Eric Nepomuceno/IV
La Jornada
Basil vive el
cotidiano gotear de denuncias contra políticos de toda estirpe y
calibre. En estas últimas semanas, la principal concentración de
acusaciones tuvo como blanco algunos de los más habituales
frecuentadores de las listas de nombres que desde hace añares hacen de
la política una palanca para desviar recursos públicos para sus
bolsillos y para ayudar a elegir aliados que, a su vez, ayudarán a que
todo el esquema se mantenga intocado. Exactamente, el grupo que ocupa el
poder, luego de haber apartado a una presidenta contra la cual no
existe una sola denuncia de corrupción.
Resulta curioso observar cómo los grandes medios de comunicación
persisten en sus esfuerzos para tratar de convencer a la opinión pública
de que la corrupción es un invento del PT, y que antes de Lula da Silva
y su pandilla se robaba, es verdad, pero un poquitín nomás.
El actual aluvión de denuncias hace que con esa tarea de los grandes
conglomerados de comunicación, con las organizaciones Globo (diario,
revistas, emisoras de radio y el monopolio televisivo) a la cabeza,
enfrente obstáculos. Cada día resulta más difícil envenenar aún más a la
ya idiotizada opinión pública brasileña.
Ya no es tan fácil impedir que se conozcan las jugosas denuncias
contra Michel Temer, el presidente interino, y el núcleo duro que lo
rodea. Su cómplice –perdón: aliado– más visible, Eduardo Cunha, alejado
de la presidencia de la Cámara de Diputados por decisión de la Corte
Suprema, y cuyo mandato está por un hilo, se convirtió en el símbolo más
concreto de la villanía en que se transformó el Congreso brasileño.
Pues Temer, el interino, lo recibió, en la noche del domingo pasado,
en la residencia oficial de la vicepresidencia de la nación,
oficialmente, para que los dos hiciesen un análisis del actual cuadro
político brasileño.
La verdad, sin embargo, es otra: una vez más, Cunha fue advertir a
Temer que o se encuentran medios para salvar su mandato y asegurar su
inmunidad o será el caos. Hasta el césped de los inmensos jardines de
Brasilia sabe que si Cunha abre la boca no quedará piedra sobre piedra
en el PMDB, que él y Temer dominan.
La verdad es que la lentitud en que transcurre el proceso de
destitución de Dilma Rousseff se hace agobiante. A estas alturas, la
posibilidad de que la presidenta logre revertir votos en el Senado y ser
reconducida parece ínfima.
Por más que hasta algunos senadores que defienden el golpe reconozcan
que no hay ninguna razón constitucional para liquidar el mandato de
Dilma Rousseff, ese ya no es más que un detalle sin importancia. El
golpe está configurado, implementado, y deshacerlo es tarea casi
imposible.
Mientras el país se asombra con el huracán de denuncias,
prisiones arbitrarias, violaciones de códigos legales, con el dominio
fuera de control de la tríade Fiscalía-Poder Judiciario-Policía Federal,
eufóricamente aplaudida por los medios hegemónicos de comunicación,
algo más afilado y cortante se impone.
El golpe en curso nace del convencimiento, de parte de los derrotados
en las urnas, de que no sería tan fácil recuperar el poder por la vía
del voto popular. Y, con eso, crecía cada vez más el riesgo de que el
proyecto político-económico llevado adelante por los gobiernos del PT se
consolidase y avanzase.
Esa, la verdadera razón del golpe en curso, y que, vale repetir, tiene amplias posibilidades de éxito.
Por esos días se votará en el Congreso un cambio radical en la
legislación del petróleo. Será el retorno del régimen anterior a Lula da
Silva: los inmensos yacimientos del llamado pre-sal, o sea, en aguas
ultraprofundas, podrán ser subastados sin que la Petrobras participe
necesariamente de su explotación y producción.
Se pretende, en seguida, abrir el capital de varias subsidiarias de
la estatal, en especial la red de ductos, las terminales marítimas y, un
poco más adelante, las refinerías.
Otro blanco: el sector eléctrico, ya bastante abierto a la iniciativa privada, será ofertado a grupos multinacionales.
Dilma Rousseff impuso límites a la compra de tierras por extranjeros.
La razón: el voraz apetito chino, que pretende adquirir extensiones
inmensas para plantar soya que luego será exportada a China. Bueno:
Michel Temer ya anunció que esa legislación será alterada.
Los estados brasileños, altamente endeudados, recibirán ayuda del
gobierno nacional, siempre que procedan a privatizar lo que sea posible
de carreteras al servicio de suministro de agua, colecta de basura,
saneamiento básico y, según el caso, red de hospitales.
El equipo económico de Temer es ducho en tales tareas. Cada uno de
ellos es altamente eficaz a la hora de seguir, de la manera más radical
posible, la cartilla del neoliberalismo devorador e insaciable.
Y es así, tras la pantalla de las denuncias y de escándalos, que en altísima velocidad se prepara el desmonte del país.
Porque todos saben que es casi imposible, para alguien tan
involucrado en escándalos de corrupción como Michel Temer y su pandilla
(perdón: grupo de asesores directos), permanecer en el poder. Algo
pasará. Y, mientras no pasa, que se desmonte el país y se venda al mejor
postor.
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