Carlos Barros
La humanidad alcanza más de medio año promedio de confinamiento donde
todavía los tenues alcances de una vacuna puedan revertir una situación
casi inédita en términos fito sanitarios, psico-sociales y
económico-políticos.
La detención del motor económico mundial – que viera su primer
señalamiento por la dinámica recesiva previa producto de políticas de
austeridad fiscal y de guerras comerciales entre polos opuestos – agrava
los mismos cimientos del funcionamiento del sistema capitalista esto es
la producción (“Sin producción no hay Economía “Lenin ), el consumo y
la distribución del excedente en diferenciación según sea el régimen
estatal en cuestión y de la presión sindical dominante.
La consecuente caída de los niveles gananciales han obstruido también
los lineamientos de una reinversión o de su colocación por fuera del
sistema, algo que afectaba ya de sobre manera el funcionamiento inercial
en su conjunto.
El libreto neoclásico fue archivado y la política en su cara más
llana intento – o intenta – enderezar el rumbo perdido con las llamadas
políticas de estimulo fiscal y monetario a fin de reconstruir la rueda
anteriormente señala.
No obstante ello, se percibe que los resultados o son escasos o son
modestos mientras que la penuria social aumenta y la contención
política/partidaria no es suficiente cuando el descredito mundial sobre
la política es marcado.
Entre la despolitización global neoliberal y la acucia por solucionar
los problemas de desempleo y manutención hacen de la “política “un
factor innecesario o hasta molesto que no percibe el estado de necesidad
o que directamente no es suficiente.
Asimismo – y no como en otras épocas quizás similares – la falta de
liderazgos políticos es una moneda evidente al frotar nuestro globo
terráqueo en la búsqueda de lideres que comprendan la situación
vivenciada y que de allí surjan soluciones para el resto de la
humanidad.
La radicalidad parece ser una palabra prohibida por lo que se
“reservan” a estímulos por dentro del estatus quo que ya señala su
limitación por parte de la misma población a la que es asistida.
La “globalidad “trajo aparejada la estandarización de los insumos
mentales bajo un ordenado sistema cultural que impuso su dominio como
único tanto dentro de sistemas educativos como de medios de comunicación
masiva.
El “pensar “o pensamiento crítico quedo reservado para pequeños
confines del mundo incapaces de quebrar los muros eficientemente
construidos.
El entretenimiento paso a ser el nuevo modo de dominio mundial
mientras que los cimientos eran en si mismos socavados por la verdadera y
material realidad.
Volver atrás seria una entelequia y considerar salidas políticas
anteriores casi un pretexto para no entablar una necesaria reflexión
hacia un futuro que nadie puede conocer a ciencia cierta aún.
Quizás plantear que los espacios geográficos de mediano
envejecimiento, alta natalidad, que a su vez cuentan con un espacio de
desenvolvimiento acorde y que puedan auto sustentarse con sus propios
recursos puedan dar una nueva geopolítica al interior de sí mismos y que
en el plazo de dos generaciones se pueda revertir la acuciante
situación por lo que se atraviesa.
Considerar que la mera resolución de lo económico dará la respuesta
al problema es caer nuevamente en el mismo error – ya atravesado en
décadas pasadas – de lo que se trata es de dar un salto político que
enhebre el triángulo de lo Político – Económico – Cultural.
Sin la reconstrucción de un aparato cultural propio pocas esperanzas
habrá sobre un parir político y sin la directriz de lo político la
cuestión económica difícilmente pueda recomponerse en un terreno
equilibrado en la asignación o redistribución del producto.
“El tiempo está a favor de los pequeños “( Silvio Rodríguez )
Ezequiel Beer, Geógrafo UBA, Analista Político
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