CELAG
En Trump no hay
pospolítica. Mientras el universo progresista busca atajos discursivos y
retóricos en la moderación, el candidato republicano, y ahora
presidente, eligió otra trayectoria. Se colocó en el centro del orden.
Desde
el primer momento eligió una dimensión tajante, divisoria y
conflictiva. Salió a marcar el campo discursivo y político.
Desestructuró algo que ciertas derechas y el progresismo daban por
sentado: el consenso en las rutinas económicas y financieras mundiales
configurado en las últimas décadas. El Partido Demócrata se quedó sin
margen de maniobra, como sus aliados internacionales, que empezaron a
hacer cuentas de cuánto impactaría el decisionismo trumpiano. México
comenzó a padecerlo y ha obligado a Peña Nieto a reactualizar una
fórmula que lo ha incomodado tanto a él como al PRI: el nacionalismo. El
propio Carlos Slim apoyó al presidente mexicano y rompió todo lazo con
Trump1. La comunidad nacional vuelve a reactivarse.
Lo
que Trump expresó en campaña ya está en marcha. Los gobiernos
progresistas y conservadores de América Latina (y de la Unión Europea)
están expectantes. Ese orden geopolítico y sus rutinas conocidas desde
fines de la década de los ‘80 comienzan a modificarse con grandes cuotas
de incertidumbre. Trump busca reactualizar el orden norteamericano y
global. El “manodurismo” viene a corroborar esto mismo. Construir un
orden a golpe de decisiones, las cuales van desde la construcción del
muro, la persecución y estigmatización de inmigrantes y mujeres, hasta
la relocalización interna de capitales para generar empleo en EE.UU.. El
líder republicano vino a ensayar una nueva fórmula de integración y
exclusión que ni siquiera su partido se había propuesto e imaginado.
El
‘bussinesman president’ hace un ejercicio de fuerza con otros
empresarios. Les exige la relocalización de inversiones. Los presiona.
Muestra quién manda. El sistema político norteamericano tiene un
sheriff. El tipo que entra al bar a poner orden. Obliga a sus colegas a
realizar su rentabilidad en su propio suelo estatal. Trump, como el
Brexit, avisan que existen las fronteras y que el Estado vive de lo que
pasa en su interior. El Estado ha vuelto. Inclusive, el muro posee un
gran efecto político, más allá de lo propiamente operativo. Un muro
implica un mayor consumo interno. Puede impactar en aquellos que ven
necesario cambiar sus vidas económicas. Cierto “internacionalismo” de la
globalización –propiciado por China- y del “progresismo” europeo es
puesto en crisis. Sus pobres resultados en indicadores sociales han
alentado esta crítica y propiciado una mirada que parecía desgastada
durante el largo siglo XX. Trump y el Brexit recuerdan que el viejo y
moderno concepto de Estado, su fiscalidad y fronteras pueden ser
reactualizados. Estan ahí como “monstruos” disponibles, funcionales, que
albergan memorias de grandezas, de crueldades y de utopías de
integración social. De todo ese repertorio, Trump construyó un discurso
de campaña y una simbología.
Sus acciones tendrán efectos en las
agendas económicas y políticas de los diversos países latinoamericanos.
Tanto, izquierdas existentes como neoconservadores que se creen
exitosos pueden “funcionalizar” la agenda de Trump en diversos sentidos.
Correa indicó que Trump puede ser una oportunidad para consolidar
propuestas progresistas. Beppe Grillo del Movimento 5 Stelle reivindicó a
los hombres fuertes2 como Putin y el presidente norteamericano. Trump parece una “significante” que puede ser aprovechada por todos.
Una
derecha latinoamericana atónita “amiga de la globalización” comienza a
sentir el peso del Brexit y de Trump. No sabe si mirar a China y a su
partido comunista, decidido por la liberación absoluta de la economía, o
a Estados unidos. No saben si quedarse con el trabajador
hiperflexibilizado chino o el wasp3 que reclama sus derechos a punta de pistola y discriminación.
