Las
cuentas de la economía en la Argentina no cierran, con caída de la
producción y el consumo; sin inversiones y un horizonte de devaluación
recreada en estos días con dólar en alza, lo que salva a especuladores y
grandes productores y exportadores, especialmente del agro. La mayoría
de la población afectada y sin horizonte de mejora en el corto plazo.
Ese
es el marco del ofrecimiento de Macri y su gobierno para atraer divisas
a la Argentina. Esta semana se tomó deuda externa, pese a la promesa de
no tomar nueva deuda, con el argumento de mejorar los plazos y términos
financieros del endeudamiento. Resulta preocupante el crecimiento de la
deuda de la Nación y las provincias, hipotecando a futuro los recursos
fiscales.
La oferta de la Argentina como territorio para
inversores internacionales se renovó en estas horas en la Cumbre de la
Alianza del Pacífico, en Chile, donde Macri inauguró el estatus de país
“observador”, con toda la intención de integrarse a corto plazo a ese
club de la liberalización de los capitales, paso intermedio para
integrarse al Tratado Transpacífico (TPP). El TPP es un acuerdo que
empuja EEUU como forma de aislar a China, de crecientes relaciones con
los países de la región, y al mismo tiempo retomar la agenda del ALCA
que fuera abortada en 2005.
Muchos se interrogan sobre los
beneficios y perjuicios de la integración de Argentina a la Alianza del
Pacífico. En ese sentido vale decir que todo proyecto de libre comercio
tiene como beneficiarios a los capitales más concentrados de la economía
mundial, y son los principales Estados del capitalismo mundial los que
empujan esa estrategia favorable a la libre circulación de los capitales
internacionales. No es solo comercio, sino principalmente inversiones y
libre movimiento de ingreso y egreso de los capitales. No puede
pensarse en término de beneficios para el país, sino para los capitales
hegemónicos en el país, que son principalmente extranjeros.
La
política exterior del gobierno Macri es favorable a la liberalización y
por lo tanto promueve un acercamiento a ese programa y por ello la
participación en Chile como país observador. El propósito es integrarse a
la Alianza del Pacífico y al TPP, como forma de retomar la agenda
liberalizadora que hace 10 años sustentaba el ALCA.
Se generan
interrogantes sobre la posibilidad de atraer inversiones desde los
países de la Alianza del Pacífico. Vale destacar que ese es el propósito
y la imaginación de Macri y su gobierno. Todas las señales de Macri,
desde diciembre 2015 en que asumió es abrir las puertas de la Argentina a
los inversores externos. Por eso estuvo en el Foro Económico Mundial en
Davos, y recientemente en Colombia, para un Foro Económico Mundial
regional. Promovió la presencia en el país de gobernantes de los
principales países capitalistas, entre ellos de Obama, Presidente de
EEUU. En todos los foros ofreció facilidades para receptar inversores y
la verdad, con escaso éxito hasta ahora.
La razón es
principalmente la crisis mundial del capitalismo, que incluye al BREXIT,
o sea, la salida británica de la Unión Europea, y el mazazo que ello
supone para la globalización capitalista. No es una cuestión de derecha o
de izquierda como algunos pregonan, ya que hubo apoyos para ambas
posiciones desde proyectos antagónicos de izquierda o derecha. Como
hemos sostenido, más allá de quien pueda acumular políticamente la
decisión mayoritaria en Gran Bretaña, la realidad del sentido del voto
supone un hartazgo a la subordinación a la institucionalidad gobernante
por la liberalización y sus políticas de austeridad y ajuste.
No
alcanza con ofrecer al país, sino que tiene que haber decisión de
inversores globales para privilegiar el destino de sus inversiones.
Además, Argentina está ofreciendo rentabilidad elevada en materia
financiera y sigue siendo, entonces, un destino más para la especulación
que para la inversión productiva.
Otra cuestión es el Mercosur.
Argentina no quiere ingresar sola a la Alianza del Pacífico o al TPP, y
hará todo lo posible por lograr que Brasil vaya en ese sentido,
especialmente bajo la gestión de Temer. Salvo Venezuela, tanto Uruguay
(desde la izquierda) como Paraguay (a la derecha) verían con agrado la
incorporación a mecanismos que favorezcan la inserción de la región en
esa agenda por el libre comercio. En definitiva es una cuestión
política, y hay que pensar que el propio Mercosur venía negociando un
TLC con Europa, ahora afectada por la salida británica, con lo cual, no
debe pensarse en el Mercosur como una institucionalidad cerrada a la
liberalización. De hecho surgió en 1991 para ese propósito de máxima del
gran capital transnacional. La Argentina intentará ingresar a la lógica
de los TLC y pretenderá incluir a toda la región en esa estrategia.
En
rigor, no solo importa lo que haga el gobierno de Argentina y de los
países del Mercosur, sino también que dicen los pueblos. No nos
olvidemos que hacia el 2001 todo parecía que el ALCA estaría funcionando
hacia el 2005 y la lucha de los pueblos lo impidió. Ahora también puede
reiterarse la historia. No alcanza con la voluntad de los gobiernos, ya
que también existe la organización y lucha de los pueblos, tal como
reza la campaña popular: "Argentina mejor sin TLC".
1 de julio de 2016
- Julio C. Gambina es
profesor de Economía Política en la Facultad de Derecho de la
Universidad Nacional de Rosario. Presidente de la Fundación de
Investigaciones Sociales y Políticas, FISYP. www.juliogambina.blogspot.com
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