas como la nuestra, es el pegamento de las relaciones entre muchas personas, porque la mentira puede ser, como dijo Koyré“…un arma. El arma preferida del subordinado y del débil que, al engañar al adversario, se afirma y se venga de él”. Pero también hay mentiras de segundo grado, una técnica perversa como pocas, y que Hitler usó bien cuando anunció públicamente todo su plan de acción, sabiendo que nadie de sus oponentes le creería. Decía la verdad para adormecer y engañar a sus adversarios; una verdad que nada tiene que ver con la verdad. Y si jamás se mintió tanto como hoy, como diría Koyré, porque la mentira moderna se fabrica en masa y se dirige a la masa, es de suponer que los partidos actúan públicamente y no funcionan, ni siquiera los más totalitarios, como sociedades secretas, ya que el exceso de propaganda política a la que estuvimos sometidos durante los últimos meses es parte de este mostrarse lo más abiertamente posible. En esto radica la innovación de la mentira, en esas conspiraciones a la luz del día, que nos enajenan y nos hacen percibir la realidad de otra manera.

En momentos como este se hace más evidente por qué lamentamos vivir en la patria del criollo, donde el complejo de haber sido cabeza de reino no se ha resuelto y muchos quisieran usar aún la zeta al hablar. Una sociedad donde la lógica de amo-esclavo es tan tolerada, aún puede tragarse mentiras como que un general genocida quiera la paz sólo porque se quitó la guerrera y que un político fatuo y oscuro que ha dado señales de conductas absolutistas hará de esta nación, una nación para todas y todos. Por suerte existe el fútbol y, mientras, tenemos la posibilidad de decidir cuál mentira creemos más.

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