Ángel Guerra Cabrera
El mundo se acuerda
cada cierto tiempo de que existe Palestina, un pueblo al que le han sido
negados todos los derechos, incluyendo el más sagrado de todos a una
vida digna. Ocurre cuando ese pueblo se rebela contra el infierno al que
fue arrojado sin compasión en 1948.
Entonces el mundo recuerda Palestina y pese a que las imágenes de
despojos y asesinatos de sus hijos son cada vez más crudas, todavía
muchos se conforman con el relato de los medios de comunicación
hegemónicos, contradictorio con las crudas imágenes que ellos mismos
presentan.
Esta complicidad mediática, fomentada por Estados Unidos y sus
aliados es la que permite que un carnicero como Benjamin Netanyahu sea
visto como el primer ministro de
la única democracia del Medio Oriente, como suele presentarse a ese Estado colonial y canalla, que basa su existencia en el incumplimiento de los principios más elementales de la decencia y del derecho internacional mientras burla impunemente con la bendición de Washington, desde 1948, las resoluciones de la ONU y de todas sus agencias condenando sus desmanes.
Por eso Netanyahu puede responder ahora con más violencia y
descarados asesinatos ante las cámaras al nuevo levantamiento de la
juventud y el pueblo palestinos. Sabe que quedará impune.ra con más violencia y descarados asesinatos ante
las cámaras al nuevo levantamiento de la juventud y el pueblo
palestinos. Sabe que quedará impune.
Ante este diabólico cuadro es alentador que haya cada vez más voces
dentro de Israel que se disponen a combatirlo y solidarizarse con los
palestinos. En ocasiones, voces de personas que proceden de prominentes
familias sionistas.
Es el caso de Miko Peled, cuyo abuelo, Avraham Katsnelson, fue uno de
los firmantes de la Declaración de Independencia de Israel y su padre,
Mattityyahu Peled, un muy destacado oficial en la guerra contra los
árabes de 1948, que ya había ascendido a general de Estado Mayor para la
de 1967, la que posteriormente a su ruptura con el gobierno israelí
condenó en duros términos al calificar la ocupación de Gaza, Cisjordania
y los altos del Golán, en Siria, como
una cínica campaña de expansión territorial.El general, transformado en activista por la paz y la solución de dos estados, uno árabe y otro judío, fue rebautizado por los palestinos Abu Salam (Padre de la Paz).
Su hijo siguió los pasos de su padre e ingresó al ejército
(irónicamente llamado Fuerza de Defensa de Israel), donde fue oficial de
tropas especiales y ganó la boina roja, pero muy pronto lo lamentó,
renunció a su rango y se hizo médico. Hasta que, indignado por la
invasión israelí de Líbano en 1982, enterró en la basura su broche
militar.
Miko dejó su activismo contra la ocupación y se estableció
primero en Japón y luego en San Diego, California, hasta que en 1997 su
vida sufriría un giro inesperado. De repente, su sobrina Smadar, de 13
años, fue muerta en un ataque suicida en Jerusalén. En el funeral de la
niña, Peled ripostó las palabras que pronunció Ehud Barak, recién electo
jefe de la oposición. “Esta y tragedias similares –manifestó– están
ocurriendo porque nosotros estamos ocupando otra nación y, con el
propósito de salvar vidas, lo que debemos hacer es poner fin a la
ocupación y negociar una paz justa con nuestros socios palestinos”.
La muerte de su sobrina y la insistencia de su hermana Nurit en que
ésta era una consecuencia directa de la ocupación de Palestina lo
hicieron volver sus ojos al Medio Oriente y al activismo por una paz que
reconozca todos los derechos palestinos, incluyendo al retorno a sus
tierras y casas de los millones que fueron despojados de ellas a la
fuerza por el sionismo.
Peled publicó en 2012 su libro El hijo del general, prologado por la escritora afroestadunidense Alice Walker, autora de la conmovedora novela El color púrpura. Afirma que el libro es un recuento de cómo el hijo de un general israelí y devoto sionista llegó a comprender que
la historia con la que fue educado era mentira. El libro está inspirado en largas conversaciones con su madre y una investigación sobre la vida de su padre que lo llevó a sumergirse en los archivos militares israelíes.
Israel tiene dos opciones ha dicho:
Continúa existiendo como Estado judío mientras controla a los palestinos a través de la fuerza militar y leyes racistas, o emprende una profunda transformación en una democracia real donde israelíes y palestinos vivan como iguales en una patria compartida. Para ambos, este paso promete un futuro brillante. Ojalá. Esta y más información sobre Peled está en Internet, sólo que no la buscamos. Aquí una muestra.
Twitter: @aguerraguerra
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