Guatemala
III Asamblea Social y Popular, 11 de octubre de 2015 |
En esta presentación
considero lo electoral-coyuntural como una excusa para hablar de lo
estructural y para reflexionar sobre el ejercicio del poder, que va más
allá de instituciones, partidos y elecciones.
Las elecciones del seis de septiembre, las votaciones del 25 de octubre y en general el sistema electoral y la democracia de partidos
están construidas para la continuidad y el reforzamiento del modelo de
dominación y el modelo de acumulación. En el día de hoy, las elecciones
sirven para:
1. Dar apariencia de estabilidad a un sistema en
crisis estructural y (por la profundidad de disputas, readecuaciones y
descontento) en crisis terminal. Un sistema sin legitimidad ni capacidad
de consenso.
2. Renovar pactos de élites, eligiendo el operador
político que articule intereses diversos (sectores de: oligarquía,
ejército, transnacionales, comunidad internacional, actores emergentes,
economía criminal, iglesias) para los próximos cuatro años. El nuevo
poder ejecutivo es fundamental después de haber implosionado el pacto
estratégico construido alrededor del Partido Patriota.
3.
Controlar el Estado-instrumento para negocios y el Estado-negocio en sí
mismo: la inversión de diferentes instituciones (ministerios, consejos
de desarrollo, fondos sociales, municipalidades…) se acerca a 20,000
millones de quetzales anuales.
4. Profundizar vía legislación
estratégica (Ley de Inversión y empleo, concesiones y exenciones
tributarias) el modelo neoliberal extractivista.
Por eso planteamos, previo al seis de septiembre, que en estas condiciones no queríamos elecciones. El sistema electoral se desarrolla sí y solo sí en
función del Estado finca y el poder de las élites: un poder y un Estado
injusto, excluyente, racista y patriarcal que se sostiene, entre
alfileres, después de las votaciones.
Inestabilidad estructural
En todo caso, la normalidad institucional y democrática
(proclamada por medios de comunicación) es aparente y frágil. Después
de las elecciones, debemos prestar atención a factores de tensión máxima
en el corto plazo:
1. Inestabilidad ocasionada por
contradicciones internas de actores de poder: la disputa estructural
economía criminal-economía tradicional (con sus diferentes vasos
comunicantes) se traduce en la disputa para reducir/controlar el poder
del Congreso (vía depuración), y el intento de realinear el sistema de
justicia –clave para la acumulación impune-. Las contradicciones hacen
inviable el pacto interelitario de 1985 (Constitución) lo que revela una
paradoja: las élites renuentes a reformas están obligadas a transformar
este sistema.
2. Ingobernabilidad derivada del destape de la corrupción, que implica el descubrimiento oficial de la naturaleza criminal y depredora
del sistema. Decenas de diputados y alcaldes con antejuicio, juzgados o
en vías de serlo, empleados públicos que son al tiempo contratistas,
funcionarios carentes de idoneidad (honradez) producirán una depuración
natural, al tiempo que una inestabilidad profunda en el escenario
político. Guatemala cumple a la perfección el principio físico que
determina que una estructura sometida a puntos de tensión extrema, acaba
deteriorándose después de una pequeña fricción. La caja de Pandora de
la corrupción se abrió y solo puede cerrarse con más impunidad
(autoritarismo y violencia) o con la transformación profunda del modelo.
3.
Indignación, deslegitimación de la autoridad y resistencias sociales.
Las luchas y demandas históricas van a continuar, además de las
recientes luchas estudiantiles, de sectores urbanos, de jóvenes y clases
medias en proceso creciente de concienciación y participación política
democrática (democracia entendida como ejercicio directo y no delegado
del poder). Aunque en las manifestaciones desde el 15 de abril
confluyeron intereses populares y de élites de poder, y agendas
limitadas a la par de propuestas estratégicas, las movilizaciones como
instrumento para el cambio estructural no han finalizado.
La continuidad de las luchas
Es
cierto que no logramos una de nuestras principales demandas
coyunturales desde el 15 de abril: la suspensión del proceso electoral
para realizar votaciones con condiciones democráticas. Pero hemos
avanzado y estamos aprendiendo.
Aprendemos que podemos y debemos complementar nuestras luchas (urbano-rural, mujeres, jóvenes, indígenas, históricas y nuevas).
Aprendemos que debemos respetar, conocer y fortalecer las formas de lucha de cada colectivo.
Aprendemos que la unidad no es hacer todos lo mismo ni pensar todos lo mismo, sino dialogar y construir de forma conjunta.
Aprendemos que esto apenas empieza, y esto va para largo, para muy largo.
Aprendemos
que somos sujetos, no objetos de los intereses y agendas de los otros.
Los partidos, la democracia electoral, no son nuestra lucha, nuestra
agenda.
Aprendemos a fortalecer nuestra ruta estratégica en las luchas e interacciones cotidianas.
Aprendemos que no queremos nuevos diputados, nuevo Congreso, nuevos gobernantes. Queremos otra Guatemala y una nueva Guatemala.
Finalizo saludando de nuevo a todos los presentes, a quienes nos
escuchan y a los que no están aquí pero son parte fundamental de este
ciclo de movilizaciones: los presos políticos del Estado de Guatemala,
que resisten con su dignidad y su vida el extractivismo, la represión y
la democracia de élites. Saludamos a Saúl, Rogelio, Taño, Rubén,
Rigoberto, Domingo, Cecilia, Carmelia, Zenayda…
Por ellos, por nosotras y nosotros, seguimos luchando por la fundación de un nuevo Estado y la construcción de una nueva sociedad.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Crea
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