Por: Atilio Borón
La tenebrosa historia de Luis Posada Carriles fue muy bien contada en la nota de PáginaI12 días pasados.
En esta breve nota quisiéramos tan sólo subrayar la importancia de un
hecho aberrante: el apoyo que el gobierno de Estados Unidos le ofreció a
lo largo de toda su vida a un terrorista probado y confeso, cosa que
por supuesto la prensa hegemónica se ha cuidado de señalar.
No sólo aquél se incorporó al Ejército de Estados Unidos donde sirvió
un par de años sino que luego lo hizo por largos años en la CIA. Allí
fue entrenado en técnicas de demolición, torturas, operaciones
especiales como la “Irán-Contras”, etcétera.
Como si lo anterior fuera poco, el respaldo al terrorista cubano se
prolongó hasta el final de su vida, que tuvo lugar en un geriátrico de
la Administración Nacional de Veteranos reservada a los miembros
retirados de las fuerzas armadas estadounidenses.
El presidente George W. Bush jugó toda su influencia para lograr que
la corrupta presidenta de Panamá, Mireya Moscoso, le otorgara un indulto
en los días previos a la finalización de su mandato, en el año 2004
para que el terrorista pudiera regresar a su santuario sano y salvo.
La razón: en el 2000 había sido condenado por la justicia panameña a
ocho años de cárcel por su participación en una conjura para atentar
contra la vida del presidente Fidel Castro Ruz durante la Xª Cumbre
Iberoamericana de Jefes de Estado y de Gobierno a celebrarse en la
ciudad de Panamá. En el marco de dicha reunión se había planificado un
discurso que el gobernante cubano ofrecería en el Paraninfo de la
Universidad Nacional de Panamá el 18 de Noviembre del 2000.
A su llegada a ese país Fidel dejó estupefactos a sus anfitriones y a
la opinión pública al denunciar el atentado que se estaba fraguando en
su contra. Pocas horas después Posada Carriles era sorprendido con un
cargamento de nueve kilogramos de C4, el explosivo plástico destinado a
ser utilizado en el atentado y que, en caso de haberse producido, habría
causado innumerables víctimas.
No es un dato menor que Washington también se negó a
conceder la extradición solicitada por la justicia de Cuba y Venezuela
para juzgarlo por crímenes perpetrados en ambos países, entre ellos el
atentado al avión de Cubana de Aviación.
Como puede verse, la protección brindada a un mafioso y criminal como
Posada Carriles fue amplio espectro y arroja un potente haz de luz que
desmiente la pretensión de Estados Unidos de ser el campeón en la
defensa de los derechos humanos y de la lucha contra el terrorismo.
La práctica que sigue el Departamento de Estados de elaborar cada año
un informe en donde se evalúa la situación de los derechos humanos en
todos los demás países del mundo es francamente ridícula si no fuera
trágica. Al Qaeda y el Estado Islámico, dos sanguinarias organizaciones
terroristas, son niños de pecho al lado del gobierno de Estados Unidos y
jamás cometieron crímenes como los que el 5 y 9 de Agosto de 1945
perpetró Estados Unidos perpetró contra las indefensas ciudades
japonesas de Hiroshima y Nagasaki, que en los primeros días luego de la
detonación cobraron la vida de 240 mil personas, más todos aquellos que,
pocos años más tarde, murieron a causa de la radiación.
La muerte del terrorista cubano pone una vez más de relieve la naturaleza terrorista y mentirosa del gobierno norteamericano.
Lo segundo, porque tal como lo dijera Karl Rove,
principal consejero del presidente George W. Bush, al periodista del
New York Times Ron Suskind: “Nosotros ahora somos un imperio, y cuando
actuamos creamos nuestra propia realidad. Y mientras usted está
estudiando esa realidad … nosotros actuaremos otra vez, creando otras
nuevas realidades … Nosotros somos los actores de la historia, y usted,
todos ustedes, deberán conformarse con tan solo estudiar lo que nosotros
hacemos”.
“Crear la realidad” quiere decir inventar la supuesta existencia de
armas de destrucción masiva en Irak, armas químicas en Siria, amenazas a
la paz por parte de China y Rusia, tiranías en Cuba y Venezuela, entre
otras patrañas justificatorias de su constante aplicación de métodos
terroristas en la arena internacional. Washington es previsible: protege
a un anticastrista “quijotesco” (según la necrológica del New York
Times) y persigue con saña a Julian Assange y Edward Snowden. Un imperio
al cual hay que reconocerle su coherencia.
(Tomado de Página 12)
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