David Brooks
La Jornada
A un mes de haber asumido la presidencia de Estados Unidos, Donald
Trump provocó ya varias crisis diplomáticas con aliados, despidió a la
procuradora general en funciones, estuvo al borde de una crisis
constitucional al insultar y desacreditar al Poder Judicial, fue
obligado a despedir a su asesor de Seguridad Nacional y vio caer a uno
de sus nominados al gabinete, entre otros reveses, no obstante, el
mandatario afirma que su gobierno ha logrado más que cualquier otro en
la historia en el mismo lapso. Mientras, en el país continúan las
manifestaciones contra sus políticas; la imagen, ayer en ChicagoFoto Afp
Donald Trump nos ha declarado –a todos los periodistas y medios de noticias–
enemigos del pueblo.
Son palabras con antecedentes tenebrosos, desde Hitler hasta Stalin,
de la boca de diversos dictadores y autócratas y demagogos en este y
otros países.
Todo presidente y político se queja de los medios, es parte de la
relación normal. De hecho, es preocupante cuando esa queja no está
presente.
Trump, desde el arranque de su campaña, etiquetó a los medios como
parte de una élite corrupta, y gozaba señalando a los periodistas, por
órdenes de él casi siempre encerrados en una zona en sus actos, y
provocar que sus admiradores se voltearan para denunciar a los medios.
Esto llegó a tal extremo que algunos medios nacionales contrataron
seguridad privada para proteger a sus corresponsales y enviados que
cubrían la campaña del multimillonario.
Al llegar a la Casa Blanca no abandonó su estrategia de atacar a los
principales medios, con excepción de Fox News y el sitio ultraderechista
Breitbart (dirigido hasta recientemente por su asesor íntimo Steve Bannon), entre otros fieles a la causa Trump.
Pero el jueves pasado, después de su primer mes en la presidencia –en
el cual provocó varias crisis diplomáticas con aliados, entre ellos
México y Australia, despidió a la procuradora general en funciones,
estuvo al borde de una crisis constitucional al insultar y desacreditar
al Poder Judicial sobre su orden ejecutiva antimusulmana, fue obligado a
despedir a su asesor de Seguridad Nacional y vio caer a uno de sus
nominados al gabinete, entre otros reveses, además de acusar a sus
propias agencias de inteligencia y más–, Trump llegó a decir que su
gobierno funciona como
una máquina bien afinaday que había logrado más que cualquier otro presidente en la historia en su primer mes. Subrayó que toda crítica o versión diferente de la que él aseguraba era fake news (noticia fabricada) promovida por los medios.
Fue poco después, el viernes por la noche, cuando envió uno de sus en promedio seis tuits por día de su cuenta personal, en el que proclamó que los medios de noticias son
el enemigo del pueblo estadunidense.
Casi todo medio y algunos políticos respondieron con diversos índices
de alarma, casi todos con referencias a regímenes represivos. Hasta
figuras dentro del partido del presidente comentaron con el senador John
McCain que
así empiezan los dictadores.
La estrategia, y se ha dicho mucho aquí, es librar un ataque sin
tregua no sólo contra la credibilidad de los medios, sino contra la
credibilidad en sí. Es crear una
realidad alternativacon
hechos alternativos.
Por cierto, durante un mitin estilo campaña en Florida el sábado,
Trump sorprendió a todos cuando hablaba de países que han permitido el
ingreso de refugiados y después sufrido ataques terroristas, y declaró:
uno mira lo que está ocurriendo en Alemania, uno ve lo que sucedió anoche en Suecia. Suecia, ¿quien los creería?, antes de seguir con la lista. Pues en Suecia nadie le creyó porque no sabían de qué estaba hablando.
¿Suecia?¿Atentado terrorista? ¿Qué ha estado fumando?, comentó Carl Bildt, ex primer ministro de ese país, por medio de un tuit. Trump explicó después que fue por un reportaje que vio en su canal favorito: Fox News.
Pero no es nada más la mentira repetida, sino que la segunda parte de la estrategia es acusar de
enemigoa todo aquel que dispute esa mentira
oficial, ya que es la del presidente y sus voceros. La estrategia no es nueva y se ha empleado de varias maneras; vale recordar lo de George W. Bush después del 11-S, cuando declaró que si uno no estaba
con nosotros, estaba con el enemigo.
Tal vez el ejemplo más apropiado es el del senador Joseph McCarthy en
los años 50, cuando declaró esencialmente que él encabezaba una guerra
sagrada contra un enemigo que deseaba destruir al país (en ese entonces
era el
comunismo), y quien lo cuestionara o se oponía era sospechoso de ser el enemigo. Con eso logró imponer un régimen de temor en el país, destruyendo incontables vidas.
Y resulta que el ejemplo incluye relaciones directas. El operador de
la cacería de brujas de McCarthy era la figura siniestra del abogado Roy
Cohn, quien años después fue nada menos que un mentor del joven Trump
en los 70.
Fue un reportero el que ayudó, con un abogado del ejército, a poner fin a McCarthy.
El presentador Edward J. Murrow, de CBS News, hizo primero un
programa en el que reveló las ficciones de McCarthy el 9 de marzo de
1954, e invitó al senador a ofrecer una respuesta (www.youtube.com/watch?v=-YOIueFbG4g ). Después de la respuesta, Murrow comentó esto en su programa del 13 de abril:
Él comprobó de nuevo que cualquiera que lo revele o que no comparta su repudio histérico de la decencia y la dignidad humanas y los derechos otorgados por la Constitución, debe ser un comunista o un simpatizante. www.youtube.com/watch?v=8wMiPkaofjw ).
El abogado Joseph Welch fue el que emitió las palabras que finalmente
marcaron el fin de McCarthy durante una de sus famosas audiencias,
cuando, harto de sus acusaciones, respondió:
hasta este momento, senador, no creo que hubiera medido verdaderamente su crueldad o imprudencia... Usted ha hecho suficiente. ¿No tiene algún sentido de decencia?Casi de inmediato, el poderoso senador fue anulado y murió solo y abandonado tres años después.
Vale señalar que por ahora, ante este ataque de Trump, los medios
masivos, casi a la fuerza, han regresado a su misión real de reportar,
cuestionar y enfrentar a la cúpula con hechos y revelar los engaños y
las mentiras oficiales. El golpe más fuerte contra Trump hasta ahora,
que hizo temblar a la Casa Blanca, fue producto de periodismo a la
antigüita –eso que muchos han descartado en la era moderna como algo
caduco por su lentitud y cuidado– de un equipo de reporteros y editores
profesionales, en este caso los del Washington Post y el New York Times, investigando
lo que los ocupantes del poder deseaban ocultar (relaciones con
oficiales rusos) e informando a los ciudadanos de lo que estaba en lo oscurito.
A veces, los periodistas son lo que deben ser: enemigos de los enemigos reales de un pueblo.
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