
Hace
 unas semanas atrás, en Chile, el presidente Piñera afirmó: “Yo sé que 
algunos creen que el crecimiento económico no es un elemento central, yo
 quiero discrepar” (1). A su juicio es indispensable para financiar un 
aumento del gasto social, y sólo consiguiéndolo se podrá responder al 
estallido ciudadano. Casi al mismo tiempo, del otro lado de los Andes, 
el presidente de Argentina, A. Fernández afirmaba que el país primero 
debe crecer económicamente para poder enfrentar sus dos mayores 
problemas, la deuda externa y la pobreza (2). En cambio, en Brasil, el 
presidente Bolsonaro estaba decepcionado en saber que el país creció muy
 poco (apenas 1,1 % en 2019, o sea por debajo del gobierno anterior; 3).
 Bolsonaro exige crecer más en este año.
La racionalidad 
detrás de ello es que el crecimiento económico es la esencia, o al menos
 es el motor del desarrollo, y que una vez que una economía crece se 
derraman otros beneficios, tales como asegurar el empleo, acceso a la 
salud y la educación, o el consumo. Esa idea es muy clara cuando Piñera 
advierte que “como muchas veces lo hemos dicho, y a veces se olvida, el 
crecimiento económico es algo fundamental para la calidad de vida de los
 chilenos”. Dicho de otro modo, el bienestar sólo es posible allí donde 
crece la economía.
Esta es una concepción muy repetida en 
América Latina desde inicios del siglo XX. Casi nadie la pone en duda, y
 los debates están en cómo crecer, y en cómo distribuir los posibles 
beneficios. Esa fidelidad al crecimiento de Piñera se repite en todos 
los regímenes políticos, incluidos aquellos que están en un extremo 
opuesto, como el socialismo del siglo XXI. La adhesión al crecimiento es
 pegajosa.
En distintos países se sostiene que se arrastra
 la desigualdad y la pobreza porque no se creció lo suficiente. Pero es 
justamente el caso chileno el que demuestra las limitaciones de esa 
presunción, ya que ese país es uno de los pocos que ha mantenido por 
largo tiempo tasas positivas de crecimiento económico pero nunca se 
alcanzó el paraíso prometido. Por el contrario, tuvo lugar un estallido 
social que dejó en evidencia unas tensiones y contradicciones sociales y
 políticas que se arrastraban por años. Chile, que era exhibido como 
modelo de crecimiento económico, se convirtió de un día al otro en lo 
opuesto, el ejemplo de la insuficiencia del crecimiento económico.
Sin
 embargo, aún en plena crisis, el presidente Piñera vuelve a apostar al 
crecimiento económico como medicina. Es como si no pudiera asimilar o 
comprender lo que está sucediendo. Es que la crisis deja al desnudo que 
el crecimiento económico como posible, continuado e indispensable para 
el bienestar, es apenas un mito.
Esta creencia tiene una 
larga historia, que se remonta incluso a Adam Smith, pero que en sus 
formulaciones más conocidas ya tiene por lo menos un siglo por detrás. 
Los manuales clásicos de economía están repletos de esos dichos; un 
claro ejemplo es el texto de W.A. Lewis de 1955 que en inglés era la 
“teoría del crecimiento económico” y en castellano fue presentado como 
“teoría del desarrollo económico”. La meta de los gobiernos era crecer, y
 el crecimiento se mide sobre todo por el PBI. La obsesión era tal que 
había gobernantes que pedían “sacrificios” para retomar el sendero del 
crecimiento.
A pesar de toda la evidencia que muestra la 
fragilidad de ese razonamiento mecanicista, se ha mantenido la fe en el 
crecimiento de la economía. Eso es lo que transmite en los recientes 
discursos y planes de muchos gobiernos latinoamericanos. Lo que no se 
entiende es que ese crecimiento bajo la actual organización de la 
economía, siempre será desigual. Unos pocos cosecharán más beneficios, 
unos cuantos se mantendrán más o menos igual, y amplios grupos pueden 
incluso empeorar. Tampoco entiende que ese crecimiento requiere una 
continuada extracción de recursos naturales y una sumatoria de impactos 
ambientales y sociales, que sin duda tienen costos económicos pero que 
nadie contabiliza ni resta en las cuentas nacionales. Esa distorsión en 
la contabilidad es la que explica que para la economía convencional 
muchas de las actividades que alimentan el crecimiento, como los 
extractivismos, tengan saldos positivos.
