Alfredo Serrano Mancilla*
Lo de
consultarsiempre constituye una fórmula de decisión saludable en lo político. Ecuador es precisamente uno de los países de América Latina que más ha apelado a este mecanismo de participación popular en los tiempos recientes. Desde que llegó Rafael Correa a ser presidente, en una década, se convocaron un total de siete consultas. En los 30 años previos a su mandato, sólo se llevaron a cabo seis consultas. Esto demuestra cómo la Revolución Ciudadana, de la mano de Correa, siempre situó este mecanismo como centralidad de la democracia ecuatoriana.
El 4 de febrero tendrá lugar en Ecuador una nueva consulta, esta vez a
instancias del nuevo presidente Lenín Moreno. Son siete preguntas que
abarcan temáticas variopintas: inhabilitación por corrupción, relección,
restructuración del Consejo de Participación Ciudadana y Control
Social, prescripción de delitos sexuales, uso de la minería metálica,
ley de plusvalía y explotación del parque natural del Yasuní.
Todas estas cuestiones aluden a temas importantes de la vida política
de un país. Sin embargo, esta consulta va mucho más allá del objetivo
específico de encontrar respuestas a preguntas concretas para la toma de
decisión. Esta consulta indudablemente supone un hecho político en sí
mismo porque tiene el objetivo de
marcar la cancharespecto de los 10 años transcurridos de Revolución Ciudadana. El objetivo de Lenín de desmarcarse de Correa ha precipitado una consulta que pretende reordenar el campo de lo político. Del mismo modo que Correa, desde el inicio, trazó una línea divisoria entre la vieja partidocracia y lo nuevo, entre los poderes económicos y medios de comunicación y el pueblo ecuatoriano de a pie; Lenín desea ahora con esta consulta construir una nueva geometría política en la que busca juntar a todo lo que
esté en contra de Correa. Todos los medios de comunicación, la vieja política, la banca y la mayoría de las cámaras empresariales se han unido a Lenín para conformar un nuevo pacto. En definitiva, un nuevo país.
La controversia por la consulta viene marcada por diferentes aspectos:
1) Fuera de la ley. Lenín se saltó a la Corte Constitucional para
acelerar la consulta. No esperó que hubiera sentencia de
constitucionalidad porque quería aprovechar el inicio de su periodo,
todavía con alta popularidad, para ganar la consulta. Antepuso sus
prisas al respeto del marco legal aprovechando la complicidad de todo el
arco opositor. El estado de derecho queda así puesto en entredicho por
un incumplimiento de tanta gravedad.
2) El origen opositor de la iniciativa. Esta consulta no venía
escrita en ninguna página del programa electoral de Lenín. No fue
anunciada en ningún acto de campaña. Sorprende que habiéndose producido
la elección presidencial hace tan poco tiempo, Lenín jamás antes hubiera
hablado ni cuestionado algunos de los asuntos ahora consultados; ni
sobre la posibilidad de relección ni tampoco sobre la eliminación de la
ley de plusvalía. Esta consulta es engendrada en la candidatura
opositora y Lenín la ha aprovechado para construir un nuevo gran acuerdo
en torno a otro proyecto político, muy diferente al que él mismo
defendía en plena campaña electoral.
3) La consulta contra Correa. Es imposible disimularlo. Todo mundo
sabe que la consulta tiene como gran objetivo frenar la vuelta de Correa
a la presidencia de Ecuador, limitando el derecho ciudadano de ser
candidato. Lenín, seguramente haciéndole un favor a la oposición, busca
sacar del tablero a Correa. Y para ello, usa el viejo truco de preguntar
por cualquier asunto que tenga un claro
sípor respuesta para así asegurarse la atracción del
otro síque dejaría a Ecuador sin Revolución Ciudadana y sin Rafael Correa.
4) Lo que no se quiere consultar. Puesto a preguntar en aras de una
democracia más participativa, se tendría que haber consultado también
por aquellos otros asuntos que afectan a la cotidianidad de los
ecuatorianos. ¿Por qué preguntar por la ley de plusvalía y no hacerlo
por el código laboral que Lenín pretende aprobar? ¿Por qué no preguntar
por el papel de la banca privada nada más y nada menos que en la
política monetaria del país? ¿Por qué no volver a consultar/elegir
democráticamente en las urnas al vicepresidente después de la
destitución del anteriormente electo? ¿Por qué no llamar a una
Constituyente si lo que verdaderamente se quiere es consultar al pueblo
ecuatoriano sobre el país que desea?
La consulta de Lenín Moreno pone punto y final a una década de
Revolución Ciudadana. Después de esto, no caben más las medias tintas.
El país se ordena definitivamente bajo nuevos criterios políticos. A un
lado, quedarán Correa y la Revolución Ciudadana, y al otro, el resto
unido en los grandes temas. Ahora por fin ya conocemos con precisión lo
que había detrás de la sonrisa y del buen tono conciliador de Lenín: un
nuevo consenso político y económico, más parecido a lo que Ecuador fue
en el pasado y completamente alejado de la Constitución de Montecristi.
*Director del Celag
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