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lunes, 1 de septiembre de 2014

Día internacional del detenido desaparecido



Por iniciativa de la Federación Latinoamericana de Asociaciones de Familiares de Detenidos-Desaparecidos (FEDEFAM), con el respaldo de la ONU, desde el 2011, cada 30 de agosto se recuerda el Día Internacional del Detenido Desaparecido.

Con motivo de dicha fecha, sobrevivientes, familiares, amigos, organizaciones de derechos humanos, etc., organizan exposiciones fotográficas, conferencias testimoniales, celebraciones espirituales, y otras actividades, con la finalidad de mantener viva la memoria y las esperanzas de los pueblos violentados.

En Guatemala, esta fecha se torna bastante desafiante, no sólo porque son alrededor de 45 mil familias quienes aún buscan a sus familiares detenidos y desaparecidos durante la guerra interna, sino porque “El Diario Militar” descubierto en 1999, con registro de 184 guatemaltecos/as desaparecidos, y el depósito del archivo histórico de la Policía Nacional Civil, con 80 millones de documentos, descubierto por casualidad en 2005, se constituyen en documentos probatorios que definirán la suerte de los culpables, y devolverá la tranquilidad a los deudos/as.

Por ello, organizaciones como Prensa Comunitaria Km 169, Fundación Amancio Villatoro, Coordinadora Nacional de Viudas de Guatemala (CONAVIGUA), Asociación LUCIERNAGA Guatemala, y la Asociación Verdad y Justicia AVEJA, junto a varios familiares de desaparecidos/as, organizaron el “Recorrido de la Memoria y la Esperanza” por diferentes lugares significativos de la ciudad de Guatemala, el día 29 de agosto del presente año, con la finalidad de mantener viva la memoria y la esperanza de los sobrevivientes de la guerra.

“Después de 28 años de ocultar, llorar a escondidas, dimos el paso para dar a conocer nuestra memoria al mundo”, dijo Samuel Villatoro, hijo huérfano que presenció de niño cuando los militares secuestraron a su padre, en 1984, para luego torturarlo, asesinarlo y esconderlo en una fosa común.

En la misma jornada, Don Antonio Salazar, indígena k’atchikel, también huérfano en la guerra interna dijo: “Por los restos y el color del traje (vestimenta indígena) hemos buscado a mi mamá. Y lo hemos encontrado. No teníamos acceso a esas tecnologías de ADN”.

“Poco a poco nuestros seres queridos están volviendo a nuestras comunidades. Tienen que volver todos los desaparecidos. Muchos nos dicen que olvidemos lo pasado, que los huesos ya no sienten. Yo no puedo decir que si los huesos sienten o no. Lo que sí sé es que nuestros seres queridos tienen espíritu, y el espíritu no se destruye”, aseveró categórica Doña Feliciana Macario, indígena maya quiché, representante de CONAVIGUA, quien perdió a 4 familiares durante el conflicto armado.

No sabemos cuánto tiempo demorará Guatemala para sanar las heridas profundas que le causaron los 36 años de guerra interna desigual. De lo que sí estamos seguros es que el esclarecimiento y la justicia es el único camino para no premiar a los culpables con la impunidad.

Se informa que son más de 200 mil los asesinados durante la guerra interna en Guatemala, de los cuales más del 80% fueron indígenas. Pero, los anti sujetos se equivocaron si creyeron que con genocidios y masacres silenciarían a los milenarios pueblos indígenas. Cundió el miedo y el terror, sí. Pero, ahora, son las y los sobrevivientes del genocidio quienes, escarbando en los cuarteles, en las iglesias, en los campos de concentración, están encontrando los restos de sus seres queridos para devolverlos dignamente al vientre de la Madre Tierra.

Este acto de la búsqueda persistente y profética le incomoda, de sobre manera, a los culpables porque saben que más temprano que tarde a los verdugos les alcanzará la Ley. Están los archivos policiales y militares que señalan a los criminales. Están las osamentas con evidencias de tortura. Están los testigos sobrevivientes clamando: ¡Ni olvido, ni venganza. Justicia!

Sólo hace falta una conciencia política del pueblo agraviado que apueste y acelere procesos de transformaciones estructurales a nivel del Estado y de la sociedad. De lo contrario, la inmolación de nuestros familiares asesinados y desaparecidos será una pérdida.

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