Las
primeras medidas, entre las que se encuentra la vinculada a la
inmigraciónm, han suscitado la reacción de varios gobiernos. Hoy México
parece el más perjudicado. Pero todavía hay una gran “cuota de
incertidumbre” en cuanto a la política comercial, especialmente en torno
a cómo instrumentará la creación de empleo y protección de la economía
norteamericana. Esto pone sobre el escenario debates que las actuales
derechas latinoamericanas creían haber “superado” o “endosado” a las
experiencias progresistas. Las diversas derechas deberán reacomodarse en
este nuevo escenario. Volver a tomar el pulso. Decidir qué hacer con
los temas que plantea e instala Trump.
Trump y los liderazgos latinoamericanos
Los liderazgos latinoamericanos no auguraban un triunfo de Trump y, en
la mayoría de los casos, manifestaron sus simpatías por la candidata
demócrata. Su victoria ha significado poner en jaque sus acuerdos
bilaterales e internacionales. Perú y Chile –paladines de
Alianza Pacífico- no sólo han resguardado sus acuerdos comerciales, sino
que han destacado la misoginia del mandatario. Otros como Brasil
vislumbran nuevas oportunidades de negocio , ante el rediseño del
Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), reforzando así
las relaciones comerciales entre ambos. Contrariamente, Correa considera
que la falta de mercado jugará a favor de una nueva integración
regional, forzada por la coyuntura.
En cuanto a las políticas
migratorias, México se erige como el gran damnificado, ante la promesa
de campaña de la construcción de un muro con el vecino del norte. Este
hecho ha sido cuestionado por los mandatarios de diversos países con
distinto grado de énfasis. Sin embargo, la política de Trump no
necesariamente constituye un nuevo modelo a seguir, Argentina y Chile
presentan dos caras opuestas en política migratoria. Argentina con
medidas más restrictivas y punitivas contra su población migrante y
Chile con un proyecto de ley para flexibilizar los requisitos para
migrantes.
Venezuela y Bolivia se abstuvieron de expresar su
preferencia en cuanto a demócratas o republicanos, sin embargo, no
dejaron de manifestar el rechazo a su discurso discriminatorio y
xenófobo, una vez electo presidente. Sin duda las críticas a Trump han
aunado los discursos de líderes que habitualmente presentan posturas
disímiles.
México
México y los mexicanos se
convirtieron en el “otro negativo” de Donald Trump antes, durante y
después de la campaña presidencial. La inmigración se estableció en el
imaginario colectivo como la fuente de los problemas de EE.UU.; crisis,
desempleo e inseguridad, fueron las claves que llevaron a Trump a
ofertar “protección” del extranjero.
Por su parte, los medios
de comunicación han llevado el debate de la política migratoria a las
concepciones de la “defensa al honor” del pueblo mexicano. En efecto se
han hecho eco de supuestas humillaciones que recibió el presidente Peña
Nieto por parte de Trump, en las amenazas de llevar las tropas a la
frontera, en que México debería construir el muro, etc.4. El inmovilismo (o tibieza) en las respuestas de Peña Nieto5
ha sido redituado por algunos posibles candidatos a 2018, entre ellos,
Carlos Slim, que parece que haberse convertido en “la voz de autoridad
de México” para responderle al magnate norteamericano6.
Sin embargo, el problema que más preocupa a la derecha mexicana es cómo
puede afectar a la elite empresarial la renegociación del TLCAN. A
noviembre de 2016, Trump proponía “la renegociación o abandono” de dicho
tratado7,
esta situación dejaba con cierta incertidumbre a un país cuya elite
empresarial dirige la mayor parte de sus exportaciones manufactureras
(90%) al vecino del norte, siendo también muy importante la exportación
de materias primas8.
El proteccionismo de Trump se ampara en que el déficit comercial de
EE.UU. creció a su nivel más alto de los últimos cuatro años en 2016.
Marcando desequilibrios persistentes con China, Europa y México. En
efecto el saldo negativo de intercambios de bienes y servicios de EE.UU.
con el resto de países ascendió a 502.200 millones de dólares (un 2,7%
del PIB)9.
Por ello, la propuesta de política comercial, particularmente con
México, con el que el déficit aumentó un 4,1% en 2016, es gravar con
imposiciones arancelarias de un 20% a los productos con origen en este
país.
