Entrevista a Manolo Pichardo, político dominicano
y actual presidente de la Conferencia Permanente de Partidos Políticos
de América Latina (Copppal)
Carta Capital / Resumen Latinoamericano
A finales de
2012, Manolo Pichardo, político de la República Dominicana, participó en
una siniestra reunión en la suite de un hotel en Atlanta, Estados
Unidos. Algunos expresidentes latinoamericanos de centro o derecha
discutieron cómo barrer a sus adversarios progresistas del mapa. Al
final, decía uno de los presentes, Luis Alberto Lacalle, exmandatario
uruguayo, “no podemos ganar a esos comunistas por la vía electoral”.
La
presencia de Pichardo allí era extraña: sólo había ido a Atlanta
gracias a la invitación de un expresidente amigo, Vinicio Cerezo, de
Guatemala. El actual presidente de la Conferencia Permanente de Partidos
Políticos de América Latina (Copppal), Pichardo pertenece al Partido de
la Liberación Dominicana, de izquierda.
El fundador del
PLD, Juan Bosch, era amigo del cubano Fidel Castro y llegó al poder en
los años 1960 por otra sigla que creó, el PRD. Siete meses después, era
depuesto por un golpe militar patrocinado por EEUU y (¡sorpresa!)
apoyado después por Brasil, en el primer acto de política exterior de la
dictadura militar instalada en 1964.
Ganador de las
últimas cuatro elecciones, el PLD llevó al pequeño país de 10 millones
de personas a la cima del crecimiento económico en las Américas en 2017,
según los poco sospechosos Fondo Monetario Internacional (FMI) y Banco
Mundial.
¿Será que habría un “Plan Atlanta”, nombre que
Pichardo escuchó en aquella suite de hotel en 2012, con lo cual el PLD
debería preocuparse? “Si lo hay, no lo conozco”, dice. ¿Y qué “plan” es
ese, después de todo? Desmoralizar a líderes progresistas a través de
los medios con acusaciones de corrupción, incluso a familiares, y
ataques a su comportamiento privado. Después, convertir los escándalos
en procesos judiciales que terminen con la carrera de la clase.
La
estrategia parece exitosa, a juzgar por el destino de Fernando Lugo en
Paraguay en 2012 y de Rousseff por aquí en 2016, además de las
dificultades de Cristina Kirchner en Argentina, de Rafael Correa en
Ecuador y, por supuesto, de Lula.
El derrocamiento del
petista sería la “joya de la corona”, algo que está cerca de suceder
dado su inminente juicio en segunda instancia. En una entrevista a Carta Capital, Pichardo explica por qué y nos explica más sobre esta trama conservadora.
André Barrocal.- ¿El juicio contra el expresidente Lula es parte del “Plan Atlanta”?
Manolo Pichardo.- Claro
que sí. Toda la persecución que desencadenaron contra él es parte de la
artimaña que busca descalificarlo para que no regrese a la Presidencia
de Brasil y retome la aplicación de políticas públicas que favorecen a
la mayoría. Esto en razón de que las oligarquías brasileñas y de la
región no conciben que las riquezas generadas sean distribuidas con
mayores niveles de justicia.
Es que no se dan cuenta de que en un
proceso de distribución democrática de la renta, el consumo aumenta y
ellos tienen más posibilidades de hacer negocios. Y no se dan cuenta
porque están acostumbrados a acumular riqueza basada en la explotación
de las grandes mayorías.
André Barrocal.- ¿Por qué Lula sería la “joya de la corona” del “Plan”?
Manolo Pichardo.- Brasil
es la mayor economía de América Latina y se ha convertido en una de las
mayores del mundo. Es el mayor país de la región en tamaño y población.
Esto, obviamente, le dio el peso político que le permitió influenciar
al resto de los países latinoamericanos, algo que, sin duda, aumentó
durante la Presidencia de Lula, quien, al sacar a más de 40 millones de
personas de la pobreza e incorporar a 16millones al mercado de trabajo
se ha convertido en una referencia obligatoria. Esto hace de él, de
acuerdo con los intereses de los sectores conservadores, un ejemplo
indeseable.
André Barrocal.- ¿Qué otros líderes progresistas latinoamericanos sufren los efectos del “plan”?
Manolo Pichardo.- La
última víctima ha sido Jorge Glas (vicepresidente de Ecuador recién
condenado por corrupción y alejado del cargo), producto de una variante
del “Plan” que parece haber sido perfeccionada y estilizada en la medida
en que las personas percibieron lo que estaba pasando y han dado
respuestas para rechazar el método inicial.
Dilma fue un ejemplo
exitoso de ese plan. El presidente Lugo también, no sólo por el golpe
parlamentario que lo sacó del poder, sino por la decisión del tribunal
que lo descalificó de inscribirse para una nueva candidatura.
Podríamos
decir que en el caso del exvicepresidente (de Uruguay que renunció en
septiembre) Raúl Sendic, la mano del “plan” podría haber estado allí,
tal vez con la intención de desestabilizar al gobierno del Frente
Amplio. No tengo pruebas, pero tantos casos parecen responder a un
patrón similar.
André Barrocal.- ¿Cuáles son las fuerzas políticas detrás del “plan”? ¿Hay económicas también?
