Autor: Prensa Latina
Estados Unidos y la derecha latinoamericana –cuya cabeza más visible es el expresidente colombiano Álvaro Uribe– están en guerra contra Venezuela. Se valen de todo: la mentira, la especulación económica, el paramilitarismo y la desestabilización de un gobierno democráticamente electo. La solución de la crisis fronteriza colombo-venezolana marcará el derrotero de los bandos en pugna
Stella Calloni/Prensa Latina
Buenos Aires, Argentina. En momentos en
que se reanudan las relaciones diplomáticas entre Estados Unidos y Cuba,
sin duda un proceso a largo plazo –como sostiene el gobierno cubano–,
ya que continúa el bloqueo de más de medio siglo, la ilegal permanencia
militar en Guantánamo y otros aspectos que afectan la soberanía de la
isla del Caribe, el gobierno estadunidense incrementa una ofensiva
contrainsurgente sobre varios países de la región, lo cual proyecta más sombras que luces.
Es imposible no dudar de una voluntad
cierta de terminar con una larga política terrorista hacia Cuba, que
este país ha derrotado con una resistencia heroica, cuando el secretario
de Estado, John Kerry, iza la bandera estadunidense reabriendo la
embajada en La Habana en momentos en que su gobierno agudiza los ataques
contra todos los gobiernos progresistas de América Latina, que ayudaron
a romper el cruel aislamiento de Cuba que, por otra parte, nunca debió
ser.
De hecho fue altamente contradictorio que
en diciembre de 2014, cuando se hizo el anuncio de la reanudación de
relaciones entre Cuba y Estados Unidos, el gobierno de este país
amenazara duramente a Venezuela, y se tomaran medidas intervencionistas
que caldearon el clima en la región.
El pasado 9 de marzo, el presidente
Barack Obama declaró “emergencia nacional” ante lo que consideraba una
“amenaza extraordinaria e inusual a la seguridad nacional y política
exterior estadunidense” por parte de Venezuela.
Que Venezuela fuera una amenaza a la
seguridad estadunidense resulta increíble desde donde se lo estudie,
aunque sabemos todas las mentiras con las que comienza una acción
injerencista e intervencionista. Argumentos tan increíbles como éste han
servido para las centenares de intervenciones en el mundo, y para las
nuevas y genocidas guerras coloniales que se desarrollan contra países
hermanos en Oriente Medio, Asia, Europa (Ucrania).
Lo real de este momento es que varios
gobiernos de América Latina están bajo un ataque simultáneo de una
guerra de baja intensidad (GBI), que hace tiempo dejó atrás los trazados
de los golpes blandos más fáciles de aplicar en Europa que en
una región que está intentando un verdadero proceso de integración
emancipatoria, con todo lo que esto significa.
La simultaneidad del ataque que se
escenifica en Ecuador, Brasil, El Salvador, Bolivia, Argentina y
Venezuela, especialmente, está diseñada para retacear la solidaridad,
que siempre debe actuar rápidamente ante cualquier evento en la región.
En estos momentos cada país atacado está organizando sus propias
defensas y es evidente que resta fuerza a la reacción solidaria.
Esto por una parte, y por la otra,
Estados Unidos y sus socios de la derecha en toda América Latina, la más
dependiente y financiada en la historia regional, están actuando en
estas desestabilizaciones simultáneas, para facilitar la “tarea” en los
planes de recolonización. Si logran dar el golpe duro en cualquiera de estos países, estiman que será más fácil organizar un efecto dominó gracias a la avanzada golpista ya instalada en varias naciones.
El ataque contrainsurgente se produce con
viejas y renovadas tácticas y está castigando a Venezuela con todo tipo
de guerra: económica, sicológica (asestando golpes mediáticos
diariamente), sabotajes, una serie de asesinatos de militares,
campesinos militantes chavistas, escoltas de la seguridad de los más
importantes funcionarios gubernamentales, desabastecimiento,
infiltración de paramilitares colombianos. Es un incremento notable en
el marco de todos los intentos golpistas que han dejado decenas de
víctimas y destrucción en ese país.