El apego al 
crecimiento es tan pegajoso que se repite más allá de gobiernos y 
políticos. En ese sentido, es revelador repasar la muy reciente 
respuesta crítica de CEPAL (4) a un texto en el que comentaba sobre la 
confesión de ese organismo del fracaso de todas las estrategias de 
desarrollo (5). En su reacción, donde se regresa a defender el 
desarrollo, la CEPAL destaca con toda sinceridad que su “visión
 estratégica” reúne “tres premisas básicas, a saber: crecer para 
igualar, igualar para crecer, y crecer e igualar con sostenibilidad 
ambiental.” El crecimiento todo lo domina.
En efecto,
 esas y otras posiciones son cristalinas: el crecimiento económico es un
 ingrediente esencial en los modos de concebir el desarrollo. Parece ser
 que es impensable, e incluso inimaginable, una estrategia que no 
dependa del crecimiento de la economía. Incluso aquellos estudios que 
advertían sobre el llamado vínculo intermitente entre el progreso 
político y el crecimiento, quedaron en el olvido (6). Del mismo modo se 
desconoce la enorme cantidad de evidencias que muestran que el 
crecimiento perpetuo no sólo es imposible, sino que genera impactos 
sociales y ambientales tan severos que ya ponen en riesgo la vida en 
todo el planeta (7). No habría un futuro viable si persiste la obsesión 
con el crecimiento económico.
De ese modo, la discusión se
 centra en cuánto crecimiento es necesario, cómo lograrlo, cómo 
distribuir sus beneficios, y así sucesivamente. Los problemas no están 
en las condiciones sociales o en la arena política sino en que el país 
no creció lo suficiente o ese crecimiento fue desbalanceado, como se 
está discutiendo ahora en Chile o Brasil. Otras voces, que cuestionan 
los modos de hacer política, de todos modos razonan apegadas al mismo 
mito pero postulan un camino distinto suponiendo que puede lograrse ese 
crecimiento reduciendo la pobreza, como anuncia el nuevo gobierno de 
Argentina.
Pero casi nadie aborda la cuestión de fondo: 
¿las alternativas necesarias deben depender necesariamente del 
crecimiento económico? ¿Es iluso pensar opciones de cambio más allá del 
crecimiento? Es más, tampoco se debate si esa obsesión con el 
crecimiento no sería una de las causas del estallido social.
Si
 estas interrogantes son válidas, sería más que útil comenzar a pensar 
el papel que ha jugado el mito del crecimiento en generar la crisis 
chilena. Ha sido una exigencia que ha estado detrás de decisiones 
económicas pero también en el comportamiento político. Es un tema 
esencial, ya que cualquier alternativa de cambio, que realmente asegure 
el bienestar, requiere comenzar a imaginar lo impensable: despegarse de 
la obsesión con el crecimiento.
Notas
1. La Tercera, Santiago, 25 febrero 2020, https://www.latercera.com/pulso/noticia/pinera-reitera-la-necesidad-del-crecimiento-economico-financiar-mayor-gasto-publico/1020501-6/
2.
 Presidente Fernández afirma que Argentina primero debe crecer para 
luego pagar deuda externa, Xinhua, desde B. Aires, 29 febrero 2020, http://spanish.xinhuanet.com/2020-03/01/c_138831586.htm
3. Bolsonaro cobra Guedes a entregar crescimento mínimo de 2% neste ano, Folha S. Paulo, 21 febrero 2020, https://www1.folha.uol.com.br/mercado/2020/02/bolsonaro-cobra-guedes-a-entregar-crescimento-minimo-de-2-neste-ano.shtml
4.
 Respuesta a la columna de Eduardo Gudynas sobre la CEPAL, G. Gamú, 
unidad de información pública, CEPAL, El Desconcierto, 22 febrero 2020, https://www.eldesconcierto.cl/2020/02/22/respuesta-a-la-columna-de-eduardo-gudynas-sobre-la-cepal/
5. El agotamiento del desarrollo: la confesión de la CEPAL, E. Gudynas, ALAI, 14 febrero 2020, https://www.alainet.org/es/articulo/204763
6.
 Por ejemplo, el muy conocido: La conexión intermitente entre el 
progreso político y el económico, A.O. Hirschman, Estudios Públicos No 
56, 1004, https://www.cepchile.cl/cep/site/artic/20160303/asocfile/20160303183539/rev56_hirschman.pdf
7. Questioning economic growth, P. Victor, Nature No 468, 2010, https://www.nature.com/articles/468370a
-Eduardo Gudynas es analista en el Centro Latino Americano de Ecología Social (CLAES); seguimiento @EGudynas
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