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jueves, 8 de diciembre de 2011

ALEPH: Guatemala: Nuestra paz

Carolina Escobar SartiDespués de largos 10 años de negociaciones, se firmaron los acuerdos de paz en Guatemala, el 29 de diciembre de 1996. Tres lustros después, nuestra realidad nos ofrece un mensaje contundente: la paz es mucho más que una rúbrica. ¿Qué nos pasó y qué nos sigue pasando? No caben las respuestas simplistas o las absurdas generalizaciones, y es un hecho que se perdió una oportunidad histórica para el país. Justo entonces, el gobierno panista adelgazó al Estado guatemalteco a su más mínima expresión,

para darle paso a una amorfa visión de nación, que transitó entre el delirio criollo-colonial acostumbrado a la ética del despojo y lo que Deleuze y Guattari denominan “el capital como cocaína”. En ese contexto se colaron, con paso decidido en las estructuras administrativas y políticas del Estado las mafias que estaban tambaleantes o que venían de protagonizar la guerra interna, en su mayoría o en su totalidad, asociadas a sectores del Ejército que aprovecharon la oportunidad para diversificar sus actividades sin perder totalmente sus privilegios. Hay entonces una siembra y resiembra del contrabando, el crimen organizado y el narcotráfico en las estructuras estatales y sociales.

La oportunidad de fortalecer la institucionalidad del Estado encargada de la justicia, de la seguridad, del bienestar común, había sido secuestrada para cuidar y administrar los bienes del gran capital. Ese acto terrorista, le dio una estocada a la democracia posible. Hoy, tenemos ante nosotros la historia de un país que da cuenta de una guerra que dejó las cifras más altas de muertos en el continente, y que no ha pasado, siquiera, por la justicia. Instancias como el Ministerio Público apenas comienzan a despertar del letargo, y su pleno establecimiento no solo representa un desafío, sino nuestra posibilidad de ser país. Nos estamos jugando el futuro en estas decisiones que son de nación, y no de gobierno.

Estos temas de la institucionalidad son estrictamente jurídicos, pero el desafío es eminentemente político y discursivo, porque siempre habrá gente que quiera sostener las estructuras de un Estado terrorista y totalmente desfigurado, que se levante sobre la impunidad y el miedo. En el Ministerio Público tenemos ahora a la doctora Claudia Paz y Paz, cuyas cualidades profesionales y humanas han rebasado todas las gestiones anteriores en términos del estricto cumplimiento de su mandato, a pesar de los pocos recursos con que cuenta y de los alacranes que se meten en las camisas de instituciones como esa.

¿Qué dice el Colegio de Abogados del MP y su fiscal en contextos políticos como los actuales? ¿Qué dice la sociedad en general? Este país enfermo de “costumbre” levanta la voz para algunas cosas, pero a veces no para las fundamentales. Y es que, si le golpean a uno una vez, le duele y grita; si le golpean otra vez, grita; si le golpean muchas veces, uno se termina acostumbrando. Hay que volver al inicio, a ese lugar donde ni siquiera se permite que le levanten a uno la mano.

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