No puede descartarse la infiltración de
comandos de Fuerzas Especiales estadunidenses, que tienen su sede en las
bases militares y establecimientos de Estados Unidos en Colombia. Y
todos sabemos lo que son esas Fuerzas Especiales. Lo saben los pueblos
víctimas de guerras coloniales en pleno siglo XXI.
Ahora, cuando ya se ha desgastado el tema de los llamados presos políticos
venezolanos, como si el gobierno de Nicolás Maduro y no Estados Unidos
fuera el mayor violador de los derechos humanos en la región y en el
mundo, ahora giran hacia el tema de la caliente frontera
colombo-venezolana, con una incendiaria campaña mediática, mintiendo
descaradamente. Resulta que el victimario es la víctima, una vez más.
El cierre de la frontera en Táchira y el
decreto de estado de excepción, decidido por el gobierno del presidente
Maduro el pasado 20 de agosto, es un necesario acto de defensa de un
país que prácticamente desde el fracasado golpe de Estado de abril de
2002 hasta hoy es víctima de un esquema de golpismo eterno, que se
incrementó en forma desmedida cuando la muerte del comandante Hugo
Chávez Frías, en marzo de 2013, les creó expectativas falsas de lograr
rendir fácilmente a Venezuela.
Toneladas de alimentos, que fueron
escondidos, robados, en una acción de hecho terrorista, por los sectores
opositores, empeñados en derrocar a Maduro, han pasado por esa
frontera, por donde también entran los grupos paramilitares colombianos,
que han estado vinculados desde hace años a todos los intentos
violentos que se dieron en Venezuela.
En el mismo momento en que se decretó el
cierre de la frontera con Colombia y el estado de excepción en varios
municipios de Táchira, por donde transcurría día tras día el saqueo de
gasolina, alimentos y otros artículos para contribuir al
desabastecimiento y al caos, ayudando a la oposición golpista de
Venezuela, comenzó el ataque opositor y mediático.
Se sabe ahora que grupos paramilitares
formaban sociedades para hacer más efectivo el “trabajo” de apoyo al
golpismo. Incluso una supuesta “cooperativa” colombiana que negociaba
con el Mercado de Alimentos (Mercal) venezolano, una institución de bien
social, resultaron ser paramilitares de ese país, disfrazados de
cooperativistas.
Paciencia tuvo Venezuela más que
suficiente porque ya se había comunicado el gobierno venezolano con su
par de Colombia para informar sobre estos graves sucesos.
Inmediatamente después de cerrada la
frontera en diversos puntos de Táchira, donde las Fuerzas Armadas
Bolivarianas descubrieron nichos del paramilitarismo y hasta un lugar
donde los llamados Paracos colombianos operaban la trata de personas entre otros delitos, se activó la oposición y el paraperiodismo de los medios masivos de comunicación de la región.
Montaron un escenario de violencia contra
alrededor de 1 millar de personas que estaban ilegalmente en estos
lugares, donde se mimetizaba el paramilitarismo. La siembra de
rumores y noticias falsas se extendió en segundos, sin aclarar que en
Venezuela hay más de 5 millones 600 mil colombianos que han huido de la
violencia y del terror en su país, así como de la pobreza y están
integrados y protegidos por las leyes nacionales, muchos de los cuales
participaron en las marchas populares de apoyo al gobierno de Maduro.
Nada es nuevo
Ya en 2012, el periodista Raúl Bracho
había adelantado una denuncia que hoy pocos recuerdan. Comparaba la
situación en Venezuela con lo sucedido en Siria, recordando cómo
infiltraron los mercenarios disfrazados de Ejército Libre de Siria, bajo
el mando de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), que
han matado miles y miles de sirios, destruido ciudades,
infraestructuras, utilizando armas que les provee Estados Unidos e
Israel, especialmente. Estos dos países y Gran Bretaña crearon el
llamado Estado Islámico, infiltrando columnas de estos mercenarios de 80
países del mundo disfrazados de islamistas, por las zonas fronterizas.
Al
argumentar que van a combatir a sus propios mercenarios, destruyen las
infraestructuras, como se ha visto en Siria, y también los patrimonios
de la humanidad en esos países para borrar toda historia y memoria
cultural.
