Tatiana Coll
“El 3 de febrero de 1962
el entonces presidente de los Estados Unidos, John F. Kennedy firmó la
orden ejecutiva 3447, que dispuso el embargo total del comercio con
Cuba. De esta manera, el gobierno de ese país oficializó el bloqueo
contra el Estado y pueblo cubanos.” Con este párrafo comenzó el
editorial de Granma el 3 de febrero de 2017.
Hacía menos de un año, abril de 1961, que el pueblo de Cuba le había
impuesto una flagrante derrota a la meticulosamente preparada
invasión de Bahía de Cochinos, como le llaman los yanquis, o victoria de Playa Girón, como la denominan los cubanos. Sumido en esa lacerante necesidad de venganza que la debacle le imponía y que, por cierto, no los ha abandonado aun ahora, el gobierno estadunidense impulsaba todo tipo de planes y proyectos de aniquilamiento de la Revolución. No podía menos que añorar los años en que prevaleció la vieja Enmienda Platt (presentada el 25 de febrero de 1901), una humillante adenda negociada, bajo condiciones de intervención militar, a cambio del reconocimiento de la independencia cubana, que determinó hasta los años 30, la condición neo-colonial, mediante el control total del comercio, la posibilidad de intervención directa y la entrega unilateral del territorio de Guantánamo, entre otras cosas.
No era la primera medida encaminada a este propósito, ya contra la ley de Reforma Agraria de mayo del 59, el gobierno yanqui blandía
la espada del fin de la cuota azucarera y el control de los créditos:
Eisenhower anunció que su país emprendería todas las medidas necesarias
para el retorno de Cuba a la
democracia. En el mismo mes de febrero, días antes de firmar la orden ejecutiva 3447, en el encuentro de Punta del Este, en la octava Reunión de Cancilleres de la Organización de Estados Americanos (OEA o el ministerio de colonias, como lo bautizó el Che) Estados Unidos logró la expulsión de Cuba por
incompatibilidad con el régimen de democracia liberal, con la notoria abstención de los gobiernos de Brasil (Joao Goulart), Argentina (Frondizi), Ecuador (Arocemena) y México (López Mateos). Gobiernos que serían derrocados sucesivamente por golpes militares en los dos años siguientes, salvo México, donde sencillamente se eligió a Díaz Ordaz. La Doctrina de Seguridad Nacional se echaba a andar.
La orden ejecutiva 3447 se articuló según lo dispuesto en la Ley de Asistencia Exterior, de septiembre de 1961 y la Ley de Comercio con el Enemigo de 1917. Su objetivo era impedir y obstaculizar toda la actividad económica y comercial de Cuba.Kennedy autorizó al
secretario del Tesoro a promulgar todas las medidas y regulaciones para hacer efectiva la importación a Estados Unidos de cualquier producto de origen cubano. Además, ordenó a su secretario de Comercio que ampliara las medidas para restringir las exportaciones hacia Cuba, incluidas medicinas y alimentos.Aislar a Cuba totalmente era el objetivo, concluye Granma.
En estas condiciones construyó Cuba un modelo de desarrollo fincado
únicamente en sus propias capacidades y las posibilidades que le abrió
el campo socialista. Por ello, afirma el destacado economista cubano
José Luis Rodríguez en su más reciente artículo sobre la economía
cubana: “Nadie puede afirmar que ha sido fácil, ni que se valoraron en
toda su magnitud la complejidad de las tareas a enfrentar, ni que no se
cometieran errores. Pero tampoco nadie puede honestamente desconocer el
tremendo esfuerzo que ha realizado nuestro pueblo –con su gobierno– para
avanzar –paso a paso– en la actualización del modelo económico
socialista cubano. Tal vez no se han explicado en la medida adecuada las
increíblemente complicadas tareas que supone el proceso de desarrollo
para Cuba, que no son iguales a las de otros países ni enfrentan las
mismas circunstancias. Fue recientemente un amigo –el presidente de
Ecuador– en la difícil coyuntura de la desaparición física de Fidel
Castro, el que nos recordaba que: “Evaluar el éxito o el fracaso del
modelo económico cubano, haciendo abstracción de un bloqueo criminal de
más de 50 años, es pura hipocresía (…) cualquier país capitalista de
América Latina colapsaría a los pocos meses de un bloqueo similar”.
Las medidas de bloqueo se agudizaron a un extremo feroz con la
caída del campo socialista. Eufórico, el gobierno estadunidense aprobó
dos de las medidas más unilaterales y arbitrarias, contrarias a todo lo
establecido internacionalmente: La Ley para la Democracia Cubana, o Ley
Torricelli, en 1992, y la Ley de la Libertad Cubana y Solidaridad
Democrática, conocida como Helms-Burton, de carácter extra-territorial,
persecutorio que, además, promovieron abiertamente el terrorismo y la
subversión. El costo para el pueblo cubano ha sido inconmensurable y,
sin embargo, la resistencia triunfó. El fracaso rotundo ronda las
mezquinas conciencias de los gobernantes yanquis. Aunque
resulta imposible cuantificar certeramente todos los costos, la cifra
que se calcula es de 125 mil 873 millones de dólares.
Es ridículo pero, en estas condiciones, la OEA no cesa de armar
expediciones intervencionistas en Cuba, así Luis Almagro, secretario
general de dicho organismo, decidió viajar a La Habana, acompañado del
paladín de la rectitud, el diáfano Felipe de Jesús del Sagrado Corazón, y
otros miembros de la ultra-derechista IDEA (Iniciativa Democrática para
España y las Américas), para recibir un premio inventado por un
grupúsculo y financiado por Estados Unidos mediante la Fundaci
ón
para la Democracia Panamericana, creada en la octava Cumbre de la
Américas, en Panamá, para canalizar recursos y acciones contra los
gobiernos legítimos e independientes de nuestra América. Para estos
personajes José Martí acuñó una frase: “ni pueblos ni hombres respetan a
quien no se hace respetar (…) hombres y pueblos van por este mundo
hincando el dedo en la carne ajena a ver si es blanda o resiste, y hay
que poner la carne dura, de modo que eche afuera los dedos atrevidos”.
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