José Steinsleger
Falleció la esposa del
tendero. A pie, una pequeña procesión acompañó los restos al panteón.
Pero al llegar, el cortejo quedó enterado de que la fosa, reservada con
meses de antelación, estaba ocupada. Hecho bolas, un empleado del
camposanto se excusó con el viudo: “Es por el coronavirus…”, dijo.
Los deudos echaron pestes contra el alcalde, el gobernador, el Presidente de la República.
¡Rateros!, gritaron. Y el viudo, agitando el recibo de los pagos al ayuntamiento, estalló:
¡Ni madres! ¡Mi vieja murió de leucemia!Finalmente, ni tú ni yo. Por 500 pesitos, un par de forzudos acomodaron el féretro en una bodega del lugar, hasta más ver.
En incontables ocasiones he pasado frente al panteón de la colonia. Pero sólo a causa del
eventoreferido, alcé la mirada para leer la oración grabada en el frontispicio:
Postrados aquí la eternidad empieza, y es polvo aquí la mundanal grandeza. ¡Qué jodido! Ser pobre y morir en medio de una pandemia.
Reflexiones trilladas a un lado, redoblo mi admiración y respeto por
los que a diario, a cambio de nada, entregan su vida: médicos,
enfermeros, camilleros, choferes de ambulancia, personal administrativo y
de limpieza en hospitales, clínicas, morgues, crematorios. Junto con
los sepultureros, esas almas benditas que nadie (creo), lleva en su
agenda.
Un siglo atrás (digamos, en febrero pasado), cuando la OMS presentó
al virus en sociedad, aparecieron filósofos mediáticos oficiando de
profetas. Hoy, desaparecieron del escenario. Y en su lugar, un ejército
de carpinteros atiende la creciente demanda mundial de féretros. Sólo
que la humildísima expectativa de esperar la rencarnación durmiendo en
paz, tampoco está garantizada. Porque en los cementerios, no hay lugar.
En Bolivia los hospitales están colapsados y los cementerios no
cuentan con espacio suficiente para enterrar a los muertos. Por ende,
las autoridades dispusieron la cremación obligatoria de las víctimas del
virus, en todo el país. Pero no todas las localidades disponen de
hornos crematorios.
Así, y en vista de que la policía y el personal sanitario apenas
alcanzaba a recoger miles de cuerpos en casas y calles, el ingenio
humano entró en acción: ¡un horno crematorio portátil! Su inventor, el
ingeniero boliviano Carlos Ayo, dice que el horno es
muy prácticoy puede desplazarse “…tan fácilmente como un ordenador portátil”.
Ayo asegura que autoridades y empresas privadas ya lo han contactado.
El horno crematorio portátil es un equipo compacto que cuesta 45 mil
dólares, y el costo de la cremación es de alrededor de 35 dólares (https://bit.ly/3fNU5Js).
El Covid-19 empieza a convertirse en un fenómeno incierto y
sugerente. Incierto por su profilaxis, y sugerente por haber alterado
(¿congelado?) todas las rutinas, impactando en hábitos, costumbres y
formas de interpretar la realidad. ¿Y si la vacuna no aparece?
En la tétrica marcha triunfal del virus, sólo cabe conjeturar el
porvenir. Brutal y a un tiempo incluyente y excluyente, el Covid-19 se
comporta como una suerte de neoliberalismo sublimado, donde la noción de
tiempose conjuga
acá y ahora. ¿Quién se atreve a pronosticar lo que viene en camino? ¿Cómo entender, desde ahora, la política y lo político?
La pandemia en curso también cuenta con sus propios profetas: los devotos del
mercadoy la
libertad. Por ejemplo, el ex presidente Mauricio Macri (famoso por su densidad intelectual), aseguró que el
populismo es más peligroso que el coronavirus. Mientras que la descerebrada
Fundación Internacional para la Libertad, que dirige Mario Vargas Llosa, piensa que la pandemia es un
pretexto para el autoritarismo(Madrid, abril, 2020).
En México, el empresario Ricardo Salinas Pliego trató de
pendejos(sic) a los que respetan la cuarentena y, en consonancia con Macri, el ex presidente Felipe Calderón convocó a la
rebelión armadapara luchar contra…la
dictadurade Nicolás Maduro.
Por otro lado, y como prueba de que el Covid-19 alcanza a las
facultades mentales, tenemos el comunicado de un grupo de jóvenes de la
tercera edady con prepa aprobada, en el que dicen que AMLO utiliza la pandemia “…para acelerar la demolición del Estado y el control del poder” (sic,
Contra la deriva autoritaria y por la defensa de la democracia, 15/7/20).
¿Qué habría hecho con ellos Octavio Paz? ¿Expulsarlos a latigazos del templo de las ideas? El 28 de agosto de 1992, en La Nación de Buenos Aires, Paz dijo:
El mecanismo del mercado no tiene ideología, acepta todas, las usa todas, no respeta ninguna y se sirve de todas ellas. Y en 1998, en entrevista con Le Nouvel Observateur: “Sería preciso hablar del desastre del capitalismo liberal y democrático en el dominio del pensamiento…” (Rodolfo Alonso, Página 12, Buenos Aires, 26/1/18).
Algo está germinando. ¿Qué? Sospecho que un
algoque no traerá panes, ni peces. Y mucho menos, abrazos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario