José Steinsleger
No recuerdo en cuál
historia hay un personaje que, súbitamente, se toma la panza en medio de
la calle y muere de dolor al pie de un cartel que decía:
Prohibido toser y estornudar en la ciudad. Alguna de Stephen King, seguramente. Pero ya no me distraigo con novelas y filmes de terror. Con los llamados
medios hegemónicos, basta y sobra.
V. gr.: Donald Trump, encarnación de la
peste blanca, recibe a Jair Bolsonaro en su mansión de Miami, y declara que el huésped “…ha hecho un trabajo fantástico”. Pero recordemos también a la encarnación de la
peste negra, Barack Obama, cuando recibió el Nobel de la Paz 2010 después de enviar 30 mil soldados más a Afganistán. Y al paladín de la estupidez pestilente, Mauricio Macri:
El populismo es más peligroso que el coronavirus.
Tampoco hay que pecar de optimistas, pues tal como van las cosas
estamos mejor que mañana. Mire usted: en el siglo XIV, mientras la
ciencia moderna empezaba a debatir con Dios los usos de la fe y la
razón, una pandemia se llevaba puesta a la mitad de los europeos. Pero
algo de consuelo había. La Iglesia, máximo poder mediático y espiritual
de la época, decía que nos íbamos al cielo, donde todo era justicia,
igualdad y felicidad.
El tiempo de la muerte, cuadro de Brueghel el viejo (1562), y El séptimo sello,
filme de Ingmar Bergman (1957), continúan estremeciendo, pues más allá
de la fe y la razón, sugieren que la vida es única. ¿O algún espectador
compartió una fe distinta a la del caballero cruzado que en la película
reta a la muerte en una partida de ajedrez, para evitar que se lleve al
infierno el alma de un campesino devorado por la peste?
Siete siglos después, con la aparición del coronavirus, los medios
hegemónicos y redes antisociales presumen de haber reducido la fe, la
ciencia y la razón a meros algoritmos de quita y pon. Sólo que ahora,
los miedos son manipulados por la CNN, sin posibilidad alguna de
consuelo espiritual.
Neodeidades de nuestra época,
los buenosde la CNN acaban de enmendar la plana a la Organización Mundial de la Salud (OMS), calificando de
pandemiala expansión del coronavirus.
Y es lo correcto, añade de su cuenta el tóxico portal Infobae.
No es una decisión que hayamos tomado ligeramente, manifestó el jefe de la corresponsalía médica de CNN. “…Y si bien sabemos que suena alarmante, no debería causar pánico”, agregó. Pero un día después, en un vuelo de United Airlines que despegó de Fráncfort con rumbo a Nueva Jersey, tres pasajeros enloquecieron porque otro estornudó, y el avión tuvo que hacer una escala no programada en el aeropuerto internacional de Denver.
El sicoanalista Fernando D’Addario escribe: “La globalización, con su
flujo anárquico de bienes y personas que responden a un mismo patrón
económico, diluyó la perspectiva punitivista religiosa, que justificaba
las pestes de antaño […] Cada vez que el miedo se contagia, todas las
palabras que derivan del pánico (xenofobia, racismo, vigilancia extrema,
aislamiento, persecución, fobia, segregación, etcétera), llevan al
repliegue del ‘mundo sano’ sobre sí mismo” ( Página/12, Buenos Aires, 9/3).
De su lado, con el hipócrita estilo progre que el New York Times (NYT)
maneja con maestría, leemos en un largo artículo de su corresponsal en
Pekín, Amy Quin: “Es posible que China esté venciendo el coronavirus,
pero a un costo muy alto…”. Amy reconoce que el país asiático ha
disminuido de
manera drásticael número de casos nuevos.
Agrega: “[…] Existen inquietudes acerca de que las cifras sean
erróneas o estén incompletas”. Y soltándose el moño, se trepa a la
lámpara: “[…] El Partido Comunista en el poder celebra el descenso del
brote como una señal de superioridad de su sistema político autoritario y
jerárquico, que otorga a los funcionarios un poder casi ilimitado”.
¡Bingo!
¡Qué confusión de mierda! ¿Quién manda? Y encima, almas
comprometidas, como el padre Merrin, nos sueltan la mano. El padre
Merrin pudo salvar a la niña poseída por el demonio en El exorcista
(1973). Pero en la realidad, el gran actor sueco Max von Sydow nada
pudo hacer para rescatar a Linda Blair de los defensores de Satanás, que
la denunciaron y persiguieron durante muchos años.
Aquel caballero cruzado en la película de Bergman, Max von Sydow, ha
muerto. Y en adelante, tampoco podremos contar con él en su rol de
supervillano para combatir al agente británico James Bond, en Never say never again (1983).
Brote (¿casual?) del virus chino, desplome (¿casual?) del precio del
petróleo, (¿casual?) hiperespeculación y caída en las bolsas de valores
del mundo entero. Flagelos que,
casualmente, aparecen a 10 años de la pandemia de gripe A (18 mil muertos, 150-575 mil contagiados), junto con el efecto dominó de la quiebra de la consultora Lehman Brothers de Wall Street (2008-10).
Y en el año del fallido impeachment de
los buenoscontra Donald Trump, que en los próximos meses volverán a la carga.
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