En la actualidad, Trump está empeñado en avanzar en ese
proceso de renegociación (ya no habla de abandono) y se centra en que el
tratado enfatice en la “justicia y la libertad” comercial: “ Quiero
cambiar esto y quizá lo haremos. Quizá hacemos un nuevo TLCAN con una f
extra en el nombre del TLC. ¿Saben qué significa? Comercio libre y
justo. No sólo comercio libre, sino comercio libre y justo. Porque es
muy injusto ”10. Una renegociación que, por cierto, Peña Nieto ya habría anunciado durante la anterior legislatura norteamericana11.
Argentina
Macri apostó por Hillary y le salió mal. Declaró en 2015: “Con 24 años,
tuve que negociar con ese tipo que ahora es candidato a presidente y
está totalmente chiflado”12.
Es decir, a pesar de contar con un historial de negocios en común,
desaprovechó la oportunidad de establecer buenas relaciones con el
actual presidente norteamericano. Su pronóstico falló en su apuesta por
Hillary, a diferencia del actual líder de la oposición, Sergio Massa,
quien desde 2014 mantiene una estrecha relación con Rudolph Giuliani –ex
alcalde de Nueva York famoso por su política de “tolerancia cero” y
actual asesor de seguridad cibernética- quien lo ha invitado a la
asunción del nuevo mandatario.
Paradójicamente, aunque el
mandatario argentino afirma que “es evidente que la visión macro que
Trump tiene es una visión muy de cerrarse, muy hacia adentro”13,
el endurecimiento de su política hacia los extranjeros, por medio de la
reforma migratoria, vía decreto de necesidad y urgencia (DNU), pone de
manifiesto que Macri está más cerca que cualquier otro líder a las
decisiones de Trump en torno a esta temática14.
La gran apuesta por la “inserción al mundo” del macrismo se vió
afecatada por la suspensión por sesenta días del acuerdo comercial para
importar limones tucumanos a los Estados Unidos. Los limones cobraron
protagonismo ya que desde diciembre de 2016 se enfatizó como un logro de
gestión la exportación del cítrico norteño bajo el gobierno del
entonces presidente de los Estados Unidos, Barack Obama. Otra cuestión
se evidenció en relación a las visas para ingresar al gigante del norte.
El Gobierno de Cambiemos auguraba que los trámites para obtener la visa
de entrada a EE.UU. se volverían más laxos que durante el kirchnerismo.
El arribo de Trump intensificó los requisitos burocráticos: a partir de
ahora, se deberá solicitar audiencia con funcionarios consulares en la
mayoría de los casos15.
Brasil
El Gobierno de Temer recibió el apoyo del Gobierno demócrata de Obama y
por ello, durante el periodo preelectoral, el Ejecutivo brasileño se
posicionó a favor de Hillary. Así, el ministro de Relaciones Exteriores,
José Serra, señalaba a finales de 2016, que la posibilidad de que Trump
fuese elegido podría resultar una “pesadilla” para el Brasil16.
Poco después, con Trump electo, la derecha brasileña, al igual que
otras derechas regionales, buscó mantener unas relaciones cordiales con
EE.UU.. Se impuso el pragmatismo y Temer se apresuró a señalar que las
políticas del Gobierno republicano tendrían poco impacto en Brasil17.
Luego, manifestó la necesidad de un trabajo conjunto con el presidente
electo, “para estrechar los lazos de amistad y cooperación”, señalando
(paradójicamente) que los dos países son “democracias que comparten
valores y mantienen, históricamente, unas fuertes relaciones en los más
diversos ámbitos”18.
Ya en diciembre de 2016, las declaraciones de intención de Michel Temer
se consolidaron en la configuración de una agenda conjunta para el
crecimiento de Brasil y EE.UU. En ese marco, el Gobierno de Temer ve en
el rediseño del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN)
una oportunidad para reforzar las relaciones comerciales de Brasil con
EE.UU.19 .
En cuanto al debate relacionado con las políticas migratorias de
EE.UU., Temer ha manejado un discurso ambiguo (a pesar de ser de origen
libanés), evitando entrar en el terreno de la disputa: “ Este país se
formó exactamente por la inmigración, por todos los que vinieron a
Brasil, de las más variadas razas, de las más variadas tendencias y
construyeron nuestro país, también con nuestros vecinos convivimos en
paz desde hace muchísimos años”20.