Bracho había advertido en esos momentos
que una “oposición que se sabe derrotada contratará a los mercenarios de
[Álvaro] Uribe para crear una masacre cerca de la frontera con
Colombia, y bien despiertos debemos de estar para impedirlo”.
En estos últimos días, después de
encuentros entre las cancillerías de ambos países, autoridades
colombianas han comprobado que no hubo los malos tratos que difundieron
los medios del poder hegemónico.
En Argentina, si uno quiere saber por dónde vendrá el ataque mediático a Venezuela, basta con buscar el diario electrónico Infobae o consultar los diarios Clarín, La Nación y sus repetidoras.
En estas horas intentan echar más leña al fuego que está ardiendo desde hace 2 semanas. “Nicolás Maduro expulsa colombianos y además se burla de ellos. El presidente venezolano bailó La Pollera Colorá
durante la marcha chavista para respaldar las deportaciones masivas del
régimen. La cumbia es un símbolo en Colombia y muchos la consideran el
segundo himno del país”. Eso decía Infobae.
Léase entre líneas: “Maduro pisotea el
himno del país hermano”. ¿Hace falta algo más para saber por dónde viene
la línea de Washington y la guerra entre hermanos que desde hace tiempo
sueña el expresidente Álvaro Uribe Vélez?
En el “frente de batalla” en el lado
colombiano, Washington tiene al ahora senador Álvaro Uribe –que debiera
estar en prisión por los crímenes de lesa humanidad que cometió en su
país– amparando al paramilitarismo, que es su mejor base política.
A fines de 2011, Uribe creó en Washington
la Fundación Internacionalismo Democrático (que él mismo preside), en
el intento de estar al frente de un movimiento de ultraderecha a nivel
continental.
También fue promotor de la creación de la
Fundación UnoAmérica, en Colombia, a fines de 2008, reuniendo a lo más
granado de los exmilitares y policías de las dictaduras
latinoamericanas, para trabajar infiltrándose en las fuerzas policiales y
militares y activarlas contra los gobiernos progresistas. Ya mostraron
su efectividad en Honduras, donde el presidente golpista de ese país,
Roberto Micheletti, condecoró al presidente de UnoAmérica: nada menos
que el venezolano Alejandro Peña Esclusa, involucrado en acciones
terroristas en Venezuela y en el intento de asesinar al fallecido
presidente Hugo Chávez.
Más aún, Leopoldo López, que en 2014
encabezó otro intento golpista contra el gobierno del presidente Maduro y
el Partido Socialista Unificado Venezolano (PSUV), anunciando que se
mantendría en las calles hasta derrocar al mandatario, había mantenido
una reunión con Uribe, ya presidente de la Fundación, que pretende
liderar el golpismo en toda la región, financiado por la estadunidense
Agencia Central de Inteligencia (CIA, por su sigla en inglés).
Ésas son las baterías para la guerra sucia
activadas en la frontera colombo-venezolana. Menos de 1 semana después
de la medida tomada por el presidente Maduro, se encontraron 70
toneladas de alimentos ya preparadas para ser enviadas a Colombia,
además el vicepresidente Jorge Arreaza confirmó que en horas se
redujeron las filas en Táchira para conseguir gasolina y aparecieron
alimentos en los supermercados.
El presidente Maduro propuso la creación
de una comisión suramericana por la verdad. “Como hay tanta
manipulación, voy a proponer que se establezca de manera paritaria una
comisión suramericana de la verdad que venga a ver la situación
fronteriza de Venezuela con Colombia, que venga a ver la situación del
paramilitarismo, narcotráfico, de la guerra económica y que venga a
decir la verdad que no quiere decir ni CNN, ni Caracol (de Colombia) ni
muchos medios internacionales”, dijo.
Una manifestación multitudinaria de
venezolanos y colombianos que viven en Venezuela hizo evidente la
mentira de los medios y de las oposiciones, que han recibido millones de
dólares de las fundaciones estadunidenses, transformadas en fuerzas especiales de desestabilización en todos nuestros países.
Lo que es urgente y necesario es que
América Latina y el Caribe implanten las medidas necesarias y respondan a
la “simultaneidad” operativa de los poderes imperiales, con la
solidaridad simultánea de los pueblos nuestroamericanos. “Sé se puede”.
Stella Calloni/Prensa Latina
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