Eduardo Ibarra Aguirre
Desde 1969, con el V Informe de Gobierno de Gustavo Díaz Ordaz, en el
que asumió todo tipo de responsabilidad por la masacre del 2 de octubre de 1968,
Lecumberri repleta de prisioneros políticos y una tenaz persecución a los
dirigentes y activistas “libres”, escucho el mensaje del rendidor de cuentas al
Congreso de la Unión con o sin ceremonia en Donceles, San Lázaro, el Centro
Médico, Auditorio o Palacio nacionales.
Cuatro décadas y media de atiborramiento de los gobernados con cifras
y más cifras que igual dicen nada o mucho, depende de la perspectiva, decía el
clásico, del vaso medio lleno o medio vacío.
Los rezagos son tan grandes y diversos que el mismo informante,
Enrique Peña Nieto, reconoció que la pobreza extrema (miseria) no varió
sustancialmente en los últimos 32 años, los del modelo maquilador que recibió un
decisivo impulso legislativo pese a las malas cuentas socioeconómicas y
socioculturales sino es que pésimas, del capitalismo salvaje en su modalidad
mexicana de compadres que, en la asignación de jugosos contratos de obra
pública, opera con las mismas prácticas grupales con todo y derecho a la
información en el reino de la opacidad.
¡Ah! Pero entonces y ahora el común denominador son los aplausos,
abundantísimos antaño, sólo que ayer no contaron mal las rancheras, perdí la
cuenta en la ovación número 17, porque también redactaba estas líneas para
usted. Aplausos que, dice el periodista número uno del Canal de las estrellas, se daban porque
la economía del país crecía, pero también porque no lo lograba. Cierto, sólo que
Televisa es el consorcio sin el cual el aplausómetro no sería tan vigoroso,
nefasto, en el México que transita a la democracia desde 1977 y no acaba de
superar algunas excrecencias antidemocráticas.
Dos de las más largas ovaciones que se produjeron en Palacio Nacional
fue cuando el informante anunció la gran obra sexenal, el nuevo aeropuerto del
Distrito Federal, que los aplaudidores interesados saben muy bien que será la
ocasión para hacer buenos negocios privados con obra pública. Tal y como lo
intentó Vicente Fox, pero la voracidad no tuvo límites a la hora de comprar en
pesos el metro cuadrado en Atenco para venderlo en miles, y la dignidad
campesina mutó a movimiento.
Todo indica que la voracidad estuvo presente en la Línea 12 del
Metro, la obra más importante de infraestructura del sexenio de Felipe Calderón.
Así como con la terminación de la autopista Durango-Mazatlán, inaugurada y sobre
todo muy publicitada por el gobierno actual, y donde aún no pagan a los
ejidatarios las tierras que les expropiaron. El México de la arbitrariedad para
el negocio como “causa de utilidad pública”.
A falta de buenas cuentas cuando la economía no crece ni siquiera a
la mitad del 4 por ciento de 20l0-2011 y la inversión extranjera directa
permanece a la baja, así como el empleo, los salarios y el consumo minorista,
Peña se refugió como ya es habitual en la oferta de un “nuevo México”, igual que
el estado de la Unión Americana que fue despojado, robado, a México en
1848.
Nuevo México que será fruto de la puesta en práctica de las 11
reformas estructurales y sus decenas de leyes reglamentarias, todas aprobadas
por el Congreso en tiempo y forma, casi todas por “la izquierda” que reconoció
Enrique Peña, personificada por
Miguel Barbosa y Silvano Aureoles.
El mensaje presidencial fue de apuesta al futuro, a falta de buenas
cuentas en el presente, de crítica a los resultados principales cosechados por
el país partir de 1982 y hasta 2012, pero con todo muy superiores a los
obtenidos en los 21 meses de “¡Mover a México!”
Acuse de recibo
La
medica Abigail Bello Gallardo apunta: “Después de leer su Utopía 1438.
Rigurosa selección para la Gendarmería, del 1-IX-14, todavía no puedo comprender
como es que este cuerpo policiaco llámese como se llame, desde el presidente
Zedillo hasta Peña Nieto sigue siendo tan ineficiente como perjudicial y costoso
para el pueblo, sin que nadie haga nada. Hay pruebas publicadas (…) que
sostienen que los medios de comunicación en especial Televisa y Tv Azteca, han
logrado ‘convencer’ (bien pagados por el gobierno en turno) al común de la
población, de que están bien las atrocidades que las policías han cometido en
contra del pueblo y que éstas son confiables para la ciudadanía. (…) personajes
como Genaro García Luna han amasado enormes fortunas haciendo uso personal de
las policías (para realizar actos nefastos) o ‘brindándoles servicios privados’
al amparo de los poderes fácticos. Esto sería soportable (aunque no ideal) si
las policías protegieran a la sociedad pero está documentado que al estar
infiltradas por la delincuencia, es absurdo que les sigamos pagando sus salarios
con nuestros impuestos, por perjudicarnos a toda hora del día o de la noche (…)
con secuestros, extorsiones, abusos sexuales, amenazas, acoso, etcétera. Ese es
el común denominador en el país. Mi pregunta es: ¿Cuándo va a terminar todo
esto? ¿Alguien lo sabe?”
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