Frei Betto
Adital
En
su periplo por Cuba y los Estados Unidos el papa Francisco recordó
que José y María no fueron recibidos en Belén. Ella, embarazada,
se vio obligada a dar a luz a Jesús en un corral. Perseguidos por
Herodes, tuvieron que emigrar a Egipto.
El mundo entero se emocionó con la foto del niño sirio, Aylan Kurdy, de 3 años, tumbado como si durmiera en una playa de Turquía. Eso hizo que la opinión pública se planteara: ¿cómo tratamos a nuestros semejantes que, amenazados por la violencia y la miseria, buscan refugio? ¿como ganado rumbo al matadero?
El
Alto Comisariato de la ONU para los Refugiados calcula que, en el
2014, 59.5 millones de personas tuvieron que abandonar sus hogares y
su patria.
¿De
qué huye esa gente? ¿de Al Qaeda? ¿del Estado Islámico?
Aparentemente sí. Pero de hecho huyen del desastre producto del
capitalismo. Sus países fueron durante décadas saqueados por
empresas petrolíferas, mineras, constructoras, todas ellas
occidentales, que utilizaron a la población como mano de obra barata
y descartable, gracias a gobiernos corruptos y dictatoriales.
Bashar
al-Assad, que sucedió a su padre, gobierna Siria con mano de hierro
desde el 2000 y siempre fue recibido con alfombra roja por los
presidentes que ocuparon la Casa Blanca. Hasta que la "primavera
árabe” llegó a aquel país y las potencias occidentales
decidieron armar a los jóvenes rebeldes, como hicieron en la caída
de los gobernantes de Egipto, Libia y Túnez. Y las armas fueron a
parar a manos de los terroristas.
En
África el colonialismo europeo y el neocolonialismo de los EE.UU.
dejaron un rastro de miseria y corrupción. Gobernantes crueles eran
recibidos en los palacios presidenciales de Occidente porque
consumían grandes cantidades de armas fabricadas en Europa y en los
EE.UU., y porque facilitaban la explotación de petróleo y diamantes
por parte de empresas multinacionales.
Mientras
las potencias occidentales usaron y abusaron de esos países no se
habló de democracia ni de derechos humanos. Lo que hace recordar la
famosa frase del presidente de los EE.UU., Franklin D. Roosevelt,
cuando fue notificado de que Somoza, de Nicaragua, era un dictador
sanguinario: "Sí, sé que Somoza es un hijo de puta, pero es
nuestro hijo de puta”.
Se
repitió en África y en Oriente Medio lo mismo que sucedió en
Afganistán. Para expulsar a los rusos de allí, en la década de
1980, los EE.UU. enviaron a un agente de la CIA de origen musulmán,
llamado Osama Bin Laden. El resto de la historia es bien conocida.
El
gobierno brasileño, a pesar de que adopta una política migratoria
descoordinada entre los ministerios de Relaciones Exteriores, de
Trabajo y de Justicia, ya concedió visas humanitarias a 7.752
refugiados sirios. Y nuestro país ha acogido ya a 28 mil haitianos.
La
ausencia de Secretarías de Inmigración en los estados del país
dificulta la obtención de documentos y puestos de trabajo. Lo cual
se ve agravado por la vigencia del Estatuto del Extranjero, publicado
por la dictadura en 1980, y que trata al emigrante como potencial
amenaza para la seguridad nacional.
En
el 2000 el Mercosul creó el Acuerdo de Residencia, que permite a los
inmigrantes dos años de permanencia en el Brasil, plazo que es
renovable. Quien no entra al país como refugiado, como es el caso de
los haitianos, recibe una visa humanitaria que garantiza su
permanencia por cinco años.
Frei
Betto es escritor, autor de la novela policíaca "Hotel Brasil”,
entre otros libros.
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