Colombia
Las actuales relaciones del Gobierno Trump con el Gobierno colombiano
de Juan Manuel Santos reflejan una dinámica particular propia de los
procesos políticos que vive el país, en gran medida, inscriptos en una
histórica cercanía con los Estados Unidos. Si bien las relaciones del
Gobierno colombiano con el demócrata de Obama fueron fluidas y
cordiales, el nuevo articulado de relaciones a establecer con el
Gobierno republicano no puede dejarse de lado, debido a la existencia de
diversos intereses bilaterales en juego.
El Gobierno de Barack
Obama apoyó la reapertura de los diálogos con las FARC. En este marco
la administración demócrata siempre estuvo dispuesta a apoyar el
diálogo, pero, sobre todo, a contribuir con el periodo posterior a los
acuerdos: con un fondo de 450 millones de dólares anuales a invertirse
en programas de cooperación al desarrollo, diseño de las políticas
públicas y cambios normativos a implementarse en el eventual
posconflicto.
Todo ello también vinculado a la necesidad de
apertura de nuevos espacios empresariales y explotación de recursos
naturales, en los que EE.UU. sería uno de los actores principales.
Porque, como señaló Humberto de la Calle (jefe negociador), desde que
los diálogos se hicieron públicos, “el modelo de desarrollo de Colombia
no está en cuestión”. Con ello el líder negociador se refiere a que el
modelo caracterizado por una fuerte concentración de la tierra, en el
que el extractivismo minero-energético se ha convertido en la forma de
desarrollo aceptada unilateralmente por Gobierno y líderes negociadores
como la principal forma de desarrollo económico, no es en absoluto
cuestionado.
En este sentido, y aunque el Gobierno Santos se
volcó en la campaña con los demócratas, señalando, a septiembre de 2016,
que Hillary ofrecía más garantías para la paz que Trump21,
conforme avanzaron los meses, el plebiscito puso los acuerdos de paz en
serias dudas y, con Trump alzándose en la Casa Blanca, Santos reculó,
enviando saludos al presidente electo y celebrando “el espíritu
democrático de EE.UU.”22:
“Hablé con el presidente electo Donald Trump. Acordamos fortalecer la
relación especial y estratégica entre Colombia y los Estados Unidos”,
señalaba poco después de las elecciones23.
Los más recientes anuncios del republicano han abierto las puertas
hacia un discurso, que empieza a popularizarse entre algunos liderazgos
latinoamericanos, posicionado en contra de la política migratoria del
mandatario norteamericano. Así, sin grandes aspavientos, Juan Manuel
Santos, en su discurso en la XVI Cumbre Mundial de Premios Nobel de la
Paz, que tuvo lugar en Bogotá a finales de enero de 2017, observó sin
remitirse a nombres, pero en un claro llamado de atención sobre la nueva
política migratoria norteamericana: “La discriminación, la crisis de
los refugiados y el rechazo creciente y absurdo a los migrantes frente
al discurso de odio y exclusión que conquista los corazones atemorizados
¿Qué le podemos decir a la humanidad?”24.
Chile
En septiembre del pasado año durante su gira por Estados Unidos, la
presidenta Michelle Bachelet reconoció su apoyo a la entonces candidata
Hillary Clinton, de cara a la contienda electoral por llegar a la Casa
Blanca. La mandataria no sólo se reconoció amiga de Hillary Clinton,
sino que también afirmó “creo que necesitamos más presidentas mujeres en
el mundo”25.
Asimismo, hizo hincapié en la persistencia de sexismo en la política
actual, en referencia a las campañas con un elevado grado de misoginia
en contra de la candidata demócrata.
Ante la victoria de Trump,
la presidenta chilena declaró estar a la espera de las decisiones y sus
viabilidades, atenta a conocer “cuáles de los compromisos de campaña el
presidente Trump lleva a la práctica”26.
En el caso de chileno, y respecto al Acuerdo Transpacífico de
Cooperación Económica (TPP) –el cual Chile suscribió y promovió pero que
Trump pretende desmantelar-, Bachelet se reconoció también expectante.
