Sputnik
Raúl Zibechi
Las
gestiones del presidente uruguayo en los tres países giraron en torno a
la ampliación de los lazos comerciales y la búsqueda de inversiones
para mejorar la infraestructura del país. Un pequeño país de apenas tres
millones de habitantes, con un exiguo mercado interno, necesita
diversificar sus exportaciones que representan casi el 80% de lo que
produce. De ahí el énfasis de los sucesivos gobiernos en ampliar
mercados, sobre todo en un período difícil para la economía mundial,
amenazada por un creciente proteccionismo.
En Rusia el presidente
uruguayo buscó recuperar el tono de los intercambios comerciales, que se
han reducido a su tercera parte en los últimos años. Las exportaciones
de carne a Rusia, base del comercio uruguayo, se han visto
complementadas por las de cítricos, y ahora las autoridades buscan
también incrementar la gama de productos que envían a Moscú.Lea más: Con economías complementarias, Rusia diversifica exportaciones de Uruguay
Sin embargo, en la actual coyuntura geopolítica, la visita de Vázquez debe ser interpretada con una mirada más amplia que la meramente comercial. Hay por lo menos tres aspectos que deberían ser tomados en cuenta.
El
primero es que el gobierno uruguayo rompe la inercia de varios
gobiernos de la región (en particular los de Brasil y Argentina)
mostrando independencia de criterios en sus relaciones internacionales.
El hecho de que
Vázquez haya invitado a Putin a visitar Uruguay
no puede pasar desapercibido para ningún observador. Aclaremos: no se
trata de imaginar una inexistente "alianza estratégica" entre ambos
países, sino algo mucho más sencillo como lo es la autonomía de
criterios para abrirse a países como Rusia, en este momento duramente
atacado por los neoconservadores del mundo y en particular por los
estadounidenses.
Lo segundo es que Uruguay insiste en no
subordinarse a sus poderosos aliados del Mercosur. Aún está negociando
un difícil tratado de libre comercio con China, al que se opone Brasil, y
que el país asiático se resiste a firmar ya que podría enajenarle del
principal mercado de la región. La mano tendida a Rusia por Vázquez
muestra que es posible, y necesario, abrir el abanico de alianzas en un
período que tiende hacia el caos geopolítico global. Es posible que las
autoridades uruguayas hayan hecho una lectura veloz y adecuada de las
consecuencias que conlleva el triunfo de Donald Trump. Algo de eso puede
leerse, entrelíneas, en el discurso de Vázquez en Moscú.
Por
último está la cuestión de la cooperación militar. Uruguay ya había
recibido armamento ruso desde mediados de la década de 1990, fusiles AK
101, lanzacohetes RPG V/7, vehículos tácticos UAZ y ambulancias entre
otros. En los últimos años las relaciones de carácter militar fueron a
más. El Ministerio de Defensa decidió la compra de fusiles AK 103,
ametralladoras Bizon, blindados GAZ Tiger y camiones Ural para bomberos.
Más: Rusia estudia suministrar a Uruguay aviones Yak-130 y lanchas de desembarcoEn setiembre pasado el Ministerio de Defensa firmó un tratado con la Federación Rusa que incluye intercambios de equipos, ejercicios conjuntos, capacitación de personal y cooperación en misiones de paz. La firma de un convenio de cooperación técnico militar en octubre de 2002 y la satisfacción de las autoridades militares con la calidad del material ruso han llevado al gobierno uruguayo a renovar y ampliar la cooperación.
Más allá de cómo evolucionen los intercambios comerciales y la cooperación militar, lo cierto es que en sus relaciones internacionales Uruguay busca evitar quedar atrapado en las alianzas tradicionales. Esta diversificación es sentida como una reafirmación ante las limitaciones del Mercosur y, sobre todo, ante el franco retroceso que experimenta la integración regional desde que asumieron los gobiernos de derecha de Michel Temer en Brasil y Mauricio Macri en Argentina.
LA OPINIÓN DEL AUTOR NO COINCIDE NECESARIAMENTE CON LA DE SPUTNIK
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