Dawn Marie Paley*
Mientras escribo estas palabras, la revuelta en defensa de las vidas negras y contra la violencia policiaca que inició después del asesinato de George Floyd por policías en Minneapolis sigue en pie en ciudades y pueblos a lo largo de Estados Unidos. Las condiciones del levantamiento son cada vez más complicadas a raíz del repunte de casos de Covid-19 y la militarización de la estrategia federal de contención.
A mediados de julio se desató un nuevo escándalo, cuando un manifestante en Portland, Oregon, atestiguó que fue levantado por agentes federales que lo llevaron en una Van sin ningún tipo de identificación. Los agentes –camuflados y sin distintivos– lo llevaron a unos separos al lado de la corte federal, donde fue interrogado antes de ser liberado.
Activistas, abogados y políticos no tardaron en denunciar la desaparición forzada del activista en Portland.
Gobiernos autoritarios, no repúblicas democráticas, mandan autoridades que no pueden ser identificadas tras manifestantes, escribió Jeff Merkley, senador demócrata del estado de Oregon en su cuenta de Twitter.
La inferencia es clara: la desaparición forzada es una táctica de dictaduras y juntas militares. Pero eso congela la práctica de la desaparición en los años de la guerra fría, ignorando su vigencia en países democráticos hasta hoy.
Una breve revisión de la historia de los años recientes en México –país democrático– nos cuenta otra historia: desde 2006, 71 mil 678 personas fueron desa-parecidas y siguen sin ser localizadas.
La desaparición, entonces, no es una táctica de terror que terminó con la caída del muro de Berlín. Más bien, ha mutado, y sigue siendo desplegada en el contexto actual, mismo que he nombrado
guerra neoliberal. En mi nuevo libro epónimo, argumento que después de la guerra fría, lejos de abrirse un periodo de paz democrática, se ha abierto otro periodo de guerra contra los pueblos, ahora disfrazada de luchas contra el crimen organizado.
Hablar de la guerra neoliberal es un intento de romper con los conceptos que nos siguen atando al esquema anterior y de visibilizar la violencia tan confusa que están viviendo actualmente muchas naciones de Latinoamérica.
Entonces, ¿cómo diferenciamos la guerra neoliberal y la guerra fría? Pues, de entrada, que la primera está ocurriendo en países formalmente democráticos, dentro del ya consolidado sistema neoliberal. Pero también que, a diferencia de las décadas de los 70 y 80, la violencia estatal y paramilitar se despliega de forma despolitizada.
Hoy día, no es explícitamente una batalla de ideas, una lucha contra la subversión o el comunismo; sino que los estados han construido una narrativa que plantea una lucha contra el crimen y el narcotráfico. Eso conlleva la despolitización de lo que es una guerra contra el pueblo.
Hoy, a diferencia de la guerra fría, la gran mayoría de las víctimas no son reconocidas como activistas, sindicalistas o guerrilleras. En la guerra neoliberal, las víctimas son acusadas de ser criminales. De esta forma son presentadas como personas que merecen ser asesinadas o desaparecidas.
La guerra neoliberal también ha producido resistencias, dentro de las cuales se destacan colectivos de familiares de personas desaparecidas. Ellos hoy son los que realizan búsquedas de desaparecidos, a veces con el apoyo del gobierno y muchas veces por cuenta propia. A través del trabajo concreto de buscar, reclaman justicia, hacen vivir la memoria y abogan por la no repetición.
En Torreón, Coahuila, Grupo VIDA. lleva casi cinco años buscando a personas desaparecidas en campos de exterminio, en ejidos sin agua, donde la mayoría de los pobladores tuvieronque migrar y, recientemente, en uncampo militar.
En una entrevista telefónica realizada a finales de julio le pregunté a Silvia Ortiz, presidenta de Grupo VIDA, si han sabido de casos de personas desaparecidas por elementos encubiertos de los distintos niveles de la policía y otras fuerzas estatales.
Las que ocurrieron, porque sí son bastantes las situaciones que se dieron en ese sentido, las que hubo en este momento, no sabíamos realmente que ellos habían sido, y no tuvimos una forma, un modo de acción inmediata. Las familias estaban solas, no sabían que hacer, y pasó tiempo valioso,dice Ortiz.
Pero con el tiempo y por la cantidad de personas desaparecidas por policías y agentes estatales, los colectivos han aprendido a responder. “Hoy es diferente, hoy las familias están organizadas, y la sociedad sabe de las organizaciones, y eso es importante porque ya la sociedad le habla a las organizaciones y las organizaciones son las que dicen ‘haz esto, esto y esto’, y la organización apoya en la búsqueda inmediata”, dice Ortiz.
Ella me comentó que conoce de primera mano 62 colectivos de búsqueda de desaparecidos en México, pero insiste que el número total es muchísimo mayor. Son estos grupos de familiares que nos ayudan a imaginar una salida de la crisis actual de seguridad en el país, y a no olvidar las terribles violaciones que ha vivido el pueblo de México. Su lucha nos tiene mucho que enseñar sobre la desaparición, y sobre cómo resistir, no sólo en México, sino también más allá, incluyendo a Estados Unidos.
*Periodista canadiense y autora de Capitalismo antidrogas . Su nuevo libro Guerra neoliberal: desaparición y búsqueda en el norte de México (Libertad bajo palabra) .
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