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miércoles, 1 de diciembre de 2010

Los 13 banksters de Wall Street que destruyeron al mundo

Bajo la Lupa
Alfredo Jalife-Rahme

Antecedentes

El aclamado libro 13 banqueros: la captura de Wall Street y el próximo desastre financiero, de Simon Johnson y James Kwak, es una lectura obligada para quienes deseen penetrar los dédalos de las finanzas anglosajonas y conocer a los culpables inimputados de la grave crisis global.

Ambos autores publican el portal The Baseline Scenario, de consulta exigida, y su libro dio pie a un nuevo sitio muy crítico de las hazañas y sañas financieras tan socorridas en Wall Street: The Fourtheent Banker (El Decimocuarto Banquero), algo así como un llanero solitario que vigila el bien común de los ciudadanos.

El Decimocuarto Banquero es, desde luego, más decente que los otros “13 banksters” banqueros gansteriles, como el ingenio popular los apoda– puestos en la picota.

El menos conocido, James Kwak, es un empresario de software y ha sido consultor de la polémica empresa trasnacional McKinsey & Co., que asesora a varios gobiernos del mundo.

El británico Simon Johnson, experto en crisis financieras, fue el principal economista en jefe del FMI (de marzo de 2007 hasta agosto de 2008; curiosamente, hasta 15 días antes de la polémica quiebra de Lehman Brothers el 15 de septiembre) y ahora pretende redimirse de su pasado nada edificante como profesor de la cátedra Ronald A. Kurtz de la Escuela de Alta Dirección Sloan del MIT y miembro prominente del influyente centro de pensamiento Peterson Institute for International Economics.

Simon Johnson conoce como pocos las entrañas del sistema financiero que opera en Wall Street, que ahora vilipendia desde fuera, quien se había ya soltado sorprendentemente en un ensayo demoledor: El golpe silencioso (The Atlantic Monthly, mayo de 2009), donde desnudó que los financieros de Wall Street habían capturado al gobierno de Estados Unidos. Una de sus conclusiones se centra(ba) en que la recuperación fracasaría si no se somete a la oligarquía financiera que sigue bloqueando las reformas esenciales.

Hechos

Los “13 banksters” han ejercido un miedo aterrador en la indigente clase política paralizada por un estribillo tan tonto como mendaz: los bancos son demasiado grandes para quebrar (too big to fail), porque de otra manera arrastrarían al país entero a su ruina, lo cual Simon Johnson y James Kwak se esmeran persuasivamente en refutar y quienes, al contrario, aconsejan reducirlos a su justa dimensión, en tamaño y alcances, para permitírseles que quiebren (small enough to fail) y así evitar a los ciudadanos rescates masivos que afectan su patrimonio en última instancia.

Los parasitarios y depredadores banksters de Wall Street –13 en la contabilidad de Simon Johnson y James Kwak, quienes extrañamente dejan de lado a sus similares al otro lado el Atlántico, específicamente a los banqueros esclavistas Rothschild y a su operador conspicuo, el megaespeculador George Soros, quien navega con bandera de filántropo– no solamente crearon la crisis financiera sino que se aseguraron un rescate para su exclusivo beneficio y en detrimento del bien común.

Los autores enjuician que, pese a la calamidad financiera de 2008, Estados Unidos se encuentra secuestrado por el parasitismo depredador de su plutocracia bancaria, que se ha vuelto todavía más gigantesca, más adicta a sus apuestas de casino, y más insolente para aceptar con humildad su sana regulación.

Los banksters mantienen asfixiado al país entero (y, por ende, a la mayor parte del mundo), que se hunde en una mayor recesión, limítrofe con la depresión, y en un cada vez peor desempleo, intolerable para la armonía social.

El parasitismo depredador se (con)centra en seis megabancos: Bank of America, JPMorgan Chase, Citigroup, Wells Fargo, Goldman Sachs y Morgan Stanley, que controlan increíblemente más de 60 por ciento (¡así, con dos dígitos!) del PIB de Estados Unidos.

Foto
Portada del libro de Simon Johnson y James Kwak

La opinión pública estadunidense se encontraba furiosa por las recientes noticias de la aseguradora mafiosa AIG, rescatada por 185 mil millones de dólares con dinero de los contribuyentes, cuando un viernes 27 de marzo de 2009 Obama convocó a la Casa Blanca a 13 banqueros de las principales instituciones financieras de Estados Unidos que se encontraban al borde de la quiebra oficial.

Durante la reunión Obama soltó dos frases imperdibles :1) mi administración es lo único que queda entre ustedes y la horca (sic); y 2) ayúdenme a ayudarles.

Como antes Daddy Bush y Bill Clinton, Obama prefirió la horca para los ciudadanos que para los “13 banksters”, quienes 20 meses más tarde lo traicionaron en las elecciones intermedias.

Visto en retrospectiva, el rescate bancario de Obama, más que una ingenuidad, resultó en su suicidio político.

Los dos autores comentan que pese al papel central de estos bancos en haber causado la crisis financiera y la recesión, Barack Obama y sus consejeros decidieron que estos eran los bancos de quienes dependía la prosperidad (¡súper sic!) económica del país.

Por lo visto, los círculos del poder en EU usan con incontinencia la palabra prosperidad, como el desastre que infligió a México la ASPAN, Alianza para la Prosperidad (¡súper sic!) y Seguridad (sic) de América del Norte”.

Por cierto, todos los consejeros de Obama también lo han abandonado.

Simon Johnson y James Kwak escudriñan el poderoso sistema financiero de Estados Unidos, cuyos 13 banqueros se atrevieron a combatir ferozmente –luego de haber sido rescatados con el dinero público, obviamente– las muy benignas reformas de Obama: En los pasados 30 años se habían convertido en una de las industrias más poderosas de la historia de la economía de Estados Unidos, y una de sus poderosas fuerzas políticas en Washington.

Sale sobrando insistir en las lubricaciones de compraventa de las (in)conciencias de la clase política de parte de los banqueros de inversiones quienes, inclusive, ocupan puestos de primer nivel en la Casa Blanca y en la Secretaría del Tesoro (léase: Goldman Sachs) y han impuesto su ideología consensuada al sistema bipartidista con la innovación destrabada y los mercados financieros desregulados son buenos para Estados Unidos y el mundo (sic), lo cual sintetizan en el apotegma: políticos van y vienen, pero Goldman Sachs se queda.

Aducen que las donativos a las campañas electorales y la puerta revolvente entre el sector privado y los servicios gubernamentales le otorgaron a Wall Street influencia en Washington.

¿Cual influencia? Son precisamente los 13 banksters de la plutocracia quienes en realidad gobiernan Estados Unidos.

Conclusión

En su artículo en la revista The Atlantic Monthly, Simon Johnson no pierde sus reflejos condicionados heredados del FMI y se pronuncia por la nacionalización (¡súper sic!) de los megabancos en problemas, su limpia –de acuerdo con el FMI, su aséptica higienización costaría 1.5 billones de dólares (lo cual se me hace muy poco para el tamaño del cataclismo)–, su reducción de tamaño y su reprivatización ulterior.

El mayor problema radica en que el gobierno de EU (lo cual es extensivo al G-7, que aplicó la desregulada globalización financierista) carece de control alguno sobre la nueva tiranía posmoderna del siglo XXI: la plutocracia bancaria.

O los ciudadanos sometemos a los bancos o los parasitarios banqueros depredadores acabarán por destruirnos.

No es sencillo: se trata de un golpe de Estado ciudadano contra una de las peores dictaduras de todos los tiempos: la bancocracia neoliberal.

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