Manolo Pichardo.- Las
fuerzas políticas que operan en la red de esta conspiración son las que
tradicionalmente sirvieron de apoyo a grupos conservadores vinculados a
fuerzas extranjeras que tienen expresión en gobiernos y
multinacionales. Son fuerzas de nuestra región que operaron como peones
de intereses extraños a los nuestros, a los latinoamericanos.
André Barrocal.- ¿Crees en la participación de Estados Unidos en la maniobra? ¿Por qué?
Manolo Pichardo.- Las
oligarquías de América Latina no mueven un dedo sin autorización o
dirección de EEUU. Este país, desde que emergió como potencia, desbancó a
las fuerzas europeas y transformó la región en su jardín. Pero eso
estaba cambiando a medida que partidos progresistas comenzaron a asumir
gobiernos y pararon la política de expropiación que los conquistadores
europeos inauguraron después de 1493.
No era aceptable para los
estadounidenses tal nivel de independencia política y económica. Y no lo
era, ya que sus negocios obscenos deben responder a los intereses de
los gobiernos de la región y sus pueblos. La revisión de contratos de
empresas de petróleo y minería es un claro ejemplo del giro de los
gobiernos de partidos progresistas a los negocios en la región, entonces
EEUU tuvo que conspirar para volver a la expropiación.
André Barrocal.- Usted apuntó algunas variantes del “plan” en su reciente libro La izquierda democrática en América Latina. ¿Cuales són?
Manolo Pichardo.- En
algunas artes marciales, se enseña a derrotar al enemigo con sus
propias fuerzas. Creo que una de las variantes del “plan” se basó en
esta técnica. Decidieron asumir el poder con la victoria electoral del
progresismo, recurriendo al reclutamiento de militantes de esas fuerzas.
El reciente proceso electoral en Ecuador parece confirmar esta
variante, que ya había sido expresada en la elección del secretario
general de la OEA (Luis Almagro), llevado al cargo por los gobiernos
progresistas, pues había sido ministro (uruguayo) de las Relaciones
Exteriores de Pepe Mujica, y tras asumir su puesto declaró guerra a las
fuerzas progresistas de la región.
Temer, el presidente de facto
brasileño, llegó a la vicepresidencia en un binomio liderado por Dilma y
el PT. Él fue cooptado para liderar la conspiración que sacó a la
mandataria del poder. La división puede ser otra de estas variables.
Creo que debemos prestar atención al caso de Argentina y a su última
elección, que el peronismo ha perdido.
André Barrocal.- ¿Cómo lo explica?
Manolo Pichardo.- Participaron
dos candidatos del peronismo, Daniel Scioli, que venció en la primera
vuelta con el 36%, y Sergio Massa, que tuvo un 21%, votos suficientes
para el triunfo del peronismo. La división causó la derrota. Me pregunto
si esta fue sólo el producto de las luchas internas del peronismo o si
una mano extraña del “Plan Atlanta” tuvo que ver con eso.
No sé,
pero sin parecer paranoico, no excluyo nada. Tal vez deberíamos esperar
los documentos desclasificados de la CIA en unos 50 años para resolver
esta cuestión. Ahora, lo que creo es que debemos prestar atención a una
posible variante del “plan” sobre la base de la división de fuerzas
progresistas.
André Barrocal.- ¿Qué podrían haber hecho en su
defensa o como reacción las víctimas del “plan”? ¿Por qué el “plan”
parece victorioso?
Manolo Pichardo.- Siento que las
fuerzas progresistas están desarticuladas, a pesar de los esfuerzos de
Copppal y del Foro de São Paulo para definir políticas comunes que nos
lleven a enfrentar con éxito los desafíos y amenazas que vivimos y nos
amenazan. Muchas cosas podrían haber sido hechas para enfrentar el
“plan” a partir de las particularidades de cada país.
André Barrocal.- ¿Qué deben hacer los gobiernos progresistas progresistas para no ser víctimas de este tipo de acción?
Manolo Pichardo.- Primero,
estar atentos, nunca desprevenidos. En segundo lugar, no perder el
contacto con el pueblo, porque si usted permanece en contacto en el día a
día, a la hora de la amenaza y en la llamada al apoyo popular, hay
respuesta. No hay una fórmula para enfrentar el plan, cada situación
determina la respuesta.
André Barrocal.- ¿Usted trató del
“Plan Atlanta” en un artículo de periódico en marzo de 2016. Después de
eso, hubo alguna consecuencia de su relato?
Manolo Pichardo.- Al
principio ninguno, hasta que los hechos llamaron la atención a la
historia. Entonces empecé a sentir interés en lo que sucedió aquel día
en Atlanta. Lo lamentable es que, sabiendo lo que estaba siendo tratado
allí desde el momento en que sucedió, nada fue hecho.
Pienso que
se podría haber articulado una estrategia de desmonte del Plan. Había
tiempo. Ahora, sufrimos fuertes golpes para la institucionalidad
democrática en la región. Es una pena. Pero yo confío en que nuestros
pueblos no permanecerán tranquilos ante el desmantelamiento de sus
conquistas y la posible vuelta de la pérdida de nuestra soberanía.
Fuente (de la traducción): http://www.resumenlatinoamericano.org/2018/01/31/lula-es-la-joya-de-la-corona-del-plan-atlanta/
Fuente (del original): https://www.cartacapital.com.br/politica/lula-e-a-joia-da-coroa-do-plano-atlanta
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