En
el lapso comprendido entre 1970-2020, el capitalismo global ha estado
dominado por una misma “onda larga”, marcada por una crisis permanente,
expresada, entre otras cosas, por dificultades para elevar las tasas de
ganancia a los niveles de la “época dorada” (1945-1969), alternada con
breves oscilaciones de relativa mejora hasta llegar al actual y violento
“shock estructural”.
Todas
las grandes ofensivas del capital que hemos vivido durante este largo
lapso, desde las dictaduras militares de los 60s y 70s, el ajuste
estructural de los 80s y 90s, y ahora, en la tercera década del siglo
XXI, la “nueva normalidad”, responden a un mismo interés central:
recuperar las tasas de ganancia a sus niveles históricos.
En
otras palabras, al igual que no se puede fragmentar la historia,
tampoco se pueden fragmentar los procesos económicos. Nada surge de
improviso y en última instancia, todo está causalmente concatenado en
algún punto del pasado.
Todo
esto es para resaltar el hecho de que la evolución económica y política
de América Latina en las últimas 5 décadas, ha tenido como contexto
global la crisis general del capitalismo. Ello ha impuesto ciertas
pautas políticas y económicas de carácter global y regional, marcando el
rumbo y las agendas que la periferia debe acatar y tiene que seguir
(desde la “Alianza para el Progreso” hasta los mecanismos de
dinamización comercial conocidos como “Tratados de Libre Comercio”).
En
tal sentido, los procesos de transición hacia la democracia han sido
parte y manifestación de tales agendas, los cuales se han presentados
como pre-requisito fundamental para salir de la pobreza y el
subdesarrollo, ocultando la razón verdadera de su impulso por parte del
gran capital.
Y, por
supuesto, sociedades como las nuestras, agobiadas por múltiples
conflictos internos y eternos, en una lucha de clases desigual y donde
los mismos de siempre son siempre los mismos perdedores, el discurso de
la “transición hacia la democracia” ha tenido siempre cierto atractivo,
particularmente en ciertos sectores medios, en apariencia sin
importarles demasiado el que sea una especie de “democracia tutelada”.
Ahora
que el capital pierde “inercia”, como se hizo patente en los últimos
años y particularmente a partir del 2019, también pierde sus “modales
democráticos”. Venezuela, Honduras, Brasil y Bolivia son parte de ese
expediente de golpes de nuevo tipo.
El
trabajo sucio lo realizan ahora los sistemas de justicia cooptados por
el crimen organizado. Bajo estas modalidades, a ningún poder fáctico ni
entramado institucional (incluyendo “la embajada”), le interesa o
preocupa la calidad resultante de tal tipo de “democracia”.
En
este sentido, el futuro inmediato de América Latina se parece demasiado
a su pasado. Con el agravante de que la pandemia brinda un pretexto
casi perfecto para suprimir de tajo un conjunto de derechos económicos,
sociales, políticos y culturales, pérdida ante la cual los gobiernos
esperan que la población lejos de protestar debe de agradecer...
El
panorama general de nuestra región es desalentador, en términos tan
vitales como ingresos, empleo, acceso a salud, educación, transporte y
servicios básicos en general.
Por
otra parte, la presente crisis económica-sanitaria nos brinda una
cierta oportunidad de buscar salidas compartidas, tanto como sectores
sociales heterogéneos al interior de nuestros países, y como bloque
regional (latinoamericano), bajo el entendido de que esas salidas no
provendrán de parte de quienes están usando la crisis
financiera-sanitaria para reposicionar sus agendas e intereses
anti-populares.
La gran
pregunta, sin embargo, ya no es ¿qué hacer? Sabemos que el camino de las
“agendas compartidas” pasa por la reconfiguración de nuestro proyecto
histórico, en el caso de la región que habitamos, del proyecto
inconcluso de los pueblos latinoamericanos iniciado hace ya más de 200
años.
Lo que no está tan claro es el “cómo” realizar esta nueva fase de luchas y agendas compartidas.
Tal
vez el desarrollo de un debate de esta naturaleza debiera comenzar con
el establecimiento consensuado de las precondiciones, junto a la
clarificación en cuanto a los sujetos/as de estos nuevos y necesarios
cambios históricos.
Todo está en transición. Esa parece ser la premisa clave.
-
Sergio Barrios Escalante es científico social e investigador. Activista
social en la Red ADINA. Editor de la revista Raftulum. https://revistatulum.wordpress.com/
https://www.alainet.org/es/articulo/208603
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