“No
se puede postergar la decisión de comprometernos ante la terrible
crisis que atraviesa el mundo. El fundamento de una esperanza surgirá en
medio de ese compromiso. Debemos penetrar en la noche y, como
centinelas, permanecer en guardia por aquellos que están solos y sufren
el horror ocasionado por este sistema mundial y perverso. Tenemos el
deber de resistir y de ser cómplices de la vida aún en su suciedad y su
miseria. Un gesto absoluto de confianza en la vida y de compromiso con
el otro. Así lograremos trazar un puente sobre el abismo”, denunciaba
Ernesto Sábato.
José Carlos García Fajardo*/Centro de Colaboraciones Solidarias
Ante
la “avalancha” de refugiados por guerras para controlar recursos
energéticos, por venta de tierras comunales a compañías extranjeras y a
las calamidades del efecto invernadero y de la explosión demográfica por
falta de educación y del adecuado control, es conveniente reflexionar
sobre lo sucedido en menos de un siglo.
El Programa de Naciones
Unidas para el Desarrollo publica cada año un informe sobre la situación
de los habitantes del planeta. Se impone hablar menos de cooperación
con “el tercer mundo” y preguntarnos por qué los pueblos del Sur pasan
hambre de alimento, de salud y de educación. Es tarea de los gobiernos
controlar las injusticias de los poderosos y formar a los ciudadanos en
una conciencia social básica. Lo que no hagamos en justicia nos será
arrebatado por la fuerza, o mediante el terror.
En el informe de
1998, ya denunciaba la ONU que el 18 por ciento de la población del
planeta controlaba más del 80 por ciento de los recursos de la tierra,
mientras que el 20 por ciento más pobre sólo tenía acceso a un 1 por
ciento de esos bienes.
Más de mil millones de habitantes del
planeta sobreviven con menos de un dólar al día, y unas 30 mil personas
mueren de hambre cada día. En la cumbre de la ONU celebrada en Nueva
York el año 2000, los Estados miembros se comprometieron a reducir a la
mitad el número de menesterosos en 2015, pero a los 15 años de esa
cuenta atrás, poco se ha hecho para cumplirlo.
Con el avance
tecnológico actual, señalaba el informe, “la persistencia de esta plaga
es irracional, inaceptable y vergonzosa”. Se calcula que para librar ese
combate harían falta unos 50 mil millones de dólares anuales. No sólo
la miseria, sino el ahondamiento de las diferencias entre clases,
sociedades y hasta naciones del planeta constituyen una bomba de
relojería que no precisa de ninguna ideología fundamentalista para
explotar en el mundo desarrollado. Una minoría harta y una mayoría que
la contempla a través de los medios de comunicación, no pueden convivir
sin graves problemas.
El hambre del mundo son 900 millones de
estómagos vacíos, la mayoría localizados en Asia y África, según el
último informe de la ONU. El número de personas desnutridas crece cada
año en unos 7 millones, lo que autoriza a la FAO a diagnosticar una
clara “recesión en la guerra contra el hambre”. Todavía es mayor la
cifra de los que viven en situación de extrema pobreza, que supera los 1
mil millones.
Ya en el informe del PNUD de 1998, se declaraba que
el gasto para cubrir estas necesidades básicas supondría 40 mil
millones de dólares anuales, durante 10 años, en los países empobrecidos
del mundo. Enseñanza Básica para todos: 6 mil millones. Salud
reproductiva para todas las mujeres: 12 mil millones. Salud y nutrición
básicas: 13 mil millones. Agua y saneamiento para todos: 9 mil millones.
Para
conseguir estas cifras, hoy elevadas a cerca de 100 mil millones al
año, el informe denunciaba que en un año, en 1997, se habían efectuado
estos gastos: cosméticos en Estados Unidos 8 mil millones; helados en
Europa 11 mil millones; perfumes en Europa y Estados Unidos 12 mil
millones; alimentos animales domésticos Europa y EU 17 mil millones;
cigarrillos en Europa 50 mil millones; bebidas alcohólicas en Europa 105
mil millones; drogas estupefacientes 400 mil millones; gasto militar en
el mundo entonces, 780 mil millones.
Baste recordar que, sólo en
EU, se ha más que duplicado el gasto militar desde esa fecha con los
resultados que todos padecemos. No tenemos más que traducir estas cifras
a la situación actual, contando que la población ya alcanza los 7 mil
500 millones de seres humanos. Recordemos que en 1914, al estallar la
Gran Guerra, se calculaba que la población del planeta no superaba los 1
mil 500 millones de seres humanos
Al presentar a la opinión
pública el informe, la ONU lo calificó de “información subversiva”, que
es preciso considerar para poder subvertir un orden social injusto.
José Carlos García Fajardo*/Centro de Colaboraciones Solidarias
*Profesor Emérito de la Universidad Complutense de Madrid (UCM) y director del Centro de Colaboraciones Solidarias (CCS)
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