Ángel Guerra Cabrera
José Martí nos enseñó, y
Fidel Castro nos reafirmó, que patria es humanidad. Ambos y la práctica
revolucionaria nos educaron sobre el peligro que representa para
nuestros pueblos el imperialismo de Estados Unidos. También ambos
admiraron mucho a México. Me indigna día a día la arrogante y brutal
embestida del gobierno del norte contra este país, supuestamente su
estrecho aliado. Como me alienta el renacimiento del patriotismo popular
juarista y cardenista que, ahora es muy evidente, décadas de
neoliberalismo no han podido erradicar.
Con Trump y adláteres todo es más claro y hiere a flor de piel la
dignidad humana porque es burdo y grosero al extremo. Aunque haya tantas
incógnitas por despejar, el peligro de saqueo y agresión es mayor.
Agrava mis presentimientos sobre lo que pueda hacer contra nuestra
América y, en particular, contra Cuba y los países del Alba, el equipo
de multimillonarios y generales belicosos aupado al timón de Estados
Unidos por una ola derechista sin precedente.
Hay un temprano movimiento de resistencia de costa a costa contra ese
gobierno, iniciado por la admirable marcha de las mujeres desde la
misma toma de posesión del magnate. Movimiento únicamente comparable al
gigantesco contra la guerra en Vietnam, que, junto al heroísmo de los
vietnamitas, fue lo que logró ponerle fin al conflicto.
Pero una orden presidencial me mueve a la mayor preocupación por la
gravísima amenaza que anuncia para el futuro muy cercano: la revocación
por Trump de los decretos de Obama que frenaron la construcción de los
oleoductos Keystone XL y Dakota.
Sobre el primer ducto, que conduciría petróleo de esquisto desde
Alberta, en Canadá, al golfo de México, cuyo procesamiento ocasiona
severos daños medioambientales, Obama argumentó que no estaba en el
interés nacional ya que no reducía los precios de la gasolina al
consumidor y perjudicaba el liderazgo de Estados Unidos cuando estaban
por celebrarse la cumbre sobre el clima en París. No era para menos. Por
exigencia del imperio los acuerdos de la tan esperada reunión ni
siquiera fueron vinculantes, como era la intención de los anfitriones y
de varios gobiernos de Europa y el mundo.
En cuanto al segundo, que atravesaría tierras de la tribu siux,
destinado a facilitar y estimular la peligrosísima extracción de
petróleo de esquistos en Carolina del Norte era una espada de Damocles
enfilada contra la vida. Amenazaba, en violación de varias leyes
estadunidenses e internacionales, contaminar el agua del lago Oahe,
vital no sólo para los indígenas sino para otros muchos pobladores de
una extensa zona; y arrasar tierras sagradas de culto para los primeros,
que hizo estallar un gran movimiento de resistencia y protestas,
duramente reprimidas, pero obligó a ordenar su paralización por el
entonces presidente.
300 tribus y cientos de organizaciones que apoyan a los siux
de Standing Rock prometen una dura batalla legal y en tribunales contra
el proyecto. Michael Brune, director de la moderada organización
ambientalista Sierra Club censura a Trump por poner las ganancias de las
corporaciones contaminantes
sobre el bienestar del pueblo y el derecho a consumir agua limpia y segura.
La decisión de iniciar con estos dos oleoductos la construcción de
una madeja de ellos, muestra claramente la bestial agresión a la madre
tierra y a la humanidad que lleva en sus entrañas este gobierno de
Estados Unidos, cuyo presidente ha dicho que el cambio climático es una
farsachina mientras todos sus miembros relacionados con el sector energético niegan el aval científico al hecho y se oponen a las energías alternativas porque mermarían las ganancias de las grandes petroleras. Al frente de ellos Rex Tillerson, salido de su oficina de presidente de Exxon a la de secretario de Estado, típico de este gabinete. Ha hecho toda su carrera dentro de esa corporación, responsable histórica por gran parte del calentamiento global, cuyos fondos han financiado a los negacionistas del cambio climático y servido para perseguir a científicos incómodos. Augura una política exterior al servicio del big oil, que hará caso omiso del acuerdo de París y agravará lo
s cada vez más alarmantes datos científicos sobre el calentamiento global.
Con su penetrante visón de futuro, dos grandes preocupaciones y
ocupaciones de Fidel en las últimas décadas fueron los peligros del
cambio climático y de una guerra nuclear, como principal amenaza a la
vida sobre la Tierra.
Twitter:@aguerraguerra
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