En contraposición, Trump manifestó mediante la divulgación de un video
que dicho acuerdo comercial es “un potencial desastre” para Estados
Unidos y que él pretende negociar acuerdos bilaterales “justos”.
Michelle Bachelet aseguró recientemente que los países miembros del TPP
acordaron seguir impulsando la iniciativa a pesar del evidente rechazo
inicial de Trump.
Piñera estuvo en consonancia con la
mandataria al sostener que “ojalá no siga por la ruta del
proteccionismo, porque al final el libre comercio favorece a todos los
países y para Chile es muy importante que el mercado americano siga
siendo un mercado abierto para las exportaciones de nuestro país”27.
En lo concerniente al nuevo paradigma en política migratoria
–inaugurado por Trump y al que se sumó Argentina- la postura de Chile es
diametralmente opuesta. Próximamente ingresará al Parlamento un
proyecto de ley de migraciones que crea un Registro Nacional de
Extranjeros –de carácter reservado- y que define un catálogo de derechos
y deberes en materia de salud, educación y trabajo. La normativa –que a
diferencia del caso argentino será debatida por el legislativo- no sólo
flexibiliza el ingreso y permanencia de los migrantes en el país sino
que además, en uno de los puntos que genera más polémica, establece que
la comisión de un delito no obligará a una expulsión inmediata28.
Perú
El presidente peruano, Pedro Pablo Kuczynski (PPK), se encuentra entre
los más férreos detractores de Trump. En septiembre del año pasado, PPK
se opuso enfáticamente a la construcción de un muro en la frontera con
México, acto al que catalogó como un crimen, recordando además la caída
del muro de Berlín en 198929.
A fines de octubre, al acercarse a los 100 días de su mandato, PPK
concedió una entrevista a TV Perú en la que manifestó su inquietud por
las propuestas del entonces candidato norteamericano, a las cuales
calificó de “preocupantes” resaltando que “su actitud hacia las mujeres
también lo es”30.
En lo referente a las políticas migratorias, PPK dejó clara su postura
en una entrevista con la agencia Bloomberg, donde manifestó que “los
latinos, pese a lo que diga Donald Trump, hemos ayudado a Estados Unidos
porque la inmigración ha disminuido la edad promedio de su población,
han aparecido más jóvenes y ello ayuda a que el Seguro Social se
mantenga financiado”31.
La tensión entre ambos mandatarios radica en los acuerdos de libre
comercio. Cabe recordar que Trump ha mencionado su intención de
renegociar los términos del Tratado de Libre Comercio de América del
Norte (TLCAN) –suscrito con México y Canadá- y ha anunciado además que
se retirará del Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica (TPP)32.
En contraposición a esta postura, PPK considera que la “Alianza del
Pacífico es el eje pensante de América Latina, en el otro lado está el
proteccionismo, el gasto en subsidios desenfrenado”. Durante el
Encuentro Nacional de la Empresa (Enade), el principal foro empresarial
de Chile, Kuczynski advirtió acerca de los riesgos del proteccionismo:
“lo que estamos viendo es una nube gris que se acerca llamada
proteccionismo, que estaba escondida y ahora reapareció. Empezó a
reaparecer con el ‘Brexit’ y ahora apareció en pleno cielo con la
elección en Estados Unidos”33, manifestó desde Santiago.
Por último, PPK ha sido uno de los pocos en destacar la problemática
ambiental, asegurando que el medio ambiente se encuentra “bajo ataque”
debido a los nombramientos anunciados por el nuevo gobierno de EE.UU..
Según Kuczynski los retos del Perú en cuanto al cuidado de la ecología
son inmensos, especialmente, frente a la desglaciación, puesto que Perú
es considerado como el tercer país más vulnerable al cambio climático
según la organización Tyndall Center. En cambio, para Trump, el
calentamiento global constituye un invento de China para mermar la
competitividad de la industria estadounidense y ya ha manifestado que
podría cancelar la adhesión de su país al Acuerdo de París, compromiso
suscrito el año pasado por 193 países para contener los efectos del
cambio climático34.
