Carolina Vásquez Araya
Adital
EL
QUINTO PATIO
El
derrumbe de un cerro sobre más de 150 viviendas en el caserío de El
Cambray II nos ha golpeado a todos, como cada vez que sucede una
tragedia de dimensiones catastróficas. Así ha sido ante la
violencia de los terremotos, los huracanes y las frecuentes
erupciones volcánicas cuyas consecuencias permanecen multiplicándose
en un remanente de pobreza y privaciones en cada una de las víctimas.
La solidaridad, claro está, surge de inmediato como un torrente de
empatía hacia quienes lo pierden todo, pero poco a poco la
cotidianidad se traga el impulso y solo va quedando el recuerdo y un
temor lejano que luego se apaga.
Deslave en Guatemala: una tragedia anunciada. Foto: CONRED
Sin
embargo, la inevitabilidad de los golpes de la naturaleza —cada vez
más recurrentes— no significa, necesariamente, muerte y
destrucción. Nuestro planeta nos ha demostrado en innumerables
ocasiones las múltiples variantes de sus descargas de energía y esa
dinámica, ampliamente estudiada por la ciencia, se manifiesta con
una cierta periodicidad. Esto debería darnos un mensaje contundente
sobre la necesidad de prevenir.
En
nuestra mente han quedado grabadas las dolorosas escenas de muerte en
El Cambray II. Los sobrevivientes experimentan hoy una de las peores
pesadillas que puede vivir un ser humano, empeñados en la triste
contabilidad de las pérdidas humanas y materiales cuyas cifras
aumentan a cada minuto. Ante ese espectáculo de devastación, la
ciudadanía ha actuado con esa maravillosa generosidad que la
caracteriza, en una reacción inmediata ante el dolor ajeno.
Pero
la lección aprendida es que la solidaridad no basta. La población
debe asumir que El Cambray II ha sido un ejemplo de lo que no debe
volver a suceder, una evidencia de la importancia de incidir en las
políticas de ordenamiento territorial y en el cumplimiento de las
normas, tanto por parte de las autoridades como de los vecinos.
Conred ha identificado zonas de riesgo en las cuales habita más de
medio millón de seres humanos. Las autoridades locales —alcaldes y
gobernadores— tienen en la definición de sus funciones la
evaluación de los proyectos habitacionales de modo de reducir las
probabilidades de que ocurra esta clase de tragedias, pero eso queda
en papel.
Las
políticas públicas en temas esenciales como educación, salud,
alimentación, vivienda y acceso al trabajo, constituyen la
plataforma sólida sobre la cual se asienta el desarrollo de un país.
Los ejemplos de corrupción revelados estos últimos meses nos
enseñan que en Guatemala la pobreza es producto de la manipulación
indecente y ofensiva de la riqueza colectiva. En un país tan rico,
no hay razón para tanta pobreza.
Los efectos de ese desequilibrio
están a la vista: autoridades negligentes e ignorantes sobre los
alcances de sus acciones. Familias enteras obligadas por sus
circunstancias y carencias, a instalarse en donde nadie más quiere
vivir. Respuesta nula de los responsables directos, protegidos por un
sistema diseñado para entorpecer cualquier demanda ciudadana para
exigir respuestas claras y la correspondiente imputabilidad en la
línea de autoridad. El Cambray II ha dejado un mensaje en donde no
hay lugar a dudas.
Fuente:Prensa Libre
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