Angel Guerra Cabrera
Cuando
Hugo Chávez ganó las elecciones presidenciales de 1998 en Venezuela la
perspectiva de América Latina y el Caribe parecía ser la recolonización
total por Washington mediante el Acuerdo de Libre Comercio para las
Américas (Alca). El neoliberalismo se imponía en la mayor parte del
mundo y en nuestra región sólo Cuba resistía contra el imperio a un
costo humano verdaderamente inexplicable si no se conoce a fondo su
épica historia de lucha por la independencia y la justicia social.Esta situación comenzaría a cambiar con la dinámica acción de Chávez, que a través de un gran proceso democrático impulsó la aprobación abrumadora de la primera Constitución antineoliberal de América continental (1999). Su texto sentaba las bases para el pleno ejercicio de la soberanía popular y nacional con la democracia participativa, así como para encaminar trasformaciones sociales de hondo calado que podían conducir al socialismo. Acto seguido, con apoyo de la mayoría parlamentaria, el líder venezolano dictó 49 leyes que abrían el camino al control por el Estado de los hidrocarburos en beneficio directo de la sociedad así como a las reformas agraria y pesquera. La nueva Carta Magna establecía el derecho ciudadano a revocar el mandato de los funcionarios electos, algo insólito en las democracias representativas.
Las posiciones sustentadas por Chávez a favor de la verdadera independencia, la unidad e integración de América Latina, y las duras pruebas que resistió su apoyo popular, acrecido y fortalecido con la épica victoria sobre la contrarrevolución en el referendo revocatorio de 2004 fueron elevándolo a la categoría de líder continental. Para entonces era ya el único presidente latinoamericano que, gracias principalmente a ese respaldo, había sido capaz de vencer un golpe de Estado y otras acciones de fuerza orquestadas por la oligarquía nativa con el aliento y apoyo de Estados Unidos. Pero la adhesión popular siguió creciendo con las misiones sociales que, rompiendo con la burocracia heredada del Estado oligárquico, hicieron llegar educación, salud, empleo y canales de participación política a los marginados de siempre.
Mientras, movimientos populares muy diversos pero identificados por su oposición al neoliberalismo habían llevado al gobierno a Lula da Silva en Brasil, Néstor Kirchner en Argentina y a Tabaré Vázquez en Uruguay. De modo que en la Cumbre de las Américas de Mar del Plata (2005), se pudo lograr la contundente derrota del Alca mediante la acción concertada de un incontenible Chávez, principalmente con los dos primeros, unida a la potente movilización popular en las calles con la presencia de líderes como Evo Morales, todavía por llegar a la presidencia, y Joao Pedro Stedile. La derrota del Alca marcó un punto de giro decisivo en la historia latinoamericana. Si al revés de lo ocurrido se hubiese aprobado, ya Washington se habría tragado a América Latina y el Caribe con la extensión hacia el sur de los tratados de libre comercio, equivalentes a la anexión. No se habría podido consolidar el polo de unidad, integración solidaria y paz del Caribe a América del Sur articulado en torno a Venezuela. No habría Petrocaribe, ni Alba, ni Unasur, ni Celac.
Venezuela ha avanzado sostenidamente en el bienestar social y en la creación de un consenso nacional anticapitalista y en gran medida favorable al socialismo. Este consenso se basa en la prédica incesante de Chávez, contrastable con una realidad de verdaderas posibilidades de participación política y ascenso social al contrario de la creciente pobreza y despojo de derechos ciudadanos existente hoy en Estados Unidos, Europa y sus vasallos. Se basa también en la intensa batalla política que hizo decir recientemente a Fidel Castro: Pocas veces, tal vez nunca, se ha podido reflejar, tan nítidamente, una lucha de ideas entre el capitalismo y el socialismo como la que se expresa hoy en Venezuela.
Si América Latina es en la actualidad la región más avanzada del mundo en la lucha por una alternativa a la barbarie capitalista, Venezuela es su puntal más importante. De allí el alcance mundial de los resultados de la elección del 7 de octubre venidero. Es fundamental que este hecho sea comprendido por las fuerzas populares dentro y fuera de Venezuela. Washington sí que lo comprende y por eso conspira contra Chávez a tiempo completo. No basta con ganar, sino ganar por nocaut, de modo aplastante, la presidencia y todos los cargos.
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