Ecuador
El presidente ecuatoriano, Rafael Correa, ha sido uno de los pocos que
ha percibido una oportunidad en el nuevo gobierno norteamericano. En lo
concerniente ha manifestado que, si bien para América Latina habrá
costos –ante el proteccionismo de Estados Unidos, el principal destino
de las exportaciones latinoamericanas- y dolor –por el tratamiento a los
migrantes y los discursos crueles e inhumanos-, dichas dificultades
pueden convertirse en un factor de unidad. En sus propias palabras, “es
tan torpe su discurso, tan básico, que despertaría una reacción de
América Latina”35.
El mandatario recordó que el proteccionismo esgrimido por Trump no es
una mala palabra, sino que se trata de políticas soberanas, para un
adecuado desarrollo del aparato productivo y la protección de la pequeña
y mediana industria; modelo de desarrollo de países como Estados
Unidos, Alemania o Japón. Por lo que el cese del mercado internacional
propicia el desafío de construir capacidades nacionales, aumentando, por
ejemplo, el comercio intrarregional36.
En el mismo sentido destacó que los países que optaron por la apertura
de sus mercados y acuerdos con el país del norte enfrentarán serias
dificultades.
“Yo lo escribí hace casi una década: la
globalización neoliberal durará lo que duren los beneficios para EE.UU..
Esa es una de las razones del triunfo de Trump: ese EE.UU. profundo, el
de los pequeños empresarios y trabajadores blue-collar afectados por la
globalización y deslocalización de las empresas, y que no son noticia
en los medios de comunicación, donde aparecen tan solo los intereses del
capital trasnacional”37, afirma el primer mandatario.
Bolivia
El presidente boliviano, Evo Morales, se enfocó en un discurso
anti-imperialista, señalando –en el periodo preelectoral- que
independientemente de quién gobernara (demócratas o republicanos), la
política de EE.UU. hacia América Latina no iba a cambiar, en sus
palabras: “Estados Unidos tiene una sola política, la intervención”38. La respuesta del primer mandatario boliviano se remite a una historia de fuertes tensiones con los gobiernos norteamericanos.
La crisis más reciente produjo la expulsión del embajador
estadounidense Philip Goldberg, durante el Gobierno de George W. Bush.
Ello debido a que en 2008 el enviado norteamericano habría apoyado y se
habría reunido con Rubén Costas a fin de afianzar y apoyar los planes
separatistas de los estados orientales, una reunión que fue considerada
la prueba de un nuevo intento de desestabilización del país, aupado
desde los Estados Unidos de América.
Sin embargo, a enero de
2017 el mandatario expresó poco antes de que Trump asumiera su cargo la
necesidad de reestablecer relaciones, renovando el intercambio de
embajadores, pero siendo enfático en la necesidad de respeto de la
soberanía nacional39.
No obstante, desde la crisis desatada en América Latina por la política
migratoria en la que avanzaría el nuevo Gobierno norteamericano, Evo
Morales se ha convertido en un liderazgo que denuncia sin tapujos las
decisiones “racistas” del líder republicano. En este sentido, sus
intervenciones han dado una luz sobre las contradicciones del gobernador
de extrema derecha: “Al norte hacen muros para latinos, no frenan ni
las bases militares en el mundo. Qué injusticia el racismo y fascismo”,
denunciaba en su cuenta de Twitter40.
Aprovechando esta situación de inconformismo en la región, el
mandatario Morales también ha denunciado a los liderazgos de la derecha
regional que aplican políticas similares a las del líder republicano,
como es el caso del Gobierno argentino que endureció las políticas
migratorias recientemente. Frente a la decisión de Macri, Morales hace
un llamado a la unidad a los líderes latinoamericanos sentenciando: “
Hermanos presidentes latinoamericanos: seamos Patria Grande, no sigamos
políticas migratorias del norte. Juntos por nuestra soberanía y dignidad
”41.
En este sentido el presidente llama la atención sobre el
fortalecimiento de los acuerdos multilaterales regionales, pide refuerzo
en CELAC e invita al líder mexicano, Enrique Peña Nieto, a mirar hacia
al sur en el marco de la crisis que está teniendo lugar por las
decisiones en torno a la frontera binacional42.
Venezuela
En la línea con el posicionamiento marcado por el presidente de
Bolivia, el primer mandatario de Venezuela señaló desde octubre de 2016
que ninguna de las dos candidaturas, ni la de Hillary, ni la de Trump,
venían con buenos intereses para el país43.
