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jueves, 13 de octubre de 2011

ALEPH: Efraín, Efraín, Efraín

Carolina Escobar Sarti 
Uno de los tres se fue, pero dos más se quedaron. Se fue el Efraín Recinos de carne y hueso, el hombre de 83 años que se declaraba “sumamente feliz”, el amigo de todo el mundo, el Chivo, hijo de José Efraín y María Trinidad, el genial creador, el deportista, el amante de la música, el papá de Lorena. Se fue el artista de murales, pinturas y esculturas; partió el arquitecto que levantó el Teatro Nacional de Guatemala y el padre de la Guatemalita. Dicen que se fue sin frío, porque iba bien tapado con uno de sus tradicionales chalecos que estallaban en los colores de su país.

Ese mismo país que tanto dijo amar.

Pero quedaron dos Efraínes, dos esculturas suyas de sólido bronce, que nacieron en los sueños de muchos, quizás hace años, pero se concretaron luego de una hora de plática en Casa Santo Domingo a finales del 2009, entre dos personas. Una de ellas, Jorge Castañeda, quien, días después, llamaría para decir que apoyaría el proyecto con un parco, pero generoso “hagámoslo”. Inicialmente, habría una sola escultura en el lugar que Efraín eligiera para ello, dentro del Teatro Nacional. Esta sería realizada por Édgar Guzmán Schwartz, escultor guatemalteco residente en México. Pero, inmediatamente, surge la idea de una segunda escultura, que ahora está colocada en Cerro Santo Domingo, a la entrada de Antigua, con todo y el paisaje que se tiende a sus pies. Quedan las imágenes memorables del Efraín que partió, jugando a las escondidas detrás de esa escultura en el cerro.

Si nada nos salva de la muerte, al menos que el amor nos salve de la vida, dijo el poeta Neruda. He de suponer que, a lo mejor por eso, Efraín nunca se irá. Personas que aman como él y lo traducen en obras, realmente trascienden de tantas maneras, que nunca mueren en ninguna parte. Por ello, estaban sus dibujos y esculturas en el suelo y las paredes de su estudio ubicado en el Teatro Nacional, por ello estaban sus murales en tantas partes de la ciudad capital, por ello están sus obras diseminadas en tantos lugares como el Parque de la Industria. Por ello cada butaca, cada balcón, cada pedazo de techo, pared y suelo de su gran obra, fue un detalle a cuidar. Por ello, el Conservatorio Nacional de Música da cuenta de los difusores acústicos, y edificios como el Crédito Hipotecario Nacional, la Biblioteca Nacional y el aeropuerto dan cuenta de su paso por la Guatemala del siglo XX.

Por ello existe una Asociación Efraín Recinos que hizo despegar el Año Efraín Recinos en el cumpleaños 82 del maestro y sigue queriendo llevar su nombre a todos los rincones del país y mucho más allá; por ello este grupo de hombres y mujeres cree posible contribuir a levantar Guatemala de muchas maneras, inspirados en el espíritu y el legado del maestro. Por ello, existe un Carlos García, actual director del Teatro Nacional, quien acompañó y asistió a Efraín por más de dos décadas y creyó en él siempre, de manera incondicional. Por ello, el maestro Recinos pudo ser velado en su casa y partir de ella, de esa sala del Gran Teatro Nacional que alguna vez imaginó y levantó gracias al mayor de los atrevimientos a los cuales puede someterse un creador: el de hacer una obra por nada más que amor.

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