Durante el siglo XX, en
especial en su segunda mitad, América Latina fue un campo sangriento de
la falsa guerra anticomunista jamás vista en el mundo occidental.
Sólo
en Guatemala, los proyectiles made in USA, asesinaron más de 200 mil
personas inocentes (cerca del 90% indígenas). El Plan Cóndor, en Sur
América, dejó escenarios dantescos similares persiguiendo comunistas
inexistentes.
En ese período, el adalid de la democracia derrocó presidentes constitucionales, y promovió ingentes golpes de Estado.
Cooptó
los órganos ejecutivos de los estados centenarios con militares
serviles para aniquilar las legítimas expresiones políticas de
emancipación.
Décadas después, los pueblos sobrevivientes de
aquel holocausto constatamos que la Doctrina de Seguridad y su guerra
anti comunista, no sólo fue falsa, sino una efectiva cicuta social que
nos paralizó sociopolíticamente por varias décadas. Mientras, la
desigualdad, la miseria, y el saqueo violento de nuestros bienes comunes
hicieron gemir hasta a los propios dioses y demonios insensibles del
lejano cielo.
La aurora del siglo XXI nos encontró, a muchos
pueblos latinoamericanos, con bríos de libertad y voluntad para
proseguir con nuestros procesos emancipatorios truncados. Y, en menos de
dos décadas, nuestros gobiernos progresistas (con políticas de
inversión social y redistribución directa de la renta) lograron sacar de
la condición de pobreza a más de 60 millones de latinoamericanos.
Así,
estos gobiernos dignos hicieron retroceder los porcentajes de pobreza y
desigualdad a nivel global en la región. Mientras, en países como
EEUU., México, Guatemala, Honduras, Colombia, Perú, y otros, en el mismo
período, millones de personas de la clase media ingresaron a los nichos
de pobreza, con descomunales deudas públicas.
En este contexto,
y ante los soberanos acuerdos de integración latinoamericano sin la
presencia norteamericana, aparece la farsante y mediática guerra
anticorrupción. Con el argumento de: la corrupción pública es la causa
del atraso de los pueblos latinoamericanos.
Nadie duda que la
corrupción pública sea un mal a superar. Pero, este mal es apenas un
lubricante del mal mayor. Es decir, el mal fundamental de la desgracia
de nuestros pueblos es el sistema hegemónico vigente que nos saquea,
explota y subordina. La corrupción pública sólo es un aceite que lubrica
el saqueo que sufrimos.
Pero, la hegemonía mediática (aceitada
por la corrupción) logró instalar en el vulnerable imaginario colectivo
de muchos pueblos de Latinoamérica la idea sobre la corrupción como el
pecado original de sus desgracias. Y, en consecuencia, olvidarse del
recargado saqueo multidimensional que sufrimos.
La guerra anticorrupción es para aniquilar y escarmentar a incómodos gobiernos progresistas en la región
Una
vez configurado los sentimientos “patrios” contra la corrupción. Los
gringos, mediante los organismo judiciales de los países bajo su
control, sentaron en el banquillo de los acusados a todos los
gobernantes latinoamericanos que defenestraron el proyecto de anexión
comercial denominado Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA), en
2005.
Hugo Chávez, Néstor Kirchner, fueron sembrados en el alma
latinoamericano antes de ser linchados judicialmente. Al legendario Lula
de Brasil, que sacó de la pobreza a cerca de 50 millones de personas,
lo lincharon judicialmente, sin respetar el debido proceso. Con la
evidente intención de prevenir un tercer gobierno irreverente.
Evo
Morales, de Bolivia, Daniel Ortega de Nicaragua, Rafael Correa del
Ecuador, Nicolás Maduro de Venezuela, y otras/os, no participaron en la
IV Cumbre de las Américas del Río de la Plata. Pero, la orden para el
linchamiento judicial está girada.
Lo ridículo de esta falsa
guerra contra la corrupción es su carácter de doble rasero. Mientras los
sistemas judiciales, operativizado por la cooperación técnica y
financiera gringa (USAID), son ágiles para sentenciar/encarcelar a
funcionarios o ex funcionarios de gobiernos progresistas, con los
corruptos neoliberales son lentos y permisivos.
Hicieron creer a
guatemaltecos y latinoamericanos sobre la eficiente lucha contra la
corrupción en Guatemala. Incluso encarcelaron a dos ex presidentes
involucrados en actos de corrupción. Pero, a tres años de la apoteósica
inauguración de es teatro, no existe sentencia judicial condenatoria
alguna contra los ex altos funcionarios. Es más, estos exgobernantes
conviven en un Cuartel Militar exclusivo, con todos los servicios
necesarios que millones de guatemaltecos “libres” no tienen. Esperando
el sobreseimiento oportuno. Mientras, son chivos expiatorios en el
teatro gringo de la lucha anticorrupción.
Perú, es otro caso de
sociedad teledirigida embaucada con el vulgar teatro de lucha contra la
corrupción. Aplauden y festejan las momentáneas detenciones judiciales
de sus ex gobernantes corruptos neoliberales. Pero, éstos salen libres
de las cárceles y son recibidos como héroes por los gringos en los EEUU.
¿Por qué el Presidente Macri de Argentina, o Temer de Brasil,
con denuncias y evidencias de actos de corrupción, no son destituidos y
encarcelados? ¿Por qué los ex presidentes Fujimori, García, Toledo,
Humala, Kuczynski… andan sueltos por el mundo?
El peruano o el
guatemalteco promedio cree que los agentes y ex agentes de los gobiernos
progresistas latinoamericanos son los más corruptos. Pero, mientras se
distraen crédulos en el teatro de mal gusto de la lucha contra la
corrupción, consorcios norteamericanos, canadienses y otros escarban y
saquean las riquezas comunes que aún quedan en estos pueblos.
En
otras palabras, la guerra contra la corrupción es tan falsa como fue la
guerra contra el comunismo. Los gringos, en estas dos últimas décadas
ocuparon mediante USAID y otras agencias de cooperación los organismos
judiciales para operativizarla para sus intereses y vengarse de los
gobernantes latinoamericanos “mal educados” que abortaron el ALCA.
En este sentido, la dictadura yanqui jamás terminó en América Latina.
Sólo cambió de uniforme. Antes operaron desde los órganos ejecutivos,
con hombres de uniforme militar. Ahora, operan desde los organismos
judiciales, con civiles de toga y traje. El objetivo es el mismo:
castigar y escarmentar cualquier proceso de emancipación de los pueblos.
Aunque ellos saben más que nadie que la corrupción pública es para el
sistema neoliberal lo que el aceite es para el motor.
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