El mandatario venezolano, quien se decantaba por Bernie Sanders,
durante las primarias del partido demócrata, quiso inicialmente alejarse
del debate internacional en torno a la elección de Trump.
Tras
el ascenso de Trump a la Casa Blanca, el presidente Nicolás Maduro
decidió defender un discurso de respeto mutuo, apuntando a una relación
de equidad entre los dos países: “Quiero unas relaciones de respeto, de
altura y de cooperación con el Gobierno de EE.UU., ojalá que este siglo
XXI vea más temprano que tarde nacer la cooperación entre EE.UU. y
nuestra América”44, manifestó el jefe de Estado.
El presidente venezolano, quien considera que las relaciones con la
administración Obama fueron una prolongación de la política
internacional de la era Bush, señaló que las relaciones de EE.UU. con
Venezuela sólo podrían mejorar45.
Esta afirmación fue, sin embargo, tomada como una declaración de
intenciones exagerada por la prensa internacional la cual estableció
nexos entre los liderazgos de Maduro y Trump.
No obstante, con
los recientes hechos asociados a la política migratoria, se enfatizan
las distancias del presidente venezolano con la administración Trump. En
línea combativa, Maduro rechaza las políticas recientemente adoptadas
por el Gobierno y, ante las declaraciones del presidente norteamericano,
Maduro expresó su rechazo46.
De esta manera, el presidente Maduro, que hasta ahora había mantenido
cierta distancia (e incluso optimismo, que no identificación) con el
nuevo liderazgo de la Casa Blanca, comienza a forjar un claro discurso
contra la nueva administración norteamericana.
Puerto Rico
El gobernador de Puerto Rico, Ricardo Rosselló, quien asumió su cargo
el 1 de enero de este año enfrenta una situación compleja respecto de su
principal promesa de campaña: la anexión de la isla a EE.UU. “Ustedes
saben que yo había apoyado a Hillary Clinton para la presidencia, pero
lo cierto es que yo estoy aquí para trabajar, y en la política pasan
imprevistos y uno tiene que trabajar con ellos”47.
El mandatario calificó como “inesperado” el triunfo del magnate en las
elecciones y confió en que este, apoye el cambio de estatus en la isla.
“La plataforma republicana es muy clara en cuanto al estatus de Puerto
Rico y favorecerá un acta de admisión para la isla si así el pueblo lo
decidiera”48,
opinó. Roselló confía en que el programa de Trump contemple en su
agenda de gobierno, entre otras cosas, la inclusión y validación de la
transición de Puerto Rico. Sus expectativas se sustentan en las
declaraciones del entonces precandidato republicano quien en marzo del
pasado año aseveró que los puertorriqueños deberían tener la posibilidad
de elegir su propio estatus político, comprometiéndose además a
respetar la voluntad del pueblo, aun si este reclamara la anexión, en
caso de resultar electo presidente estadounidense.
Conclusión
Trump construye una agenda local que posee efectos internacionales. Su
llegada a la Casa Blanca puede acelerar o potenciar procesos políticos
que ya están en marcha, como aquellos que se desarrollan en Europa
(Brexit, ultraderechas, etc.) o puede reconfigurar coaliciones contra
algunas de sus políticas, como lo hizo la Union Europea indicando que
Trump se ha vuelto una amenaza49.
“Patear el tablero”, como estrategia de consolidación de la “vuelta del
orden” en el Estados Unidos, abre muchas posibilidades al resto de los
gobiernos latinoamericanos, europeos o de otras regiones. Las derechas
“amigas de la globalización” tendrán que explorar una alianza con China y
otros países asiáticos o recalibrar de manera individual o regional su
relación con los EE.UU.. El MERCOSUR está obligado a pensar la “Agenda
Trump”, al igual que la Unión Europea, a la cual se añade una mayor
tensión a partir del vínculo entre los presidentes norteamericano y
ruso.
El mundo y las derechas están obligados a recalibrar y a
ensayar nuevos cursos de acción posible, tanto económicos, políticos,
como regionales. Hoy todos los gobiernos han encendido el GPS, uno que
hace mucho que no usaban, y que ahora será de vital utilidad para
orientarse.
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